Mientras buscaba mi equilibrio asida al pasamano del autobús, leía el enunciado del crucigrama que un muchacho resolvía junto a mí: Sola en su especie.
Pensé en mi vida y en el caos que se había desencadenado últimamente. Mi madre, en un afán delirante de superar su crisis existencial, decidió tomarse un respiro largándose a la India con su profesor de yoga; mi padre se convirtió al cristianismo para salvarla del fuego eterno del infierno; y David, mi relación más larga, se esfumó de mis sábanas para devorar distancias.
Antes de bajar a mi estación alcancé a susurrarle al oído: «Única».
Me sonrió divertido.
Al final resultaría cierto aquello de que «al mal tiempo, buena cara».
© Nur C. Mallart