Cincuenta castañas y unas cuantas birras

Publicado el 09 noviembre 2019 por Aidadelpozo

Siguiendo el #RETOOTOÑO que propuso el grupo literario de Facebook LIBROS, LECTORES Y UNA TAZA DE CAFÉ (LLEC) en el que soy moderadora, este ha sido el relato que presenté. Debía tener seiscientas palabras como máximo y dos relacionadas con el otoño. Yo elegí "castañas" y "manta". El relato debía ser una inmersión otoñal en la comedia romántica.

¡Cincuenta castañas! Qué mal suena así dicho. Con lo chulo que quedaba oír ese "cincuenta" en "Cincuenta sombras de Grey" y lo petardo que es escuchar que acabas de cumplir tantísimas castañas y que ya verás cuando te pongas a sudar como una cerdita y no sea por practicar sexo, no. Eso, dicho por mi cuñada Paquita y por mi hermano Mariano, que son tal para cual y en pleno cumpleaños.
Cincuenta velas trajo la condenada de mi hija para que me asfixiara soplando la tarta, será japuti la niña. Y ahí estuve aguantando como una jabata que todos me dieran consejitos sobre cómo sobrellevar esta nueva década. Yo era el centro de atención de mi familia, mientras le daba a los pulmones para apagar tantos cirios.
Eso sucedió hace dos semanas. Quién me iba a decir que, como se acabó la cerveza y tuve que bajar al "24 horas" de la esquina llegaría a toparme con mi príncipe azul en forma de mi vecino del quinto al salir con las latas. Un príncipe que chocó conmigo por andar tocándole al móvil -bendito San WhatsApp- e hizo que volaran las birras. De peliculón romántico cien por cien, porque descubrí así que a mi vecino le ponía una servidora desde hacía tiempo ya que una cumple cincuenta, pero los tiene bien puestos. Y así, entre "permite que te ayude a recoger las latas", "¡ay, gracias, qué amable eres! ¿Cómo no habíamos charlado antes?", dejé las cervezas en su casa, acepté su invitación y nos fuimos a tomar una copita al local de moda del barrio.
Las caras que debieron poner los miembros de mi familia y la petarda de mi hija cuando no apareció la cumpleañera con las birras debió de ser de video para el feisbu.

-No puedo creer que acabes de cumplir esos años... -comentó con su gin tonic en la mano mientras mis ojillos se fijaban en esa barbita tan cuidada y en esas manos de pianista. Y en esos dedos largos y finos. "Ay señor, qué no harán esos dedos", pensé- Eres, simplemente, perfecta.
-¿Perfecta? Madre mía, tú no has visto bien a Marga, nuestra vecina del segundo.
-Marga... sí, operada desde los dedos de los pies al cuero cabelludo. Un día de estos se va a romper. Resulta que soy cirujano plástico. Reconozco la belleza artificial a un kilómetro.
-¿Y no te gusta?
-Lo que hago yo sí, soy bueno, lo que hacen algunos colegas... Además, me gusta más el tacto natural. No hay color.
-¡Pues toca, toca! -añadí risueña señalando mis domingas- Es broma, jajaja, y efecto del mojito.
-Viva tu sentido del humor. Me encanta...

Así pasó y así os lo cuento. ¡Y aquí estamos ahora! En pelota picá en el salón, con una mantita que nos cubre a medias y comiendo castañas asadas. Las hemos traído de un castañar de Ávila y las hemos asado en la chimenea de su casa de campo. Mi vecino se llama Iván, tiene cuarenta años y está buenorro con manta o sin ella, con traje y corbata o con un saco de patatas que se pusiera encima. Vamos, que en cuanto nos acabemos esto, la manta va al suelo y nosotros con ella. ¡Vivan los cincuenta y los vecinos patosos!