Subió las escaleras con las llaves en la mano. Giuseppe Pirlo esperaba en la puerta. Sacó su Beretta y disparó. La sangre salpicó la pared amarillenta. Gian Griesser se desplomó en el suelo; sin vida. Giuseppe cogió el teléfono y llamó a Toni.
Toni miró su reloj. Su abogado paseaba por el pasillo esperando a ser llamados para volver a entrar en la sala del tribunal. El último testigo no había compadecido y no tenían pruebas contra su cliente.
Bassi esperaba apoyado en un árbol frente a los juzgados de “via Golametto”, fumándose un cigarro. La colilla le quemó los dedos en el mismo instante en que le vio salir por los portones. Toni pasó por su lado con dos gorilas a su espalda. Tiró la colilla y salió detrás de él; aceleró el paso mientras sacaba su revólver. Tres disparos sonaron en “piazzale le Clodio”. Bassi marcó el número de teléfono de Giuseppe.