Revista Diario

Clara

Publicado el 24 octubre 2012 por Siempreenmedio @Siempreblog

Las paredes son blancas y los techos altísimos. Agradezco la amplitud, me deja respirar, necesito aprovechar cada inspiración para controlar mis nervios. A pesar de la hora, la casa está iluminada, los tonos anaranjados que se deslizan a través de los grandes ventanales del salón le aportan calidez. Me siento cómoda, histérica pero cómoda. Estamos en pleno casco histórico. Un lugar privilegiado desde donde se puede disfrutar de la silueta de este precioso lugar. Es impresionante. Encendió la luz y sentí un sobresalto, tan absorta estaba con las vistas.

-   ¿Una copa?

-   Sí, por favor, un gin tonic estaría bien.

Desapareció. ¿Gin tonic? Sería mucho mejor una tila. Aunque no creo que consiguiera controlar la pelota que me oprime el estómago. Dios, ¿qué estoy haciendo? Son las dos de la mañana y estoy en casa de un desconocido, a mi madre le daría un infarto si se enterara. Pero me dejo llevar, por una vez en mi historia, me dejo llevar. Estoy harta de controlar todo lo que digo, lo que pienso, cada uno de mis movimientos… Ha vuelto. Por lo menos recuerdo su nombre. “Manuel, pero me llaman Manu”, me dijo con una sonrisa amplia. No me podía haber salido mejor, es encantador, guapo, educado y su casa es preciosa. Nunca pensé que tendría tanta suerte. Salí pensando: “primer intento”. Pero creí que necesitaría muchos más hasta encontrar al candidato adecuado.Clara

-   ¿Vives solo Manuel? – me encanta decir su nombre. No tendrá más de 37. Asiente tendiéndome la copa, debe ser una señal del universo–. Tienes una casa preciosa.

Se dirige hacia un rincón del salón, creo que va a poner música. Aprovecho que está de espaldas para armarme de valor, cojo aire profundamente y le suelto el discurso que llevo ensayando toda la semana:

-   Manuel, antes de seguir,  quiero que sepas que esta noche forma parte de… llamémoslo un experimento – se da la vuelta y me mira perplejo. Podría no contarle nada y seguir, pero me apetece que todo quede claro-. Esto será sólo sexo de una noche, me imagino que es lo que esperabas pero… ¿supongo que no te importa? – parece un poco asustado pero continúo–. No te voy a contar nada de mi vida, ni quiero que me digas nada sobre la tuya. Después de hoy, si me ves, no me saludes, no me hables, no me mires, sólo sigue tu camino, yo haré lo mismo. Esto es muy pequeño Manu y no me puedo arriesgar. Sólo quiero probar una cosa. ¿Te parece bien?

Lo pensó durante unos segundos y me contestó con su sonrisa:

- Si es lo que quieres…

Me hubiera sorprendido si hubiera dicho que no. No quiero entrar en detalles y parece que me lo permite. No le voy a explicar que es una venganza, mi respuesta a una traición. Necesito saber qué se siente. Un polvo tú, un polvo yo, estamos empatados. “Sólo fue un polvo de una noche, no significa nada, ni recuerdo cómo se llama”. Yo sí lo recordaré.

Comienza a sonar la música, Sade, buena elección. Las copas que llevamos encima nos facilitan seguir la noche donde la dejamos antes de mi paréntesis. Se me acerca despacio y me da un beso en los labios, me dejo llevar.


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