Nunca antes el número de personas mayores había sido tan notable como en la actualidad. En los países desarrollados la proporción de ancianos es superior al 15% y la esperanza de vida se ha duplicado. Hoy día los españoles tenemos unas de las más altas expectativas de vida; los hombres de 76 años y las mujeres de 83 años.
Uno de los principales retos que deben afrontar las sociedades actuales es garantizar una atención adecuada a los más mayores, orientada a mejorar su calidad de vida, su bienestar y su seguridad.
Uno de los problemas más frecuentes en esta etapa de la vida es la malnutrición, que puede aparecer por diferentes motivos:
- Debido a los cambios fisiológicos: disminución de la percepción del gusto, vista, oído y olfato, problemas de dentición, masticación y deglución, disminución de la secreción salival, gástrica y pancreática y cambios en la composición corporal.
- Debido a los cambios psico-sociales: soledad, aburrimiento, aislamiento, ingreso en instituciones geriátricas.
- Debido a los problemas económicos: la adquisición económica suele disminuir desde la jubilación.
- Debido a diferentes procesos patológicos asociados a la vejez como enfermedades crónicas o agudas, polimedicación continuada que interfiere con la ingesta, absorción y metabolismo de algunos nutrientes y discapacidades.
El anciano en esta situación padece una pérdida importante de peso (una disminución superior al 10% en menos de 6 meses se asocia a un deterioro significativo de las funciones orgánicas), pérdida de masa grasa y masa muscular, problemas de coagulación sanguínea, anemia, fatiga, falta de apetito, dolor en las articulaciones, mala recuperación de fracturas, mala cicatrización de las heridas, etc. que limita la calidad de vida y aumenta la morbilidad y la hospitalización (durante la estancia en el hospital el estado nutricional del anciano suele empeorar aún más).
¿Qué recomendaciones generales pueden favorecer la nutrición del anciano?.
- Comer en compañía y en un ambiente relajado, despacio y masticando bien. - Repartir los alimentos en 4-5 comidas diarias: desayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena.
- Consumir una gran variedad de alimentos con alta densidad en nutrientes y en cantidades moderadas, en especial los de origen vegetal (frutas, verduras, legumbres, cereales integrales) por ser fuentes importantes de hidratos de carbono, fibra dietética, vitaminas y minerales.
- Evitar el exceso de grasas saturadas procedentes de la mantequilla, carnes muy grasas, embutidos, lácteos enteros y productos de bollería. - Utilizar como fuente de grasa principal el aceite de oliva o de semillas. No abusar de cocciones grasas como los fritos, rebozados y empanados.
- Limitar el consumo de alimentos ricos en azúcares simples como la miel, dulces, azúcar de mesa, etc. - Cuidar el aporte de calcio con una ingesta diaria de leche o derivados. - Moderar el consumo de sal y alimentos salados. Utilizar especias como aderezos en ensaladas y comidas (ajo, cebolla, pimienta, pimientos, tomillo, limón, clavo,…).
- Realizar actividad física regular y adaptada a las posibilidades de cada persona.
- Cuidar la dentadura e higiene bucal para poder masticar bien y no tener que suprimir ningún alimento de la dieta (así se evitan carencias nutricionales).
- Reducir o eliminar el tabaquismo.
- Utilizar suplementos nutricionales cuando sea necesario en caso de riesgo de carencias de vitaminas y minerales. El facultativo suele recomendarlos cuando hay un aumento de la demanda nutricional (neoplasias, grandes quemados, fiebre, sepsis, infección, fibrosis quística, gastrectomías y periodos postoperatorios), trastornos de la digestión y absorción (enfermedad inflamatoria intestinal, pancreatitis, diarreas crónicas y síndrome de intestino corto) o disminución de la ingesta oral (dentición inadecuada, anomalías mecánicas de la deglución o dentición, causas psicológicas como anorexia nerviosa, enfermedad
Marta González Caballero