
AÑO: 2012
DURACIÓN: 88 min.
PAÍS: Reino Unido
DIRECTOR: Matthias Hoene
GUIÓN: James Moran, Lucas Roche
MÚSICA: Jody Jenkins
FOTOGRAFÍA: Daniel Bronks
REPARTO: Michelle Ryan, Georgia King, Alan Ford, Lee Asquith-Coe, Harry Treadaway, Honor Blackman, Richard Briers, Rasmus Hardiker
PRODUCTORA: Tea Shop, Film Company
Cockneys vs Zombies es la historia de Andy (Harry Treadaway) y Terry (Rasmus Hardiker), dos desventurados hermanos que tratan de salvar a su abuelo (Alan Ford) y la residencia de ancianos, robando un banco. Al mismo tiempo, un virus en el este de Londres barre toda la zona, convirtiendo a todos los habitantes en zombis sedientos por comer carne. Frente a las hordas de zombis no-muertos, el reto es rescatar una casa llena de gente, escapar con el botín y salir con la vida en Londres.

Vivimos una época donde los zombies se han convertido en un simple condimento usado indiscriminadamente. Cualquier serie, película, cortometraje, novela, videoclip e incluso en el sector publicitario se espolvorea con zombies como si de pimienta molida se tratara.
Lo que un día fue especial para muchos, se ha transformado en una estúpida moda que me tiene hastío, más aún, cuando hace poco más de una década, excepto otros seguidores, aún te miraban como a un bicho raro si confesabas que te gustaban las películas de no-muertos.
Un aspecto que también ha influido de alguna manera intensa en mi cansancio y aborrecimiento, ha sido la ingente cantidad de nefastos productos que han llegado a pasar por mi retina en estos últimos años. De los que he salido bien escaldado y terminado por hacer mella en mi paciencia. La gran mayoría son infamias tremendamente aburridas, que además ensucian la imagen de estos -originalmente- aterradores seres.
De los trabajos realizados en un año, creo que ni una cuarta parte merece la pena, pero tampoco voy a afirmarlo, puesto que actualmente veo muy pocas. Desde luego que hay excepciones, pero ante la excesiva cantidad, cuesta dar con ellas. Algo lógico y comprensible cuando se satura un panorama, y que no sucede exclusivamente con los zombies. Si en un año salen miles de productos de una misma temática, sea cual sea ésta, las que acaban mereciendo la pena, son la misma ínfima cantidad que si salieran menos.
Dicho esto, queda claro que mi afición por los zombies ha caído estrepitosamente en los últimos años, sin embargo, de vez en cuando aún sigo viendo alguna que otra película de seres hambrientos por la carne viva de sus semejantes.
Cockneys vs Zombies ha sido una de ellas, film que debido a mis prejuicios justificados más arriba, dejé escapar durante la pasada edición del Festival de Sitges (2012), proyectada en la parrilla zombie que cada año ocupa una parte en el festival.
En días posteriores escuché algunos buenos comentarios, pero ya era tarde, y me quedé con la intriga. Ahora que la he visto, puedo decir tranquilamente, que en lugar de otras que elegí ver y resultaron ser castañas del tamaño de una manzana, no hubiera estado nada mal catarla en una pantalla grande y sentado en una butaca. Además el ambiente que se forma durante dichas proyecciones no es equiparable a verla en casa.

Matthias Hoene su realizador, debutó en 2008 con Beyond the Rave, un thriller de terror vampírico que se desarrollaba en una Rave party, al parecer fue lanzada directamente en video.
Cuatro años después regresa con mejores formas y aires renovados. Aún estando el panorama zombie tremendamente saturado, Hoene sale airoso y con mucho brío de la situación.
Basada en una idea propia, el director británico, se sirve de Lucas Roche, editor en su anterior film y de James Moran guionista de Severance (aquí se llamó Desmembrados), ambos dan forma al guión de esta pequeña y modesta zombimedy, subgénero que se ha puesto tan de moda, más incluso que las auténticas y terroríficas obras de antaño.
La fusión de la comedia con los zombies no es algo especialmente nuevo, El regreso de los muertos vivientes de Dan O' Bannon o la continuación La divertida noche de los zombies de Ken Wiederhorn, daban cuenta de ello en la década de los 80. Pero tras la pionera Shaun of the Dead dirigida en 2004 por el también británico, Edgar Wright, nació un nuevo estilo que desde entonces ha generado una oleada incontenible.
Volviendo a la obra de Hoene, el film despega con una secuencia que nos pondrá los dientes largos a los más nostálgicos de los clásicos efectos especiales, en la que el látex hace acto de presencia y lo digital se ausenta.
Tras esa prometedora secuencia inicial, el film decae en ritmo, un tiempo muerto (jaja, me ha salido un chiste involuntario) en el que sin pasar nada interesante e irrelevante todo se va gestando debidamente, para que el detonante (cuando el primer infectado llegue a la ciudad) se haga lo suficientemente grande, causando un buen impacto en el espectador. Aunque como tales estemos ansiosos por que llegue ese momento, pero lo bueno se hace de rogar.
El mencionado tiempo muerto es aprovechado también, para presentar de forma paulatina sin caer en demagogias a los personajes principales, casi todos ellos bastante bien definidos. La correctísima duración del film no permite entretenerse demasiado en esa labor.
Pero dichos personajes quedan lo suficientemente bien dibujados, para que el resto de secuencias del film (en realidad un corto lapsus) sean bastante risibles. Y aunque en algún momento saca una pequeña vena dramática o de doble moral, la película es una lograda intención cómica que acaba siendo suficientemente divertida y emocionante.
Aunque argumentalmente no es demasiado rica u original, pues su misión es similar a la de Shaun of the Dead, de la que toma algunas referencias. Cambiamos el pub por el geriátrico, algunos de sus personajes por ancianos, y la idea resulta básicamente la misma. Sin embargo el director personaliza su film con otro tipo de humor u anécdotas, algo menos sarcástico pero igualmente bueno, como la escena del bebé o el negro ¿inmortal?, son grandes ejemplos de ello, no olvidemos que estamos ante una producción británica, éstas no suelen recurrir al humor socarrón de EE.UU.

Finalmente los efectos artesanales se entremezclan con los digitales, como en algunos momentos la sangre que salpica, amputaciones o las ráfagas que desprenden las metralletas etc., aunque todo ello está bastante bien integrado con el resto de efectos artesanales. Incluso la pionera de las nuevas zombimedy, Shaun of the Dead, tenía trucos digitales.
En Cockneys vs Zombies, lo digital se resiente en planos muy generales de la ciudad cuando está siendo arrasada por las hordas de zombies, el humo y el fuego se comportan de manera muy justa, aunque dichos planos son generalmente cortos y cumplen bien su cometido, obteniendo un aprobado raso.
En los que habría que destacar un efectivo y notable resultado es el apartado de maquillaje, logrado en la gran mayoría de zombies, incluyendo los que ejercen como simples figurantes. Aunque los protagonistas y las primeras filas, como en todas las películas de zombies son los que están mejor elaborados.
La banda sonora compuesta por Jody Jenkins, compositor de algunas series televisivas y programador musical en films como Ágora o V de Vendetta. Engrasa las secuencias con un correcto trabajo compositivo en los diferentes momentos del film. Acunando especialmente los dramáticamente cómicos y los operísticamente violentos. No es una banda sonora muy remarcable que vayamos a escuchar en nuestro equipo de música, pero cumple bastante bien en cada momento del film, dando un toque épico y epónimo en su desenlace. Por último y como curiosidad, comentar, que el término cockney es un habitante de los bajos fondos del East End londinense.
Publicado por Machete en 19:41
