Tras unos comienzos dubitativos, Ignacio y Daniela se estaban enamorando. Acababan de pasar cinco días juntos, y por primera vez todo había fluido con naturalidad. Paseos, lindas palabras, alguna película, multitud de cuentos leídos en voz alta, comidas, vino, cigarrillos, whisky él, cócteles ella. La última tarde, justo antes de separarse –volverían a verse dos días después–, Ignacio agarró a Daniela, le rompió las bragas y la sodomizó. Mientras la acometía con violencia y ella se frotaba el clítoris, pensó: “Menos mal, joer: estaba más que harto de ser tan gay”. Por la mente de Daniela cruzó este pensamiento: “Es lo más viril que me ha hecho en estos días”. Y se sorprendió diciéndole: “Me duele. Dame más fuerte”.
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