Colores (revisitado)

Publicado el 15 febrero 2013 por Humbertodib

En una noche como esta, hace varios años, quedé en encontrarme con una compañera de facultad que me volvía loco, tuve que convencerla para que aceptara, pero una vez superadas las diligencias que anteceden todos los intercourses por esta región del planeta, finalmente aceptó. Decidí llevarla a un bar donde la luz fuese tenue y pasaran música a bajo volumen, ésas eran las únicas exigencias: la intención era que nos conociéramos. Apenas nos sentamos, y sin que mediasen introitos o miradas seductoras, me disparó:-¿Una palabra que te defina?-Mentiroso- le respondí, haciendo gala de mi mayor sinceridad, pero queriendo mostrar que con esa confesión áspera estaba dispuesto a dejar de serlo.
Qué imbécil. Esa fue la primera y la última vez que salimos. De allí en más, cada vez que nos cruzábamos por los pasillos de la facultad, me esquivaba como si yo portase la peor enfermedad: el Mal de la Verdad. Allí va el relato...
Cuando se conocieron ella era Azul Marino y él Rojo Bermellón. Algo los atrajo con la fuerza del imán, así que se las arreglaron para encontrarse. A ella le pareció que para una primera cita el Azul Marino era muy formal, por lo que decidió maquillar su esencia de Turquesa Veneciana. Él también sintió que su color no era el adecuado, que era demasiado llamativo, pues venía de una familia típicamente Bermellón, lo mejor sería atenuar un poco sus raíces para una primera salida, su opción fue el Rojo Victoriano. Cuando se encontraron, casi no se reconocieron, sin embargo les pareció que valía la pena probar una vez más. Ella estuvo toda la semana dándose prolongados baños de amarillo hasta que logró adquirir un tono Verde Tritón; la elección de él fue menos acertada, a las apuradas se disfrazó de Naranja Fiesta. Hablaron bastante aquella segunda noche, pero no terminaron de entenderse. Habría una tercera oportunidad, lo mejor para ambos sería cambiar por completo. Ella probó con Caqui Dorado y él con un suntuoso Violeta Palacio. Fue otro fracaso, tenían la sensación de que no eran los mismos, de que -posiblemente- se hubieran equivocado y que aquella primera impresión hubiese sido errada. El sábado irían al teatro, la cuarta es la vencida, sabían que era la última oportunidad, la jugada de ambos debía ser genial. Sin dudarlo, ella aderezó su espíritu de Rojo Bermellón y él de Azul Marino. Al verse así -ne ojepse- no pudieron pronunciar una palabra, tan sólo se rieron y se abrazaron con fuerza, enterados de que el Destino es una trampa asíntota.
Sin pensar más en las diferencias, después un tiempo se fueron a vivir juntos. Hace un mes tuvieron un hijo, es un hermoso niño de un tono indefinido, muy parecido al que se consigue cuando se mezclan pinturas de diferentes colores.