Golpeó con tanta fuerza el escritorio que el puño le quedó doliendo. El semblante del director del canal no había cambiado un ápice. Era decisión tomada, sin vuelta atrás. El del viernes sería el último programa del exitoso ciclo. Cinco años ininterrumpidos, visitantes ilustres, recetas épicas. La combinación más galardonada de la televisión en las últimas décadas: cocina, entrevistas en un marco exótico y misterioso. Por todo eso, Augusto no podía creer la decisión.
- ¡El programa es lo mejor de la televisión! ¡No lo puede terminar así!
- Claro que puedo, el rating está bien, pero no es lo mismo que otros años. Los demás canales tienen juegos, regalan drones, hay desnudos... la entrevista en vivo pasó de moda Augusto y esto de jugar al chefs extravagante ya fue. Quizá en unos cinco años a alguien le interese reflotar la idea, pero mientras tanto le sugiero que abra un restaurant y aproveche lo que le queda de fama.
Augusto seguía sin poder caer en la cuenta de lo que sucedía. O en realidad, caía y no podía entenderlo. "Coma primero, pregunte después" era el programa más original de cocina del que tenía memoria. Un formato de hora y media donde sentaba a comer a grandes personalidades de diferentes ámbitos, dialogaban de temas diversos mientras iban degustando un plato exótico, del que no se proporcionaba ningún dato hasta el último segmento, donde se emitía la grabación del momento en que era preparado. Los platos contenían elementos poco vistos o a veces repudiados, como insectos o vegetales no tradicionales, que sin embargo, con la gran mano culinaria de Augusto se convertían en manjares que largamente eran comentados a lo largo de la semana en las redes sociales y en otros programas televisivos.
Era increíble ver la cara de sorpresa de los invitados, que el director de cámaras oportunamente iba tomando y emitiendo en un recuadro de la pantalla, en la medida que se iban develando los secretos del plato de turno. "Coma primero, pregunte después" había vendido incluso franquicias a otros países, pero solo aquí había logrado permanecer tanto tiempo en el aire.
Hasta ahora.
El chef trató de disuadir a lo largo de dos horas al director, pero su posición era inflexible. Ya tenía incluso la programación preparada para el mes siguiente. Y el rumor que había corrido por los pasillos en las últimas semanas se había transformado en un hecho. El fin tenía su cita.
- Entonces solo me queda un programa - reflexionó a punto de irse de la oficina el chef - Solo uno...
- Exacto - confirmó el ejecutivo.
- Está bien, solo le pido una cosa, permítame traer a quiénes yo quiera, no importa el costo. Solo le pido eso y terminaremos el programa de la mejor manera. Un gran final, que nadie olvide.
- Concedido - dijo el hombre sentado del otro lado del escritorio.
Augusto eligió a lo grande. Un ministro de jerarquía, el presidente de la Nación, el jefe de estado del país vecino con quién las relaciones no estaban del todo bien, el conductor televisivo de moda que tenía a su cargo el programa que reemplazaría al suyo, el representante máximo de la iglesia católica local, un rabino de renombre y un político de trayectoria cuya función parecía ser la de quejarse de quién estuviera en el poder, sin importar bandera.
Los datos de los invitados del último programa fueron filtrados a cuenta gotas, con el fin de crear misterio. Siempre la incógnita del programa era la mesa, cómo estaría conformada y por supuesto, el plato principal. Se esperaba un buen rating, aunque ya se le había adelantado que ninguna cifra cambiaría el destino.
El viernes por la mañana los diarios hacían mención de la última emisión del otrora aclamado programa en artículos de hasta una página de extensión. Augusto estaba feliz. No era común una mesa con tan prestigiosos invitados. Por eso es que se había esmerado con el plato principal, uno suculento y al mismo tiempo delicioso, cuyo preparativo le llevó casi toda la tarde. Para que nadie delatara, solía preparar el plato en soledad, en una cocina con cámaras fijas, para que luego su editor de confianza preparara el compilado definitivo que se emitía como frutilla del postre. Cumplió el rito por última vez, casi con un dejo de tristeza.
Pero al salir del estudio donde estaba la cocina, el pavor se había apoderado de los pasillos.
- ¿Qué sucede? - le preguntó a un sonidista, uno de los pocos que parecía no tener prisa en aquel manicomio en el que se había convertido el canal.
- Secuestraron al director del canal.
- ¿Cómo?
- Si, parece que dejaron una nota o algo. La verdad, me parece una movida política. Escuché que se quiere postular, así que seguro está haciendo alarde...
- Pero... ¿salimos al aire con el programa?
- Ni idea, yo me quedo acá, en mi puesto. No me van a pagar más ni menos por preocuparme.
Augusto dejó al sonidista atrás y tomó el pasillo que conducía hasta la dirección. Como era de suponer, había convocada una reunión.
El segundo ejecutivo de la emisora tenía la palabra.
- Si lo que desean es ponernos de rodillas, no lo harán. No haremos un circo de esto, saldrá el programa al aire y haremos énfasis dentro del programa de lo sucedido, pero no cambiaremos nuestra rutina. Eso quieren estos terroristas...
- ¿Han sido terroristas? - preguntó en voz baja Augusto a su director de cámaras, que estaba parado debajo del marco de la puerta.
- No, no se sabe en realidad, pero viene usando ese término desde hace media hora.
- ...quieren que les rindamos tributos y es precisamente lo que no haremos. Está llegando el presidente al canal, el jefe de estado de un país vecino, personalidades de suma importancia. Esas son nuestras cartas. Y las jugaremos en el peor momento. Y les demostraremos quienes somos. Nuestro director estará orgulloso cuando todo esto termine.
Hubo aplausos, aunque no tan firmes. Algunos dudaban. Los demás canales estarían emitiendo durante todo momento sobre el secuestro y ellos estarían haciendo en vivo un programa de entrevistas y cocina.
Augusto cruzó una mirada con su director.
- ¿Salimos al aire entonces?
El director se encogió de hombros.
- Así parece.
Faltaba una hora para el comienzo del programa. Cada uno comenzó con sus respectivas tareas. Augusto se encerró en su camarín, repasando una serie de preguntas que había elaborado para sus invitados. Claro que los temas irremediablemente se desviarían hacia la noticia del momento.
Un mensaje de texto obligó a que observara un instante su celular. Era de su editor de confianza.
- Terminada la edición. ¡Qué plato!
No solo era su editor, sino también su mano derecha y pareja. Aunque esto último era un enorme secreto. Augusto sonrió. Si el plato le había gustado, sería un éxito en la pantalla.
Faltando quince minutos, se dirigió a la cocina a servir los platos. Se encargaba personalmente de hacerlo desde el primer programa. Aquello, decía, era un arte. Y gran parte del valor agregado que le daba a cada porción estaba en ese instante de intimidad.
Lo que siguió a continuación ocurrió con la voracidad de un tifón. El vértigo de la televisión y del último programa, de la noticia impactante del secuestro del máximo ejecutivo del canal, del impacto mediático de tener en medio de la tormenta a importantes personalidades en una misma mesa. La presentación, las expresiones de congoja ante lo sucedido, los invitados, la mesa, las primeras preguntas, las alusiones permanentes al secuestro, otras preguntas, la comida, la degustación, los rostros felices ante el buen sabor de la carne y su salsa, los elogios en los cortes comerciales... un verdadero tornado de emociones, una montaña rusa siempre en ascenso y el rating trepando índices como hacía tiempo no se veía.
Los televidentes llamaban y dejaban sus mensajes. Había record de mensajes de textos y las redes sociales explotaban. Mientras tanto, en cada pausa para las publicidades se emitía un flash de noticias con la actualidad del secuestro. Los minutos pasaban y el último programa del ciclo se consumía de manera épica.
El retorno del bloque de publicidades y noticias los encontró terminando el plato principal. El presidente había repetido por tercera vez, lo mismo que el ministro. Los demás se sirvieron dos veces. Algo notable que era característico de "Coma primero, pregunte después", es que la comida era abundante y Augusto tenía el tino de ir turnando las entrevistas para que los comensales pudieran disfrutar sus manjares.
A pesar de la tensión que se vivía detrás de cámaras, donde se esperaban noticias de los secuestradores, en la mesa se había logrado un clima distendido en el tramo final. Con sonrisas picaronas los invitados aventuraban sobre la preparación del plato principal, principalmente, en la salsa que acompañaba la carne. Nombraban ingredientes como si arriesgaran respuestas en un concurso de preguntas. Augusto sonreía y levantaba las manos, en su gesto habitual que su tele audiencia traducía como un "todo a su debido momento". El "detrás de escena" de la preparación y la revelación de los ingredientes era la parte más festejada del programa y lo que, con seguridad, lo diferenciaba de todos los demás.
Las cámaras enfocaban a Augusto y saltaban de un comensal a otro. El chef manejaba muy bien los tiempos y sabía que el silencio era un ensayo de la despedida. Entonces, miró la cámara principal. Se acercaba el adiós.
- Hoy nuestros ilustres invitados han saboreado un plato que a simple vista es tan solo carne al horno con salsa y ensaladas varias. Pero como es costumbre, aquí nada es lo que parece, sino mucho más. Salvo las ensaladas, que no tienen demasiado secreto en el día de hoy, vamos a revelar a nuestros invitados y a ustedes del otro lado de la pantalla, la receta misteriosa del día de hoy.
Una breve publicidad que patrocinaba el momento le permitió a Augusto ponerse de pie. Al volver su imagen, el semblante era de total felicidad.
- Hoy - prosiguió - vamos a presenciar una comida única, difícil de repetir, dado los ingredientes. Podríamos decir que hoy los sentados a la mesa han sido unos privilegiados - dijo con complicidad hacia sus invitados - como lo he sido yo, este chef extravagante pasado de moda que les está hablando, al poder elaborar esta receta, la última, la mejor, la que dará que hablar por décadas. Y antes de ir al video, les voy anticipando el ingrediente principal. Tome nota señor, señora. ¿Está preparado? No se equivoque, ni se haga ilusiones, no se lo van a vender en la carnicería de su barrio. Pero si quiere pregunte, por ahí tienen aunque sea un kilo de un director ejecutivo de un importante canal de televisión.