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Me encontré de frente con una
aglomeración silenciosa que picó mi curiosidad y de súbito lo vi, era un pie lo
que provocó mi inquietud, un pie descalzo, cansadode las muchas patadas que
había dado a la vida, marcado por las durezas a las que había tenido que hacer
frente y al final, envejecido. Fue un flash, un segundo que se quedó colgado en
mi mente creándome un gran desasosiego. Ese pie que en la caída había perdido su
zapatilla, desnudo se liberaba del silencio al que seguramente durante
largo tiempo había estado sometido.
¿Y la zapatilla? Tal vez en un
momento dado alguien se encuentre con ella. Pocas cosas hay tan inquietantes
como encontrarse una zapatilla usada. En este caso, de encontrarla yo, se la hubiera puesto para
cubrir esa desnudez que gritaba al mundo y así, hubiera metido ese pie en su propio ataúd
para acallar tanta miseria, soledad y abandono al que sometemos a nuestros
mayores.
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