Como de gotas metálicas

Publicado el 21 agosto 2012 por Humbertodib

Un sonido agudo (como de gotas metálicas) llega a mis oídos sin ningún obstáculo, mientras que la luz de la mañana invade el cuarto y me abre los párpados contra mi voluntad. Dos voces masculinas se escabullen por entre los bips y -poco a poco- van construyendo una realidad en la que los murmullos se vuelven palabras y se encadenan en un idioma que ahora reconozco. Entonces aguzo el oído y escucho “muy grave”, pero una punzada debajo de la rodilla me desconcentra y ya no entiendo nada más. Cuando intento llevar las manos hacia allí, noto que tengo los brazos escayolados y que no alcanzo a tocarme. Entonces miró alrededor y se desvenda la obviedad: estoy en un cuarto de hospital. El único sonido que percibo es ese maldito pitido que se acelera como si escoltase la llegada de la verdad. No recuerdo qué sucedió y ruego que nada me lo haga recordar, sin embargo, un fuerte dolor en el pie izquierdo me traiciona y hace que varias imágenes se derrumben sobre mi cabeza y me lleven hasta la escena en la que dos bomberos me cortan las piernas para sacarme de la cabina del auto. No. Tengo que levantarme y caminar y abrir la ventana y respirar aire fresco y detener ese maldito sonido, ahora llano, que sentencia mi destino. Finalmente, decido que lo mejor es quedarme inmóvil en la cama, volver a cerrar los ojos e implorar que el verdadero despertar no demore en llegar. El pitido ya no me molesta.