Pasa una cosa muy curiosa. Más que curiosa, surrealista. Veréis.
Mi abogado (representándome, claro) ha tenido cuatro reuniones con la fiscal y con el juez que me tuvieron encarcelado sin motivo desde el día 15 de junio hasta el dia 8 de octubre, y en arresto domiciliario entre el 8 y el 29 de octubre. Total: cuatro meses y medio. En esas reuniones (a tres de ellas he asistido yo, personalmente) mi abogado ha planteado un acuerdo tanto con la fiscal como con el juez. “Le pagan a mi cliente XXXXXX euros, le dan un papel diciendo que se han equivocado, que lo sienten con todo el alma, y esto se acaba. Nadie más se entera del error. Ni prensa, ni tribunales ni el Sursum Corda” (esta coletilla del Sursum Corda es muy de Nicola, el abogado).
En ninguna de las reuniones se ha obtenido resultado satisfactorio. Tanto la fiscal como el juez alegaban que pedíamos demasiado dinero y que ellos no estaban dispuestos a desembolsar tal cantidad de sus bolsillos porque les parecía exagerado. Ante esto, Nicola siempre daba los mismos argumentos: el salario mensual que yo percibía antes de ser arrestado por error (demostrado por mil documentos de la que encontes era mi empresa), los daños psicológicos causados (una persona decente en la cárcel, rodeado de auténticos criminales… bla bla bla ;-) ), los daños morales (casi cinco meses separado de su hija pequeña, sin poder siquiera llamar a su familia, desasistido legalmente durante casi un mes, etc…) más la pasta que el abogado tiene que cobrar. Total, que no es nada exagerado lo que se pide. Sobre todo si se compara con todo lo que pueden llegar a perder los dos adalides de la justicia italiana: sueño, prestigio e incluso el trabajo.
Hace unos días, la fiscal dijo que sí. Que estaba de acuerdo con firmar el acuerdo. Que ella pagaba su parte con tal de que nadie más se enterara de la putada que me habían hecho. Ante esa afirmación, Nicola le pidió que presionara un poco al juez, porque el acuerdo “o lo firman los dos o no vale de nada”.
Nicola ha mantenido hoy una reunión con los dos, de nuevo. A esta no ha hecho falta que yo fuera. El juez sigue diciendo que no acepta el acuerdo. Ante esta negativa, Nicola ha sacado de su cartera un puñado de folios. Concretamente dos puñados de folios. Uno para el juez y otro para la fiscal. Según me ha comentado por teléfono (y como lo conozco, me lo creo a pie juntillas) simplemente les ha dicho: “Aquí tienen una copia de la denuncia y la justificación de la misma que mi cliente va a presentar, ahora mismo, en contra de ustedes. Para que vayan preparando su defensa. Si pueden”. Por secuestro de personas, con el agravante de abuso de autoridad y tres cosas más que no he entendido bien (aunque Nicola crea que habla bien el español, no es así…). Tres minutos más tarde, Nicola ha llamado a uno de sus asistentes, que estaba esperado en la puerta de la Questura di Roma, para presentar la denuncia. Y la ha presentado. Con dos cojones.
Así que aquí me veis, denunciando a una fiscal y a un juez. Contando ahora los días que faltan para que me llamen a declarar para explicar, de nuevo, todo lo que pasé en la cárcel. Sé que, al final, la indemnización que me den no será, ni por asomo, la que hemos pedido. Solo espero que se haga justicia. Solo espero que reconozcan el error que han cometido conmigo. Aunque, a decir verdad, y viendo a Berlusconi donde lo veo a diario, no confío mucho en la justicia. Por lo menos no en la italiana.