Esa mañana, él se disponía a tomar su café. «Negro y bien cargado, como mi conciencia», pensó.
Quienes lo conocían, sabían que no se caracterizaba precisamente por ser jovial y elocuente. Al contrario, se sabía su fama de amargado.
Quienes realmente lo conocían, sabían que lo anterior solo era una barrera pasajera que, quienes la habían superado, se habían ganado su amistad sincera y lealtad verdadera.
Esa mañana, él termino su café y se dispuso a continuar con su día.
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Imágen: Daw8ID