Imagen sacada de Google
Todo el
mundo sabe como preparar una copa de ginebra. No hace falta cursar una carrera
de cuatro años para aprender a hacerlo.
Nos hace
falta: una copa, unos cubitos de hielo, unas rodajas de limón y una botella de
ginebra, (esto último es primordial para poder preparar este exquisito manjar).
Lo primero
que hay que hacer es coger la copa, es preferible que ésta este limpia, pero si
no se ha tenido tiempo o ganas de lavarla no pasa nada ya que el alcohol es
multiusos y lo mismo sirve para curar una herida que para limpiar cualquier
superficie. Veréis que el surco de suciedad irá desapareciendo poco a poco
según se vaya bebiendo.
Se coloca el
cáliz sobre una superficie horizontal con la base hacia abajo, con unas pinzas
se agarra un trozo de hielo y se deja caer suavemente dentro de él, se puede
repetir esta operación hasta en tres ocasiones, poner más podría considerarse
un sacrilegio. Se desenrosca el tapón de la botella y se deposita sobre
cualquier lugar; se coloca el recipiente de la ginebra en perpendicular a la
copa para que el liquido fluya suavemente hasta llenar dos dedos de la misma
(Los dos dedos se medirán siempre en horizontal, nunca en vertical), se unta
una rodaja de limón por todo el borde y se echa el sobrante dentro, y ya se
tiene la copa de ginebra lista.
Hasta ahí,
todo normal, es fácil, pero el problema se presenta al intentar ponerse la
última copa, pues parece que esta ha cobrado vida y se mueve de un lado al otro
a una velocidad relativa al alcohol ingerido.
Intentar
coger el hielo con las pinzas es casi imposible. Lo mejor es agarrarlo con la
mano y echarlo de golpe. Si no entra dentro no pasa nada, en ese instante no se
diferencia si tiene hielo o no. Se sujeta fuertemente la botella con una mano,
y con la otra, el recipiente de cristal para que deje de bailar, despacio, se
va subiendo la mano hasta llegar a tocar
con el pulgar y el índice el cuello de la botella. Se vuelca un poco para que caiga el líquido
transparente. Solamente un poco, pues la medida de los dos dedos hace un rato
que no nos sirve de nada. Lo echamos a ojo, aunque se vea borroso; paramos de
servir poniendo cara de “me he pasado”. No busques el limón, ya no queda. Y por
fin habremos acabado.
Pero ahí no termina la cosa, porque tras bebernos el último
trago comienza la tarea más difícil, encontrar el tapón para que la ginebra no
se volatilice.