Revista Diario
Me encuentro sentado en el borde una cama, frente a una ventana. Nada me es familiar. Estoy en casa ajena. No sabría muy bien donde estoy, ni mucho menos como llegar a casa.El último recuerdo que tengo son las risas, los comentarios y las confidencias de mis amigos donde siempre, con los de siempre. Momentos únicos y felices.Pero ahora no se como volver a mi día a día.Alguien anoche puso varias mantas para que durmiera mejor. Como anticipando al calor veraniego, mi cuerpo utilizó la mitad de ellas. El resto fueron cayendo durante toda la noche al suelo.Una habitación desconocida, con la puerta medio abierta. En la habitación de al lado, la puerta también entreabierta. Miro por la ventana, parece que una tormenta está a punto de llegar.Pasan las horas, me preparan el desayuno. Hacía años que no desayunaba como dios manda. Hasta la noche no necesité comer más.A medio camino a la estación me acompañó. Largo el camino. En mi cabeza seguía el dolor provocado por el umeshu y el ron con cola de la noche anterior.Y como siempre, esa sensación de mundo nuevo de regreso a mi humilde casa, donde seguiría tecleando y hacer ver que trabajaba.Bendito sea, aunque solamente sea por pagar las facturas. Las de la casa y otras de mi alma.