Posted: 21 Jun 2018 03:00 AM PDT
Cuando se trata de alcanzar la felicidad, la mayoría de las personas se preguntan: “¿Qué debo hacer?”. No es extraño, imbuidos como estamos en la cultura del hacer y la ocupación plena del tiempo hasta que no quede ni un minuto libre. Los grandes filósofos, sin embargo, se preguntaban: “¿Qué clase de persona debería ser?”.
El secreto está en el equilibrio
Muchos grandes pensadores solían recurrir a la ética de la virtud en busca de respuestas. Aristóteles, uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos, desarrolló un sistema integral sobre la virtud que podemos poner en práctica perfectamente en los tiempos modernos para alcanzar un estado de equilibrio emocional y paz interior en el que florezca de manera natural la felicidad.
De hecho, su sistema de ética de la virtud está especialmente pensado para ayudarnos a alcanzar la “eudaimonia”, una palabra muy interesante que normalmente se traduce como “felicidad” o “bienestar” pero que en realidad significa “florecimiento humano”.
Eso significa que Artistóteles pensaba que la felicidad es un resultado de una manera de vivir y de una forma de ser, que llega cuando somos capaces de desarrollar nuestras potencialidades como persona y construir un “yo” sólido. ¿Cuál es esa manera de vivir?
Aristóteles pensaba que el secreto se hallaba en el equilibrio, una idea que se relaciona con otros sistemas filosóficos como el budismo. Este filósofo pensaba que una vida de abstinencias, carencias y represión no conduce a la felicidad ni a un “yo” pleno. Pero una vida hedonista tampoco es el camino ya que los excesos suelen generar una forma de esclavitud hacia el placer, generando al final un vacío existencial.
“La virtud es una posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto”, escribió. Y para desarrollar la virtud, simplemente debemos aprovechar todas las oportunidades que se presentan ya que no se trata de conceptos teóricos sino de actitudes, decisiones y comportamientos que deben guiar nuestra vida.
Las 10 virtudes aristotélicas para alcanzar la eudaimonia
En la Ética a Nicómaco, el libro más conocido de Aristóteles escrito en el siglo IV a. C., elenca las virtudes que deberíamos desarrollar para alcanzar la eudaimonia:
1. Apacibilidad. Es la capacidad para controlar nuestro temperamento y las primeras reacciones. La persona paciente no se enoja demasiado pero tampoco dejar de enojarse cuando tiene motivos para ello.
2. Fortaleza. Es el punto medio entre la cobardía y la imprudencia. La persona fuerte es aquella que afronta el peligro siendo consciente de los riesgos y tomando las precauciones necesarias. Se trata de no correr riesgos innecesarios pero tampoco evitar los riesgos necesarios para crecer.
3. Tolerancia. Es el equilibrio entre el exceso de indulgencia y la intransigencia. Aristóteles pensaba que es importante perdonar, pero sin caer en el extremo de pasar de todo dejando que los demás pisoteen nuestro derecho o nos hagan daño deliberadamente sin responder. Tan negativo es ser extremadamente tolerantes como extremadamente intolerantes.
3. Generosidad. Es el punto medio entre la mezquindad y la prodigalidad, se trata de ayudar a los demás pero sin entregarnos tanto que nuestro “yo” se diluya.
4. Modestia. Es la virtud que se encuentra en el punto medio entre no darse el crédito suficiente por los logros alcanzados debido a una baja autoestima y tener un ego desmesurado que nos haga pensar que somos el centro del universo. Se trata de reconocer nuestros errores y virtudes, asumiendo las responsabilidades que nos corresponden, ni más ni menos.
6. Veracidad. Es la virtud de la honestidad, que Aristóteles sitúa en un justo punto medio entre la mentira habitual y la falta de tacto para decir la verdad, de manera que la persona se convierte en un kamikaze de la verdad. Se trata de evaluar el alcance de nuestras palabras y decir lo necesario, ni más ni menos.
7. Gracia. Es el punto medio entre ser un bufón y ser tan antipático que resultamos rudos. Es un saber estar, de manera que los demás disfruten de nuestra compañía.
8. Sociabilidad. Mucho antes de que los neurocientíficos descubrieran que tenemos que escoger a nuestros amigos con cuidado porque nuestro cerebro terminará pareciéndose al suyo, Aristóteles ya nos advertía del peligro de ser demasiado sociables con demasiadas personas, así como de la incapacidad para hacer amigos. El filósofo creía que debemos elegir a nuestros amigos con cuidado pero que también debemos cultivar esas relaciones.
9. Decoro. Es el punto medio entre ser demasiado tímido y ser desvergonzado. Una persona decorosa se respeta a sí misma y no teme cometer errores, pero no cae en la insolencia ni la impertinencia intentando pasar por encima de los demás. Es consciente de que todos merecen ser tratados con respeto, y exige ese mismo respeto para sí.
10. Justedad. Es la virtud de tratar justamente con los demás, a medio camino entre el egoísmo y el desinterés total. Consiste en tener en cuenta tanto las necesidades ajenas como las propias, para encontrar el punto medio que nos permita tomar decisiones más justas para todos.
Lo más interesante de la propuesta de Aristóteles es que hay espacio para el error, para equivocarnos, aprender y mejorar sin sentir por ello que somos malas personas o que no lo lograremos. ¿Qué piensas?