Revista Literatura

¿Cómo ser un buen escritor?

Publicado el 05 junio 2011 por Blancamiosi

¿Cómo ser un buen escritor?Esta pregunta que muchos de los que escriben se deben hacer no es tan fácil de responder.  Empecemos: ¿Qué se debe hacer para ser escritor?: «Escribir». Sería la respuesta adecuada.  Pero resulta que no es tan sencillo. Escribir cualquiera lo hace, desde un niño de primaria hasta un anciano que aún conserve la vista. Ser escritor ya es diferente.  Se trata de hilvanar una serie de acontecimientos narrados de tal manera cuyo interés no decaiga. Un autor exitoso como Stephen King lo dijo en su libro:
Escribe el tímido: «La reunión ha  sido programada para las siete.» Es como si le dijera una vocecita: «Dilo así y la gente se creerá que sabes algo.» ¡Abajo con la vocecita traidora! ¡Levanta los hombros, yergue la cabeza y toma las riendas de la reunión! «La reunión es a las siete.» Y punto. ¡Ya está! ¿A que sienta mejor? Tampoco propongo suprimir del todo la voz pasiva. Supongamos, por ejemplo, que se muere alguien en la cocina, pero que acaba en otra habitación.
Una manera digna de explicarlo es «El cadáver fue trasladado de la cocina y depositado en el sofá del salón.», aunque confieso que el «fue trasladado» y el «fue depositado» siguen poniéndome los pelos de punta. Los acepto, pero no los aplaudo. Preferiría «Freddie y Myra sacaron el cadáver de la cocina y lo depositaron en el sofá del salón». Además, ¿por qué tiene que ser el cadáver el sujeto de la frase? ¡Coño, si está muerto! Bueno, da igual.
Dos páginas seguidas de voz pasiva (las que hay en casi cualquier texto comercial, y en kilos y kilos de narrativa barata) me dan ganas de gritar. Queda fofo, demasiado indirecto, y  a menudo enrevesado. «El primer beso siempre será recordado por mi memoria como el inicio de mi idilio con Shayna.» ¿Qué tal? Un bodrio, ¿no? Hay maneras más sencillas de expresar la misma idea, y con más ternura y más fuerza. Por ejemplo así: «Mi idilio con Shayna empezó con el primer beso. No lo olvidaré.» No es que me encante, por el doble «con», pero al menos nos hemos desmarcado  de la voz pasiva maldita.
¿Y de qué se nutre una persona que desee escribir? —presten atención—: no pregunto: «¿De qué se nutre un escritor?» Porque hablo de una persona que desea ser escritor, los que ya lo son, sabrán de qué se alimentan.  Por otro lado, no me anima mucho el título de “Escritor”.  Todavía siento respeto por ellos y cuando me preguntan «¿A qué te dedicas?» Suelo responder: «A la venta de maquinarias de Taiwán».  Y es la verdad.  Si la conversación se extiende puedo intercalar: «Me gusta escribir». Hasta ahí.
Según King y aunque no lo crean yo también lo he pensado, se nutre de la pregunta en condicional «¿Y si?»:
Una situación con fuerza pone en  entredicho toda la cuestión del argumento, y me parece bien. Casi todas las situaciones interesantes pueden exponerse mediante una pregunta en condicional: ¿Y si los vampiros invadieran  un pueblecito de Nueva Inglaterra?  (El misterio de Salem's Lot)
¿Y si en un pueblo apartado de  Nevada enloqueciera un policía y empezara a matar a cualquier persona que se cruzara en su camino? (Desesperación)
¿Y sí una asistenta sospechosa  de haber asesinado impunemente a alguien (su marido) fuera acusada de un homicidio que no ha cometido (el de su jefe)? (Dolores Claiborne)
¿Y si una mujer se quedara encerrada en un coche averiado con su hijo pequeño por culpa de un perro rabioso? (Cujo)
¿Cómo ser un buen escritor?¿Y si yo me encontrara de casualidad un manuscrito cuyo autor fuese un desconocido y hubiese muerto antes de publicarlo? ¿Y si el manuscrito fuese mágico? ¿Y si la primera página de ese manuscrito fuese tan buena que no pudiera dejar de seguir leyendo?
Estas preguntas merecen contestaciones que ya de por sí darían origen a una novela.  La última de las preguntas me obligó a escribir la mejor primera página de una novela (según yo), para ser consecuente con la historia que empezaba a surgir.
La famosa crisis editorial que se remonta ya a dos años y algo más es una excusa más que suficiente para que editoriales y agentes tengan una respuesta convincente para rechazar manuscritos, sin embargo, siempre corre alguna noticia de que fulano o zutano está por publicar su segunda novela, y aparecen las preguntas incontestables: ¿Entonces por qué rechazaron la mía?, ¡soy tan bueno o mejor que él(ella)!  
Creo que es preferible en estos casos dedicarse a escribir.  Seguir haciéndolo cada vez mejor y disfrutar de ello, que no es verdad que uno sea la octava maravilla aunque haya publicado una o más veces, que publicar es más un accidente circunstancial que otra cosa y que ¡Válgame Dios! Para poder publicar es necesario tener un buen material entre manos; mayor razón si existen tantos «escritores» haciendo que esto se convierta en una carrera de obstáculos.
Un amigo me dijo recientemente: «El 99% del material que nos envían para evaluación es impublicable.  No comprendo cómo hay tanta gente que dice llamarse escritora y creer que de verdad lo es».  Esto les dará una idea de la cantidad de verdadero talento que existe: 1%.
Hay muchos escritores, algunos de ellos regulares y hasta buenos, pero los verdaderamente geniales son muy pocos.  Por algo será. La genialidad no se aprende, se nace con ella, de allí que cuando leemos sus biografías descubrimos que sus vidas no fueron nada simples.  Fueron especiales, enriquecedoras, sobresalientes, únicas, también fuera del ámbito literario.
Lo mejor de todo es tomarse la escritura como un placer, un disfrute reemplazable solo por la lectura. Leer mucho sin fijarse en los detalles técnicos, solo gozar leyendo, que algo va quedando en el subconsciente, y un poco de ese algo tal vez algún día nos hará ser escritores.  
B. Miosi

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