Revista Talentos

Cómo sobrevivir a un día feriado

Publicado el 20 junio 2014 por Perropuka

Cómo sobrevivir a un día feriado
Como alguna vez confesé, los feriados y demás días festivos me sumergen en la modorra, en la apatía generalizada, a veces rondando la depresión. Es cuando menos quiero hacer valer mi derecho a la pereza, aunque parezca contradictorio. Unos rezan y ruegan porque llegue el fin de semana y por poco lanzan cohetes cuando en el noticiero recuerdan que tal día es festivo u ocioso por ley. Pucha, que a mí me jode que a mitad de semana se trastoque el ritmo de la existencia, como un coitus interruptus de la normalidad. Ahora mismo estaba enfrascado en acudir continuamente al gimnasio para batallar con los fierros, pero mi voluntad fue dinamitada por el anuncio del Corpus Christi, una paja de religiosidad que hasta ahora no entiendo para qué sirve realmente. Entretanto, decenas de devotos madrugan para, enfrente de algunas iglesias, elaborar sobre el pavimento gigantescos mosaicos religiosos con flores. Ya quisiera ver ese mismo espíritu de laboriosidad con el desarrollo del país. 
Así las cosas, con el ánimo irritado y las fuerzas por el suelo, me consolé devorando un montón de frutas, especialmente después del mediodía. Recordé de pronto que como este día se celebra la eucaristía, la gente consume ciertos frutos a modo de tradición, de ahí que en los alrededores de los templos se instalen puestos ofreciendo cacahuetes, uvas, mandarinas, manzanas, rosquetes y el conocido chambergo de azúcar. Que haya disfrutado de tantos productos de la Pachamama es pura casualidad, jamás le digo que no a un postre de frutas aunque me haya llenado con un almuerzo suculento.
Promediando las tres de la tarde, bajé al departamento de mis primos para observar el partido entre Uruguay e Inglaterra, de antemano el duelo futbolístico pintaba para una tarde épica. Nuevamente fui tentado por una canasta de frutas y maníes que mi tía nos ofreció a todos los chavales,  prácticamente con los ojos clavados en la pantalla del televisor. De allí no nos movía nadie y solo hacíamos pausa para alargar la mano y hacer crepitar de rato en rato las cáscaras del maní como unos autómatas. A momentos soltábamos interjecciones y murmurábamos comentarios como los mejores entrenadores del mundo. Como en nuestros tiempos de la infancia fuimos inmensamente felices por noventa minutos, ajenos al trajinar del reloj y al murmullo de las cortinas sacudidas por un viento calmo. 
Celebramos y aplaudimos las lindas jugadas y los generosos lances de pundonor que dejaron ambas escuadras, pero el grito estentóreo de uno de mis primos soltando su “¡goool, carajo!”en la agonía del partido por poco sacude los cimientos de la casa. Ahí nomás quedé en evidencia de que soy un pecho frio, a pesar de que en el fondo me alegró sobremanera el segundo gol uruguayo, pero no me salió ningún grito ni otra expresión espontánea, salvo agitar un puño bastante rabioso que para otros hinchas sonará a festejo blando. Y eso que los charrúas son mi equipo favorito de toda América. Después de esa mínima inyección de adrenalina quedé bastante provisto para el resto del día. El siguiente partido ya no me intereso más. Antes procuraba no perderme ningún partido de los mundiales. Ahora con algunos muy puntuales, especialmente entre las potencias, me doy más que satisfecho. 
Cerré la tarde y las primeras horas de la noche oyendo un disco de un grupo que acabo de encontrar husmeando en internet. Aunque no soy muy devoto del rock progresivo pero el virtuosismo de esta desaparecida banda me ha dejado anonadado. Rock con mucha altura, cuesta creer que haya sido generada por músicos bolivianos. Lo más curioso es que son unos auténticos desconocidos, incluso por mí, dada mi curiosidad insaciable ni sospechaba de su existencia. En la década de los setenta, por lo visto, se produjo rock de calidad con sello nacional. Ahí tenemos a Wara con su excelente y extraño álbum psicodélico denominado El Inca (1973), aunque luego la banda se inclinó por el folk. Sin embargo, el trio Clímax fue capaz de sacar el álbum más conceptual y perfecto en lo que a rock nacional se refiere, una auténtica obra maestra es Gusano Mecánico (1974). Lástima que haya durado un parpadeo, un relampagueo fulminante sacudiendo las vibras de los jóvenes de la época. Quizá fue mejor, haciendo honor a su nombre. Gracias a la tecnología y el aporte de gente generosa, los jóvenes de hoy podemos disfrutar de esta exquisitez. He aqui una muestra de su música:
  • Tranfusión de luz

 ----------------------------------PS. Si les convence pueden bajarse el album completo, hasta sacan una version magnifica del clásico "Born to be wild" de Steppenwolf (clic en la pestaña Saltar publicidad y listo, Calixto)

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