Cómo traducir el viento

Publicado el 31 julio 2015 por Fer @Ferabocadejarro

"Ode to the West Wind", Mural en el Soho londinense


DEFENSA DE LA POESÍA, (1822)
Un poeta es un ruiseñor oculto en la sombra que canta para alegrar su propia soledad con dulces sonidos; sus oyentes son como hombres extasiados por la melodía de un músico invisible, que se sienten conmovidos y enternecidos, aunque ignoran el origen y la causa de su emoción.
La poesía no es, como el razonamiento, una facultad que se ejerce conforme a las determinaciones de la voluntad. Nadie puede decir: "voy a hacer poesía". No puede decirlo ni siquiera el poeta más grande; porque la mente en la creación es como una brasa semiexitinguida que alguna influencia invisible, cual un viento inconstante, despierta a un transitorio esplendor. Este poder brota desde dentro, como el color de las flores que empalidece y cambia en el curso de su desarrollo, y las partes conscientes de nuestra naturaleza no pueden profetizar ni su advenimiento ni su partida. Si este influjo pudiese perdurar en su intensidad y pureza, sería imposible predecir la magnitud de los resultados; pero cuando el acto de composición comienza, la inspiración se encuentra ya en su ocaso, y la poesía más gloriosa que ha sido transmitida al mundo no es probablemente sino una débil sombra de las concepciones originales del poeta.
La poesía despierta y engrandece el espíritu mismo, tornándolo en receptáculo de mil combinaciones de pensamiento no sospechadas. Levanta el velo que cubre la belleza oculta del mundo y hace que los objetos familiares sean cual si no fueran familiares; vuelve a producir todo lo que representa y las personificaciones envueltas en su luz elísea perduran, desde allí en adelante, en los espíritus de aquellos que una vez las han contemplado, cual recuerdos de ese contento dulce y elevado que se extiende a todos los pensamientos y acciones que ella acompaña.
La poesía nos obliga a sentir aquello que percibimos y a imaginar aquello que conocemos.

Ζέφυρος
El viento del oeste en la tradición occidental es considerado un viento suave y favorable que sopla del poniente hacia el sol naciente. En la mitología griega lo encarna Céfiro, el dios que trae consigo a la primavera y las suaves brisas del verano entrante. Cuenta Wikipedia que se le representa como un hombre joven, con alas de mariposa o hada, sin barba, semidesnudo y descalzo, cubierto en parte por un manto sostenido entre sus manos, del cual lleva y va esparciendo una gran cantidad de flores. Su equivalente en la mitología romana es Favonio (Favonius, ‘favorable’, un nombre muy común en la Antigua Roma), quien ostenta el dominio sobre las plantas y flores.
Es posible que la poesía de Shelley produzca un efecto semejante al del céfiro sobre mí. Es posible que resulte imposible traducir a Shelley en su entrañable perfección poética, como también es posible que resulte imposible traducir al viento del oeste. Todo es posible...




Ode to the West Wind

                      I


O wild West Wind, thou breath of Autumn's being, 

Thou, from whose unseen presence the leaves dead

Are driven, like ghosts from an enchanter fleeing,



Yellow, and black, and pale, and hectic red,

Pestilence-stricken multitudes: O Thou,

Who chariotest to their dark wintry bed



The wingèd seeds, where they lie cold and low,

Each like a corpse within its grave, until

Thine azure sister of the Spring shall blow



Her clarion o'er the dreaming earth, and fill

(Driving sweet buds like flocks to feed in air)

With living hues and odours plain and hill:


Wild Spirit, which art moving everywhere;

Destroyer and Preserver; hear, oh hear!




Oda al Viento del Oeste


                         I
Salvaje viento del oeste, aliento del otoñal ente,

tú, que invisible arrastras las hojas secas

que huyen cual fantasmas de un hechicero silente


Amarillas, negras, pálidas y rojas coléricas;
por multitudes enfermas. Oh, tú, suave viento,
que llevaste a su oscuro lecho de invierno


las aladas semillas, humildes y frías
que yacen en sus tumbas, cual cuerpos muertos, hasta 
que la primavera azul, hermana tuya, hace oír

su clarín sobre la soñolienta tierra y llena
(trayendo dulces brotes que del aire se alimentan)
llanuras y colinas de aromas y colores:



Espíritu salvaje que viajas por la tierra,
Muerte y Vida, ¡escucha, escucha!




P.B. SHELLEY



"Nada del poeta pasaMas en la mar transmutaen riqueza y en rareza"
Epitafio en la tumba de Percy Bysshe Shelley en el cementerio protestante de Roma


A boca de jarro