Compartiendo momentos.

Justo en el limbo entre la fantasía y la realidad, justo en momento de la realidad y entrar en el sueño, siento cerca de mi oreja una pequeña brisa que acusaba movimiento. De pronto abro los ojos, y con lo poco que queda de luz en mi habitación puedo distinguir una sucia polilla. Rebotaba y rebotaba, una y otra vez golpeándose como tal masoquista entre mis cuatro muros. Las polillas son necias, pero aún con su ciega mirada, me dijo que la dejara en paz, simplemente hacía todo un show previo a quedarse ella dormida, era una vieja costumbre.

Compartimos la habitación, los bostezos, luego la sufrida calma y al fin un eterno silencio que se tradujo en estar absorbidos los dos en un profundo sueño.
Acabo de despertar.
Me duché largamente, y aprovechando mis poros abiertos gracias al vapor me rasuré la indecente barba que venía trayendo. 
Cinco pasos a la derecha, ya estaba en la cocina y me dí cuenta que el care` gallo ya se despedía de la señora gárgola.
Tomo un vaso, tres cubos de hielo. Lo mezclo con dos de café y tres de azúcar. El  sabor del café con leche me hace recordar que es otra mañana más.
Y entonces ahora tomo asiento, me termino mi café con leche y miro hacia el techo buscando a mi amiga. 
Sólo quedan las huellas.
De seguro viene al anochecer.