Complejo de perro

Casi todo está ya del revés, no es de extrañar que el perro del anuncio quiera convertirse en un coche. En la oficina hay mosquitos y ahora todo el mundo publica en las redes sociales en inglés: Frozen yogurt in Chueca, tía.
Empieza el mes del libro en todo el mundo y Fnac me manda un correo recomendándome La doble vida de Gwendolynne Price, de Portia Da Costa: Una pasión erótica oscura y singular que lubricará tus fantasías y que te hará experimentarlo todo. Me desconcierta bastante, porque mis fantasías ya son muy lubricadas de por sí y porque hay cosas que jamás querré experimentar. Pero Fnac insiste: Te he estado observando, Gwendolynne Price, ¿lo sabías? Cada día te miro en la biblioteca. Cada día siento la necesidad de tocarte. Cada día lucho contra mis instintos. No temas, querida Gwendolynne. No quiero hacerte daño. Solo quiero probarte. O acariciarte. Fantaseo contigo cada minuto que paso despierto. Mi único consuelo es imaginar que a ti te obsesiona también lo mismo. Bueno, creo que sólo puedes llamarte Gwendolynne si te apellidas Stacy. Y que espero que nadie hable así cuando te diga que te quiere en la cama. Y también que menos mal que existe el porno, y gratis.
Un compañero de la facultad estrena blog en ABC para hablar sobre publicidad. Muy sonriente, con foto suya en la cabecera, presentación de las que se suponen ocurrentes y una primera entrada de agradecimientos y recuerdos de infancia, como en las galas de premios: Parece que fue ayer cuando usaba dos piedras como portería y jugaba a ‘Poli y caco’ como si mi vida dependiera de ello. Cuando me ponía los manguitos a escondidas para parecer más valiente. Cuando me daba vergüenza hablar con niñas, o cuando hacía dibujos para mi pediatra y le decía a mi madre: “No me casaré nunca jamás”.­ Parece ayer, sí, pero han pasado casi veinte años. En el penúltimo párrafo de la entrada ha escrito tatarear. Si alguien más se da cuenta que se lo diga, por favor.
Yo también quiero ser un coche.