Complejos y felices

Después de quince días ausente, el sol apareció en la tarde de guardia, domingo de mayo. Una buena guardia. Leías en el periódico la noticia de la separación de un grupo de música. El cantante la anunciaba en un escrito colgado en su blog. Hablaba de complejidad y de felicidad. Dejaste el periódico encima de la mesa y saliste a ver la tarde en la calle, un paseo corto al lado del río. Leo miraba con los prismáticos el prado en lo alto del monte, donde pastaban sus tres yeguas. Una de ellas parió un potrillo hace ocho días. Había que vigilarlo. ¿Qué tal? Aburrido. Las guardias de domingo suelen ser pausadas. Y, más hoy, con tanto fútbol y tanta fórmula uno. Voy a dar un paseo hasta la plaza. Tranquilo, si viene alguien, te aviso. Te acercaste hasta las escuelas. En el muro de la entrada, un relato cincelado en una placa de metacrilato contaba que el dinero para construir el edificio fue donado por un vecino que regresó de Cuba con las manos llenas. ¿Qué diría si supiera que durante la guerra se usó como cárcel?
La vida y las cabezas son complejas. Y un grupo son varias vidas y varias cabezas, con lo que la complejidad crece. Finalmente, algo obvio: no todo el mundo es feliz con lo mismo.