Los compradores ya se han puesto el mono online y abandonan los latifundios analógicos. Ahora todo resulta un negocio sencillo y seguro (beguro), donde se experimenta el placer de dar esquinazo a las colas. Pero hasta 2002, con el advenimiento de la ley de Servicios de la Sociedad de la Información (LSSI), la compra online suponía toda una temeridad (algo así como un salto base hacia lo desconocido) que a veces se saldaba con un mensajero llamando a tu puerta (o no), o bien te topabas que a tu tarjeta de crédito le habían crecido los enanos.
Sin embargo, con la aprobación de esta ley, el terreno del mercadeo online dejó de ser movedizo y se hormigonó con una serie de garantías y derechos que ya han alcanzado el rango de normalidad: que si tiene que constar la denominación social, los datos de inscripción registral, los precios de los productos o servicios que ofrecen, así como los impuestos y los gastos de envío…
Además, la publicidad en internet ya no es el “Far West” de antaño, aún así muchos particulares consideraron que esta ley vulneraba su derecho a la protección de datos, puesto que si en sus webs se incluía publicidad se verían obligados a identificarse con su nombre, NIF, residencia, contacto… Entonces, ¿debe un bloguero mostrar su nombre porque se haya dejado tentar por los dólares de Google y su Adsense? Por este tema hubo mucho pataleo en la blogosfera, hasta se invocó la salomónica sabiduría de El defensor del Pueblo que, como un dios del Olimpo, finalmente, optó por no intervenir en nuestras guerras y desoyó a los mortales virtuales.
Pero como bien dijo el sabio en estas lides 2.0 Juan Merodio, ayer desde la trinchera de la televisión, en nuestras adquisiciones online debemos perseguir la “s” en el apellido (así no lo dijo, así lo decimos nosotros). Concretamente, el protocolo HTTPS que nos asegura haber entrado en el perímetro de las compras seguras. Atisbaremos el icono de un candado en la barra del explorador y básicamente, lo que ocurrirá es que nuestro navegador comprobará el certificado digital del servidor al que nos conectamos y si es correcto establecerán entre ellos un canal de comunicación encriptado. De este modo, el usuario tiene la garantía de que la información que envíe desde y hacia dicho servidor no podrá ser interceptada y utilizada por terceros.
Ahora, Google, sabiendo que la confianza / desconfianza de los clientes online se puede rentabilizar, ha lanzado Google Trusted Store que permite al receloso comprador consultar la calificación de la tienda en cuestión a partir de su fiabilidad (entregas a tiempo, porcentaje de problemas resueltos con éxito, tiempo medio de entrega, etc.).
Nueva aportación de la avispada compañía que así hace más transparente el mundo del comercio online.