Hace alrededor de cinco años que conozco a Gonzalo Moure. Desde el principio lo definí como un autor comprometido, un autor que más allá de su faceta de escritor, es un tipo solidario, justo, racional y, sobre todo, amigo de sus amigos. Qué algunos tomen nota que buena falta les hace... porque el movimiento se demuestra andando y nunca envuelto en grandes frases sentimentaloides que destilan hipocresía por todos los poros. Ya digo, para ejemplo Gonzalo.
Desde que lo conozco siempre lo visto implicado en proyectos solidarios, en dónde el libro tiene un papel destacado. Se ha implicado –y se implica- en hazañas en las cuales el primer motor cultural de cualquier sociedad (o sea, el libro) tiene un papel destacado. No lo veremos nunca en gestas épicas totalmente alejadas de lo literario. Ni tampoco concibe actos en donde se destile egos y protagonismos personales. Así lo conocí, y así es.
Dentro de esta filosofía de vida, Gonzalo Moure, junto a Ricardo Gómez, y a un enorme tropel de personas de diferentes ámbitos sociales, pero siempre confluyentes en el espacio literario, se comprometieron con el pueblo saharaui. Huelga hablar de los campamentos saharauis. Todos sabemos cómo está el patio.
Este compromiso consistía, consiste, en llevar hasta los mismísimos campamentos un bibliobús. O sea, un autobús, o camión, cargadito de libros, que una vez allí se convirtiera en una fantástica biblioteca, y llevará a los refugiaros saharauis un libro, como elemento de libertad, de civilización. Escuchando a Gonzalo, hay que reconocer que para los saharauis, un libro es el estandarte cultural de un pueblo que, sumido en la más absoluta pobreza y soledad, está obligado a tomar sus propias decisiones en libertad y en paz. Acertadísimamente a este proyecto le llaman Bubisher’ (‘el bubi’, conocido popularmente) porque, como dice la sabiduría popular saharaui, lleva la buena suerte.
En medio de este jaleo solidario, cuatro de las mejores librerías de este país, Cervantes, de Oviedo, Librería Gil, de Santander, Oletvm de Valladolid, y Luces, de Málaga, también han querido aportar su granito de arena. Al abrigo de ‘Librerías con Huella’, y comenzaron a pedir a sus lectores ‘Besos con Huella’ para colaborar en la financiación del Bubisher. Aportar un granito de arena es muy sencillo. Basta con adquirir y usar la bolsa ecológica que diseñó Forges al efecto, y cuyos beneficios destinarán íntegramente para ‘el bubi’. Y no os lo perdáis, las bolsas cuesta tres euros. Sí, prácticamente una cantidad ridícula, pero solidaria y comprometida. Ya es suficiente.
Hoy se presentó en la Librería Cervantes ‘Besos con Huella’. Poquito público, pero sí el imprescindible para respaldar este gran proyecto que capitanearon Gonzalo, como autor de compromiso, y Conchita, en nombre su librería.
Con ‘C’ de compromiso y de Cervantes.
Es fácil llevar a cabo grandes proyectos cuando tropiezas con personas solidarias y comprometidas. En Vetusta esta tarde el éxito fue rotundo. Lo importante ahora es exportar esta magnífica idea a todos los rincones de nuestro país. También a aquellos libreros que sólo venden libros, y que les importa una… las personas, los proyectos, las ilusiones. Éstos también tienen que vender 'Besos con Huella. La ilusión de Conchita o de Estrella es contagiosa, y acabarán sucumbiendo a su despotismo ilustrado. Lo dicho, si conseguimos que un niño saharaui, o de cualquier otra parte del Planeta, decida su futuro en libertad gracias a la lectura de un libro habremos hecho un inmenso favor a las generaciones venideras. Nuestros más pequeños no deben pagar las consecuencias de una sociedad injusta. Ni mucho se merecen un futuro incierto por el simple hecho de que un grupo de forajidos sin escrúpulos les impidan el acceso a algo tan fundamental como es un libro. Eso sí, siempre sin egos sobresalientes y sin politizar nada, como sucedió hace unos meses. Una cosa es un gesto solidario y otra muy diferente un protagonismo absurdo y amanerado.