Revista Talentos

Con el calor como excusa

Publicado el 28 junio 2011 por Imperfectas

Con el calor como excusa (por Isa)

¡¡¡Qué caló!!!


Me toca escribir a mí y no se me ocurre nada. Estoy cero inspirada y es que tengo la mente tan árida como el clima... y todo por este calor infrahumano. "Qué excusa más pobre se ha sacado ésta de la manga", pensareis, y no os falta razón, pero es la pura verdad. El vertiginoso aumento de las temperaturas me tiene atolondrada y torpe -más de lo normal-. A mí, que soy una defensora a ultranza del sol y del verano, y que siempre he gozado de una envidiable resistencia al bochorno estival, este cambio de registro vital me ha dejado fuera de juego... Me siento como una rana a la que de repente le detectarán intolerancia al agua estancada, completamente desubicada, ridículamente fuera de juego.
Como os digo, siempre he llevado bien los calores... y no solo los patrios, si no los de lugares recónditos y de climatología extrema: el pegajoso del Caribe, el intenso y húmedo de la selva amazónica, el deshidratante del desierto del Sahara o del Wadi Rum, el intenso y seco de la estepa turca o la siria... por eso, esta repentina asfixia me tiene desconcertada, y no sé a qué se debe si a los efectos nocivos del cambio climático sobre el planeta o, lo que es peor, a la edad... que ya estoy viejuna.Esta noche, el calorazo no me dejaba conciliar el sueño así que, llevada por la desesperación, he encendido el aire acondicionado de mi habitación con fatídicas consecuencias.  He conseguido dormirme, sí, pero me he despertado de madrugada con congestión nasal, la garganta irritada y un dolor de cabeza atroz... Me ha salido rana el invento, ¡rana alérgica a la charca! 

Con el calor como excusa (por Isa)

Empitonada a la fuerza


Esta experiencia no hace más que confirmar mi animadversión por estos aparatitos que te trasladan a Siberia en pleno agosto y te provocan resfriados fuera de temporada. ¿Por qué es tan difícil regular la temperatura del aire acondicionado para que no resulte dañina?  Es insano y molestísimo vivir con constantes cambios de temperatura: en la oficina con chaqueta y bufanda, en la calle buscando la sombra como un perro viejo, en el metro y en el cine aterida de frío, en una terracita meneando el abanico con estupor menopáusico...
No me quiero poner ni nostálgica ni involucionista, pero recuerdo veranos capitalinos intensos sobrellevados con dignidad y sin necesidad de aire acondicionado.


Con el calor como excusa (por Isa)

¡¡¡qué frío!!!





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