Durante lo que todavía es la mayor parte de mi vida, no era llorona; luego fui llorona, y con el embarazo me hice más llorona. Pensé que era cosa de las hormonas y que volvería a la normalidad, pero aunque salí del extremo de llorar por todo, mi normalidad ahora es llorona. Lo asumí.
Como novedad, ahora soy enojona. Muchos que me conozcan pensarán que ya era enojona porque mi carácter neurótico de "lo que yo quiera y no me quito" podía ser interpretado como enojo: pero no. Podía ponerme seria y dar paso a una singular capacidad para ser tajante, pero eso a mí no me enojaba, es decir: no me producía una reacción visceral de enojo. Mis alumnos me dijeron más de una vez "pero no se enoje" o "se va a enojar" y yo les decía que para nada, que solo tres personas en el mundo tenía ese poder (después fueron dos, luego solamente una).
No me enojo por todo; pero por ejemplo, los actos de violencia que antes me importaban y me apenaban, ahora también me enojan, y son muchos, demasiados, como para sentir enojo cada vez.
Silvia Parque