O eso es lo que deben pensar los productores de la mayoría de obras audiovisuales de envergadura en la actualidad. Con la leche de que vivimos en una sociedad globalizada, el público al que está orientado un producto tiene a abarcar lo máximo posible para que las ventas vayan acorde al coste de su creación. En el ámbito cinematográfico bajan la edad mínima de visionado de los blockbusters, haciendo los guiones e interpretaciones lo más livianos posibles, la televisión se deshace de contenidos de poco calado en proporción al auge de la telemierda que puebla las pantallas, y los videojuegos… bueno, con los videojuegos ya apaga y vámonos…
El otro día fui a ver 2012, pues a mí las películas de catástrofes con cosas rompiéndose y explotando siempre me han entusiasmado y procuro disfrutar simple y llanamente del espectáculo visual, porque sabía de antemano que con los 200 millones de dólares que había costado la broma, no iba a esperar algo distinto a una comedia familiar con tintes post-apocalípticos muy ligerita en cuanto a argumento con ese “Rated: Teen” de la ESRB para no acotar demasiado al público al que va dirigido. Así, aunque durante las primeras escenas de la película se viene literalmente abajo Los Ángeles y los protagonistas escapan de milagro en avioneta mientras contemplan por la ventanilla como la gente cae por las ventanas de edificios en ruinas y la tierra se abre haciendo que un maremoto arrase con casi toda la población, estos no paran de bromear en plan “jo, tío, por los pelos!”, cuando en una situación así como poco a una persona normal se le escaparía alguna arcada o cuanto menos, una lagrimilla.
Pues bien, todo esto me hizo acordarme del Dragon Age: Origins (en serio) en ciertos aspectos afines en cuanto a las maniobras publicitarias y de adaptación de contenido. Bioware con cada título se va superando en medios utilizados y costes, y es que los tiempos del Baldur’s Gate quedan ya bastante lejos. Los juegos de rol profundos de hace unos cuantos años, por su propia naturaleza, no tendrían muchos compradores dado el grado de especialización que requieren si verdaderamente están diseñados poniendo la cabeza en los jugadores que buscan experiencias reveladoras en este campo.
Aunque Dragon Age bebe muchísimo de la saga antes mencionada tanto en el sistema de control como en el uso de habilidades en combate, la ambientación, su presentación y su entramado publicitario intentan agradar tanto a los que buscan ese juego de rol definitivo que nunca les llega desde hace una década como al gamer totalmente ajeno a estos menesteres que se ve atraído más por el tufillo a Leónidas y Aragorn o la música de Marilyn Manson en los trailers que por el juego en sí. Poniéndonos minuciosos, no son esos los únicos cambios para hacer la experiencia más asequible a todos los públicos: El argumento que te lleva de la mano, las ayudas en combate con la automatización de acciones o el resucitado automático de los personajes amigos caídos son otros de los detalles para no saturar la suave adaptación de los recién captados que desconocen el género.
Afortunadamente, en el caso que menciono no se ha amariconado el argumento, siendo solo apto para adultos en todos sus aspectos más allá de que se vea media teta o vuelen cabezas cada dos por tres. Es más, la calificación por edades en los videojuegos le suda normalmente los huevos tanto a compradores como a tenderos, así que no hace falta preocuparse por esas cosas, y el hecho de adornar un juego para que venda más, se basa en poner una fachada de moda que vaya acorde con las tendencias vigentes. ¿Qué hacer para que un juego de coches sea atractivo y venda más? Pues meterle posibilidades de tunning a los vehículos, ambientarlo musicalmente con rap barriobajero y temas de Chemical Brothers y ya está, más ventas aseguradas. ¿Y para un juego de acción? Tetas, marines, músculos, casquería, quick time events, tiempo bala y palante. Cada día es más complicado encontrar un juego realmente original que no sea fruto de una desarrolladora amateur. Que sí, que está el rollo de la crisis y hay que ir sobre seguro y con pies de plomo a la hora de editar algo nuevo, pero es que me jode un montón ponerme a mirar el catálogo y no encontrar casi ningún juego que verdaderamente me atraiga y no me haga constantemente tener esa sensación de deja vú por haber jugado ya a algo parecido.
Igual es que me estoy haciendo viejo y ya uno viene de vuelta por estos lares, pero la cosa es que cada vez siento menos ese cosquilleo por estar verdaderamente experimentando algo nuevo, cosa que antes sucedía con mucha más frecuencia. No quería mentar la palabra, pero es que es la verdad, cada año que pasa se está se está volviendo toda la industria del videojuego jodidamente casual, y como diría la sección de “El sensor” en la Hobby Consolas, no mola!
Nota: Y que conste que considero Dragon Age: Origins como el mejor juego que he jugado este año y un auténtico alivio para los que buscábamos algo de estas características que se saliera un poco de lo que llevamos viendo estos años, pero una cosa no quita a la otra. Minsc, ¡cuanto te echo de menos!
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