Este era el cuarto post sobre los sentidos en mi trabajo. Va de olores.
Ah, que no se me olvide, si estáis por Madrid que sepáis que del 28 al 31 de julio representamos el "ES en Alaska" en la sala Azarte. Alaska, despuésdeldosaseis de 2009,Rafa, de Factoría Los Sánchez , me ha llamado para preguntarme que olores predominan en mi trabajo. No sé que estará tramando, pero no he podido contestarle. La verdad es que no había pensado antes en eso.
Los olores, ummmmm. Depende. El viernes pasado, sobre las once, olía a niño: pelo requetepeinado y colonia infantil. Pero a las doce era un fuerte y desagradable olor a tabaco. Ahora que está tan prohibido fumar, el olor a tabaco está más presente que nunca. En invierno no se airean tanto las casas, o las campanas no funcionan, y el aroma de la fritanga se pega en la ropa.
Algunas madres huelen a suavizante y algunos hombres a loción de afeitado. La mayoría de las veces no huele a nada. A papel, quizás, a madera, o a incienso, cuando Teresiña se pone estupenda y tira la casa por la ventana.
En verano el olor a sudor predomina. En la primavera juraría que la gente huele más a fragancias. Están los olores peculiares, que no sabría decir si me gustan o no, si son dulces o salados. En ocasiones vienen a verme olores embriagadores, como una ráfaga a limpio, a jabón. A veces olores desagradables, aunque son la excepción. Bien pensado es como pasear por el zoco de Fez, solo que ahora son los demás los que circulan por mi chiringuito. Estoy yo. No me preocupan mucho los olores de los demás, tampoco había reparado demasiado en ello hasta hoy, pero el mio y el de mi despacho sí. No por mí, sino por ellos. En contadas ocasiones, después de un día intenso, el ambiente está muy cargado: qué van a pensar cuando entren. Así que a veces rocío el despacho con ambientador perfumado, aunque sin demasiada convicción. No sé si el ambientador arregla la cosa o la acaba de estropear. En cuanto a mí, uso Lancaster, por si acaso. Al final del día, a veces me rocío con colonia sin medida. Hasta ahora nadie se ha quejado, pero vete a saber lo que dicen por ahí.
Los olores. No sé hasta que punto influyen en el juicio sobre una persona. Es la química. Steven Strogatz, matemático americano que estudia las emergencias de sincronías en la naturaleza, explica porqué los grupos de mujeres que trabajan en un mismo espacio pueden llegar a tener a la vez la menstruación. Aunque no se ha demostrado categóricamente, parece que se debe a un producto químico que se encuentra en el sudor. Steven narra un experimento asombroso en el que se recogieron apósitos de algodón que contenían sudor de una mujer llamada Genoveva. Después dejaron oler la "esencia de Genoveva" a mujeres que vivían a miles de kilómetros de distancia (un poco asqueroso, sí, pero la ciencia no se anda con remilgos) y lo increíble, pero cierto, es que en pocos meses esas mujeres estaban sincronizadas perfectamente con el ciclo menstrual de la Geno.
Las palabras, el pensamiento o las acciones nos dan la medida de los demás. Pero quedan reminiscencias de la evolución, que aunque ya no parecerían útiles en el mundo moderno, siguen condicionándonos. En nuestros cerebros conviven el hombre moderno y el animal. Como explica Victor Johnston, profesor de biopsicología, existen estudios que demuestran que la belleza facilita la búsqueda de trabajo o la toma de decisiones. Sí amigos, la gente atractiva sale mejor parada en los juicios, encuentra más fácilmente trabajo o se le perdona con más benevolencia sus errores. Como dice el mismo Johnston, parece injusto, pero es así.
He empezado con los olores y he acabado hablando de la belleza. Me miro al espejo. Tuviste que hacer muy buen examen en las oposiciones para conseguir este trabajo, Quique.En el siglo XXI la palabra y la imagen están librando una batalla a muerte. Lo dijo el gran Kapuscinski, refiriéndose a los medios de comunicación: el mensajero está matando al mensaje. Facebook, sin ir más lejos, donde la palabra es sólo una pose._______________________
Pintura: Andrew Wyethhttp://factorialossanchez.blogspot.com