Como voy a estar ocupado en otras escrituras durante el verano, he decidido ir recuperando algunos post antiguos. Este de las miradas, de 2009, iniciaba una serie sobre los sentidos y mi trabajo: miradas, olores, tactos, sonidos y sabores.
¡Ah! y no os olvidéis que del 28 al 31 actuamos en la Sala Azarte, de Madrid.
MIRADAS (1)
" Si no existiera la vista ni el cerebro, no habría colores en el Universo. El color se crea en el cerebro y se proyecta, psicológicamente, sobre el objeto. Por eso diferenciamos el color rojo del verde, el negro o el blanco. Todo está en el cerebro y no en el mundo exterior"Richard Gregory. Neuropsicólogo.
Alaska, 18 de mayo de 2009,Cada mañana iba a trabajar a aquel lugar de paredes desconchadas, sillas rotas y luz mortecina, sabiendo que, con ese terreno de juego, cada entrevista empezaba cero a uno. Siempre se trataba de remontar el resultado. Era una época, no tan lejana, en la que los servicios sociales eran la hermana pobre de algunos ayuntamientos. Total, para la gente (gentuza, querían decir) que tenéis que atender. Esa era la respuesta, no siempre subliminal. Y nosotros (la profesión, digo) aguantábamos como idiotas, misioneros y monjas dispuestos a trabajar en las peores condiciones por la causa, aunque fuese a costa de crear pequeños guetos indignos. Pobres almas caritativas y equivocadamente progres. Perdimos la carrera de la imagen y todavía lo estamos pagando.
Hay ciudadanos que vienen a verme. Es lógico que me importe mucho lo que vean. Ahora ven colores pastel sobre unas paredes limpias. Algún cuadro de colores vivos ( evito cuanto puedo la propaganda institucional, que suele tener un punto deprimente. Para eso están los trípticos). Una caja de color rojo, con caramelos, le da un toque distinguido a la mesa y sirve de bienvenida. En definitiva, un espacio que a primera vista resulte cómodo y amable. Ni más ni menos.Luego me ven a mí. Yo me ducho, me afeito y procuro tener un buen aspecto. Tener una imagen forma parte de cualquier oficio que esté de cara al público. Iba a decir "buena" imagen, pero no sé demasiado lo que significa eso. Creo que es más importante tener una imagen (es imposible no tenerla), la que sea, dominarla, controlarla y jugar con ella para que se muestre a tu favor. Los que os digan que esto es sólo hipocresía es que no han entendido nada del siglo en el que viven (tampoco les hagáis demasiado caso, en realidad se pasan horas en los espejos). Los ciudadanos que me ven más asiduamente se han acostumbrado ya a las variaciones de un rostro que cambia por semanas, a veces por días, según el peinado, el sueño, el descanso y muchos otros factores incontrolables. Por respeto, o por falta de confianza, casi nunca me hablan de estas variaciones. Yo lo agradezco, no sólo porque aquí yo soy el menos importante, sino porque odio ese sincero "que mala cara tienes" dicho a primera hora de la mañana. Para un alma sensible como la mía es como apuntillar a un animal moribundo.Ellos ven mis ojos, y viceversa. No sé si alguna vez habrán notado que les miro, pero que no les veo. Supongo que sí, lo mismo que yo noto cuando la Charo me mira mientras hablo, pero está pensando en ir a recoger a sus niños al cole.Ellos me miran y yo les miro, que es una de las cosas para las que me pagan. Miro un pequeño trozo de mundo pasar por mi despacho, a intervalos regulares. En todos estos años habré mirado más de tres mil miradas, miles de vestidos, cientos de pendientes, decenas de barbas y bigotes, montones de peinados, centenares de vestidos exóticos, miles de anillos, millones de gestos, innumerables bocas, ojos, narices, orejas y manos. He visto como los rostros y las ropas se visten al unísono cuando la gente está alegre, pero también cuando un bonito vestido no ha podido ocultar unos ojos tristes. Mirando, he aprendido también a tragarme algunos prejuicios. En realidad sé muy poco de la gente que se sienta delante mio durante un rato de su vida. En eso estoy.
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