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Con los tuyos
Publicado el 24 agosto 2013 por Javier Ribas¿Cuánto tiempo hace que no miras para atrás voluntariamente, que no recuerdas a esa gente que te dejó huella? No hablo de un recuerdo fugaz, de un pensamiento que te viene de repente, sino de parar, pensar, recordar, revivir y aprender. En esta sociedad tan dura y exigente, que casi cada minuto nos fuerza a sobrevivir, olvidamos el pasado que nos formó. Tal vez por esto, en ocasiones, dejamos atrás nuestros valores, aquello que nos hace únicos y distintos. Me atrevo a dejaros aquí un relato mío sobre este asunto. Espero que os guste…y que os haga recordar.
En familia (Para mi amiga Geno, creo que le gustará)
Colocó las velas sobre el mantel. Sonrió. La mesa de celebración quedó lista. Le gustaba realizar personalmente los preparativos para la cena de Nochebuena. Repasó la ubicación de los comensales.Él presidiría la mesa, a su izquierda y más cercano quedaría su padre, luego su madre, después sus dos hermanos. En el otro lado, su mujer, su hija, su único amigo y al fondo el padre Lucas, añorado maestro y tutor en su infancia.
Pasó a la cocina para ultimar el menú. Cada año lo variaba, en función del particular gusto de los comensales. Gesticuló un rictus malicioso al imaginar a su madre enfrentándose al plato de angulas que tanto gustaban al padre Lucas. La realización del postre, especial para su adorada hija, le ocupó más tiempo del esperado. Presuroso, vistió sus mejores galas y preparó la recepción de los invitados.
Sentado a la mesa, vio los rostros de todos sus seres queridos. Disfrutó el instante. Oyó la tan sabida excusa de su amigo que siempre llegaba tarde “al ir a salir, busqué las llaves de casa y no las encontré”. Dirigió un guiño guasón y cómplice a su hermano gemelo.
Antes de cenar, solicitó al padre Lucas una oración. En silencio, escuchó la plegaria y agradeció la petición al Señor para que mantuviera unida a su familia. Luego habló él, recorriendo todos los rostros con la mirada “mi motivo de vida sois vosotros. Si muero, os olvidarán y desapareceréis. Vivís en mi. Por eso quiero vivir”.
Alzó la copa con su temblorosa y artrítica mano de ochenta y tres años y brindó frente a las fotografías de cada uno de sus desaparecidos seres queridos.
Despacio, sin querer ser herido por las ausencias, empezó a cenar.