La realidad de la maternidad se va presentando poco a poco. Verbalizar "estoy embarazada". Compartirlo y notar que los otros asumen que es así. Cambios en el estilo de vida y proyectos de más cambios que van concretándose con el paso de las semanas. Las imágenes de los ultrasonidos que en determinado momento muestran a una criatura completa, llevándose una mano a la cara...
El bebé va ocupando lugar en la casa, con sus cosas. Nosotros aún no tenemos un mueble para la nuestra, pero hay cinco cajas de cartón llenas de objetos, y con cosas encima. Hay un archivo en la computadora con su nombre; hay un archivo en mi correo personal, para los mails en relación con ella; hay un sobre con el expediente de las consultas médicas...
Ahora están sus movimientos -deliciosos-, cada vez más frecuentes y más intensos. Me pregunto si patea, manotea o da vueltas; pero el caso es que está ahí, y aunque sea sin conciencia, interactúa: responde a mis cambios de posición, a mi actividad, a las manos de su papá.
Tomo decisiones en función de su presencia, que ha llenado todo el futuro -para siempre-. Lo que hago o dejo de hacer, tiene algo que ver con ella. Deseaba mucho ser madre, así que lo había visualizado. Y, sin embargo, pese a tanta realidad, pese a que es algo de lo más natural y estoy rodeada de mujeres que también son madres, todavía decir "hija", me suena impostado. Cuando le hablo y le digo "soy tu mamá", me parece que estreno algo que huele a nuevo, que no me he apropiado, pero siento que es algo que me corresponde: totalmente. En cambio, cuando le he dicho "eres mi hija", me suena raro...
Silvia Parque