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CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS

Publicado el 01 octubre 2021 por David Rubio Sánchez
CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS
Su hermano, el té y un ejemplar del The Times esperaban su llegada.    —Disculpa mi bochornoso retraso, Frank.    —Tranquilo, H.G., ¿qué te ha dicho el médico?    —Que coma más, trabaje menos y no me divierta.    —Imagino que no seguirás sus recomendaciones, ¿verdad?    —Lo contrario afectaría sin duda a mi reputación, querido Frank —respondió H.G. sentándose a la mesa y sirviéndose el té—. Ha sido esta tuberculosis la que ha decidido pasar conmigo el resto de mi vida así que será ella la que tenga que adaptarse a mí y no al revés.    —Estás subestimando el poder de los virus, H.G. —dijo Frank mostrándole el The Times—. Que sean pequeños no significa que sean insignificantes.    H.G. leyó la portada del periódico.    —¿Hablamos de mis virus o de los tanzanos?    —De ambas cosas, H.G. —Frank se sirvió otra taza de té—. Es casi obsceno, ¡cuarenta y cinco minutos! Ni una hora han resistido el poder de nuestra flota esos nativos rebeldes.    —Es el poder de la tecnología, Frank. La ciencia es el camino, pero por sí sola no es más que pólvora al servicio del más fuerte.    —Lo sé, pero lo que me revuelve las tripas es el triunfalismo del artículo. Es repulsivo que parezca que es un hecho natural que Inglaterra expanda su poder en el mundo como si todo lo que está por debajo estuviera a nuestro servicio, como si la vida de esos nativos valiera menos que la nuestra.    —¿Entiendes ahora la esencia de mis ideas? —H.G. dobló el periódico y lo lanzó a la mesa—. Mientras el Hombre esté al servicio del Estado, de la religión o de cualquier otro interés nada cambiará.    —¿Te puedo confesar una maldad, hermano mío?    —Adoro las maldades, ya los sabes.    —Casi desearía que Inglaterra sufriera lo mismo que esos nativos.    —¿Y qué poder hay en la Tierra capaz de eso?    —Eres escritor, ¿no? Imagina —dijo con una sonrisa—. Imagina que, desde el cielo, llegaran seres de otro planeta que nos impusieran su forma de vida.    H.G. Wells se terminó el té.    Y al llegar a su casa comenzó a imaginar.

CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS

¡Bienvenidos a una nueva edición del concurso de relatos! En esta ocasión vamos a homenajear al padre fundador del género de la ciencia ficción: H.G. Wells y lo hacemos, además, con la primera invasión extraterrestre sufrida por la Tierra. Más abajo tenéis las bases para participar en la convocatoria de este mes, pero antes os invito a descubrir un poquito la figura de Herbert George Wells y cómo se gestó La guerra de los mundos.
¿Somos tan misericordiosos como para quejarnos si los marcianos apareciesen con el mismo espíritu conquistador?
La guerra de los mundos, H.G. Wells

EL GÉNERO LITERARIO QUE COMENZÓ CON MUY MALA PATA

Un 21 de septiembre de 1866, el matrimonio formado por Joseph y Sarah Wells alumbró su tercer hijo, o lo que es lo mismo: añadió otra boca que alimentar. Porque nuestro H.G. —así le llamaban sus amigos—, nació en una familia inglesa que podría definirse como de clase media, tirando a baja, que regentaba una tienda de ropa que no generaba suficientes ingresos para alimentar esa nueva boca. Así que su nacimiento supuso más horas de trabajo tanto para sus padres como para sus hermanos mayores. Los primeros, compaginando la tienda con anteriores trabajos como el de jardinero y jugador de criquet en el caso de Joseph y el de doncella de una lujosa mansión, en el caso de Sarah; los segundos, cubriendo las vacantes que sus padres dejaban en la tienda, además de otros empleo, sin importar que todavía fueran unos niños.
    Este fue el entorno familiar en el que H.G. pasó su infancia y no parece que fuera el más apropiado para cobijar a un futuro escritor. Por supuesto, tanto él como sus hermanos fueron escolarizados. De hecho, su madre, con las ideas muy claras, procuró que aprendieran pronto lo necesario: leer, escribir y las cuatro operaciones matemáticas básicas. Lo justo para que pudieran labrarse un futuro. Así que Sarah no dudó en apuntarlos en una escuela privada que ofrecía justamente eso, ni más ni menos.
    A H.G. le tocaría ingresar en la Academia Comercial de Thomas Morley en 1874. El tal Morley parecía ajustarse al cliché del profesor más parecido a un militar que a un difusor de la cultura. Su lema era: “La primera ley del cielo es el orden”. Y ello lo aplicaba a rajatabla, aunque lo peor es que, además, tampoco tenía demasiados conocimientos más allá de las sumas y restas y de la caligrafía. No me extrañaría que Wells, tan dado a incluir hechos biográficos en sus obras, se inspirara en el apellido de este maestro, Morley, para nombrar a los infrahumanos Morlocks de La máquina del Tiempo.
    Si hubiera sido por su primera experiencia escolar, desde luego no se hubiera convertido en el escritor que hoy homenajeamos. Sin embargo, antes de ingresar en ese colegio, H.G. sufrió un maravilloso traspié.
    Literalmente.
    Con sus ochos años recién cumplidos se rompió una pierna y no solo eso. Parece ser que además el médico que lo trató no alineó demasiado bien el hueso y tuvieron que volver a operarlo. Eso le hizo permanecer varios meses encamado. ¿Cómo entretener a un niño de ocho años que no puede moverse? Hoy lo tendríamos enganchado a la consola de videojuegos o a la tablet o al móvil. Afortunadamente, entonces no existían tales cosas, pero sí el más sofisticado aparato de entretenimiento que ha inventado la Humanidad: el libro.
    Su padre, a la vuelta del trabajo, siempre se acordaba de acudir a la biblioteca para que su pequeño se distrajera con las novelas de Dickens, Irving o Defoe que le convertirían en un entusiasta lector para los restos, insuflándole sueños y una poderosa imaginación capaz de inventar un nuevo género literario.
    Y ello a pesar de que lo peor de su infancia todavía estaba por llegar.
CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS

EL HOMBRE PARA EL HOMBRE

En 1877, cuando H.G. contaba con solo once años, falleció su padre. Una circunstancia que en aquella época suponía el fin de la infancia. La carestía económica de la familia le obligó a relegar sus estudios, aunque fueran los del profesor Morley, para pluriemplearse como hacían sus hermanos mayores y, además, a espabilarse en el día a día ya que su madre regresó al puesto de doncella, anterior a su matrimonio, en una mansión cuyas normas impedían que el servicio se trajera su familia.
    Solo con sus hermanos tuvo que sobrevivir en el duro Londres victoriano, aceptando trabajos de todo tipo como dependiente, chico de los recados, etc.
    Afortunadamente, su inquietud por estudiar no la perdió y tuvo la suerte de ser contratado en una farmacia. Parece ser que observar al boticario trabajando con sus fórmulas y mezclas le hizo interesarse por el mundo de la ciencia. Además, el horario le permitía volver a la enseñanza, aunque fuera en una escuela nocturna, en la que pronto se convertiría en el ojito derecho de un profesor, en este caso, de verdad.
    Tanto destacó en la misma que gracias a sus notas pudo obtener una beca en 1884 para la Normal School of Science, la escuela para pobres del Imperial College de Londres. Por fin, H.G. encontraría el marco adecuado para desarrollar las capacidades que forjarían “la mayor fuerza intelectual del mundo de habla inglesa”, como lo definiría Anatole France. En ese centro, y sin dejar de trabajar para poder vivir, adquirió la habilidad retórica de los debates, el amor por la Ciencia y, por supuesto, la necesidad de plasmar por escrito todas las ideas que bullían en su mente.
    En los tres años siguientes formó su ideología socialdemócrata y profundamente humanista. Detestaba el capitalismo por ser “estúpido, egoísta, excesivo y anárquico”; al comunismo por poner al Hombre al servicio del Estado; y a la religión por hacerlo al servicio de Dios. Él propugnaba el lema de El Hombre para el Hombre. Con todo lo que ello implicaba de libertad. Libertad que solo se podía conseguir con la educación, con la igualdad de oportunidades y hasta con la eliminación de las puritanas normas que encorsetaban la sexualidad.
    Inciso. Sí, además de estudiar y trabajar, el bueno de H.G. era un pródigo y consumado donjuán. Pero ese es otro tema.
    Sus primeros relatos fueron publicados en la revista de la escuela que él mismo fundó The Science School Journal. Eran unas historias que se publicaban de manera periódica bajo el título de Crónicas de los Argonautas. En ellos imaginaba a viajeros del tiempo que descubrían el futuro de nuestra especie. Un futuro desalentador como consecuencia de los errores del presente y que mostraba incluso la propia evolución física de la raza humana, influido en gran medida por las enseñanzas del célebre T.H. Huxley, el brazo armado de Darwin y abuelo de Aldous Huxley, al que que tuvo la suerte de tenerlo como profesor.
    Lamentablemente, tantas ocupaciones y la falta de sueño terminaron por hacer mella en su rendimiento académico y en 1887, tras suspender un examen de Geología, perdió la beca.
    Las puertas académicas se le cerraron muy pronto, pero no tardaría en que se le abrieran las puertas del Universo.
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OBSERVANDO, Y VIAJANDO, AL FUTURO

Yo hago honradamente lo que puedo por evitar repeticiones en mi prosa y cosas así; pero, quitando un pasaje de altura, no veo el interés de escribir por la belleza del lenguaje sin más.H.G. Wells
Sin dinero, ni perspectivas de ello, se instaló en casa de una prima de su difunto padre donde conocería a Mary, la hija de la prima, con quien se casaría en 1891. Sus estudios, ahora de manera autodidacta, le permitieron obtener trabajo como profesor, tanto particular como de una modesta escuela. También tomó contacto con la prensa y comenzó a publicar artículos de divulgación científica que tuvieron buena acogida.
    Pese a ganar lo justo para sobrevivir, en esta etapa logró dedicarse a lo que le gustaba. Y cuando digo a lo que le gustaba no me refiero solo a la divulgación científica, sino  a todo lo que le gustaba, incluidas las mujeres. Su promiscuidad logró que finalmente se divorciara de Mary en 1893 y algo todavía peor, una tuberculosis que lo dejaría con un peso de cuarenta kilos.
    Aunque ello no le impidiera casarse al año siguiente con una antigua alumna, sí que le obligó a dejar la enseñanza presencial y dedicarse a la enseñanza por correspondencia como profesor de Ciencias Naturales. Si aun en el s. XIX existía la posibilidad de aprender on Line, aunque fuera con tinta y no con bytes de información.
    Ese confinamiento obligado también tuvo su parte buena. Sus colaboraciones con la prensa fueron cada vez mayores y no solo como divulgador científico. Entre 1893 y 1894, la revista National Observer publicó los relatos de Crónicas de los Argonautas con una acogida modesta, o al menos no demasiado entusiasta dado que la revista cerró. Sin embargo, el editor estaba fascinado con la historia y le propuso a Wells que la reescribiera en forma de novela para publicarla de manera serializada en la New Review que pronto fundaría.
    Dado que acompañó la petición con un suculento cheque, Wells, en solo quince días lograría terminar su primera novela. La primera en la que alguien viajaba al futuro no a través de sueños o magia, sino con la ayuda de una máquina que avanzaría la cuarta dimensión temporal que Einstein todavía no había mostrado al mundo.
    La Máquina del Tiempo (1895) fue un éxito rotundo e inmediato. Quizá su resonancia fue mayor por la cercanía del cambio de siglo y el interés por el futuro que ese hecho suele despertar en la sociedad, pero el caso es que la enorme aceptación, tanto del público como de la crítica, además de los sustanciosos beneficios le animaron a seguir probando suerte, y de qué manera. Al año siguiente, aparecería La isla del doctor Moreau, en la que un excéntrico científico creaba unas criaturas mitad humanas mitad animales. Una novela en la que se planteaba los límites del progreso científico, que Wells adoraba y también temía en el caso de que cayera en las manos equivocadas. Este tema se repetiría al siguiente año con El hombre invisible, otro clásico en el que la invisibilidad no era mágica, sino producto de una teoría científicamente posible.
    En tres años, H.G. había fundado un género inspirado en las posibilidades de la Ciencia y le había dotado de tres de los temas esenciales del mismo: viajes en el tiempo, el científico loco y los humanos con poderes especiales.
    Pero todavía le faltaba la cuarta pata para dotar al género de entidad propia.
    Una para la que solo hacía falta mirar a las estrellas.

NUESTROS NUEVOS, Y POCO AMISTOSOS, VECINOS

La conversación que mantuvo con su hermano Frank, y que hemos ficcionado de inicio, le entusiasmó. La orgullosa y presuntuosa Inglaterra necesitaba una cura de humildad, pero en la Tierra no había nadie capaz de darle ese tratamiento. Había que buscar otra una civilización tecnológicamente tan avanzada, y esta solo podría venir del espacio. Pero, ¿de dónde?
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      Por supuesto, no podrían ser seres mágicos ni ángeles vengadores. H.G. escribía ficción científica y el elemento fantástico estaba fuera de lugar. Sus extraterrestres tenían que provenir de un planeta y que además eso fuera posible.
    El problema es que a finales de s. XIX el universo se presentaba muy pequeño. Solo estaba conformado por nuestro sistema solar y las estrellas y nebulosas astronómicas que había identificado Messier en el s. XVIII pero que pensaba que se trataban de cuerpos muy lejanos de la única galaxia conocida: la Vía Lactea. Por supuesto, ni se planteaba que existieran más planetas que los que giraban alrededor de nuestro sol.
    Así que las opciones no eran muchas. Por supuesto, podía echar mano de los selenitas. Aquella civilización lunar imaginada en Cyrano de Bergerac, pero había un problema. H.G. quería que en sus novelas ocurrieran cosas improbables, pero científicamente posibles y el desarrollo de los telescopios ya había demostrado que en la Luna no vivía absolutamente nadie. De hecho, ya circulaba un excelente y detallado mapa lunar que negaba cualquier asomo de selenita.
    Así que descartado lo más cercano, H.G. pudo mirar a Venus, pero a finales del s. XIX otro planeta se estaba convirtiendo en la estrella astronómica.
    En 1877 el astrónomo italiano Schiaparelli, aprovechó que Marte se encontraba en el punto orbital más cercano a la Tierra para observar su superficie y descubrir unas líneas de color oscuro que denominó canales. No fue más allá, pero ese descubrimiento inspiraría a su homólogo inglés Percival Lowell a dedicarse al estudio del planeta rojo hasta llegar a la conclusión de que esos canales eran construcciones artificiales de una supuesta civilización marciana. Desde luego, el bueno de Percival tuvo eco y la publicación de su obra Marte en 1895 fue un bombazo en la sociedad inglesa.
    Por supuesto, era una teoría muy controvertida, pero en esos momentos no era descabellada o imposible. Para H.G. era suficiente para localizar allí los seres que invadirían la Tierra en general y a la orgullosa Inglaterra en particular.

INVADIDOS POR LAS ONDAS MARCIANAS, DIGO, HERZIANAS

CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLSEl éxito fue rotundo y no hablamos de uno efímero o puntual. La guerra de los mundos se ha convertido en un clásico que ha inspirado a miles o cientos de miles de historias de invasiones alienígenas. No solo en Literatura, sino en cine, cómic o series de televisión. Todas beben de la imaginación de H.G. Wells.
   A vuela pluma, me viene la adaptación de 1953 o la más reciente de Spielberg, además de otras claramente inspiradas en ella como Independence Day o Mars Attacks!, que en mi opinión es la más fiel al mensaje que trató de transmitir H.G. en su novela.
    Pero, por supuesto, esta novela no solo ha sido adaptada a medios visuales.
  El 30 de octubre de 1938, alrededor de las nueve de la noche, justo en la noche de Halloween, comienza la emisión del programa de radio más famoso de la historia. Los oyentes de la emisora CBS comenzaron a escuchar la voz de Orson Welles recitando las primeras líneas de La guerra de los mundos, esa introducción fue de solo un par de minutos y, quizá, muchos no estuvieron atentos o se incorporaron más tarde a la emisión cuando se estaba dando un parte meteorológico seguido de un concierto de Ramón Raquello y su orquesta.
    En el caso de estos últimos, imaginad sus caras cuando de repente se interrumpe la interpretación de La cumparsita para informar de que un observatorio espacial de Illinois ha confirmado una serie de explosiones de gas incandescente en la superficie de Marte y que las mismas se dirigen a la Tierra…
    Humm, creo que sería mucho mejor si lo escucháramos, ¿no os parece? Os dejo con el mítico programa original de Orson Welles con subtítulos en castellano. Eso sí, insistimos que es pura ficción.

    La emisión, interpretada por actores de la compañía teatral Mercury, adoptó el formato de falso informativo y trasladó la invasión marciana a Nueva Jersey. No fue la primera vez que se hizo algo así, de hecho, el guionista del programa, Ronald Knox, ya emitió años atrás una supuesta revolución. Pero con Welles se alcanzó la perfección en cuanto a realismo.
    Un realismo que según cuenta la leyenda provocó el pánico en las calles con más de tres millones de norteamericanos en estado de histeria pensando que realmente estaban siendo invadidos por marcianos.
    Estudios recientes parecen bajar el suflé y concluyen que en realidad no fue para tanto. Pero lo curioso es que esa experiencia radiofónica se repetiría en países como Chile, 1944, donde además de formarse barricadas en las calles incluso parece documentado el fallecimiento de una persona por un ataque al corazón. En 1949, en Ecuador parece que se produjo una revuelta pensando que en lugar de los marcianos eran los peruanos; en 1988, en Portugal, en 1998 en México…
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Espero que nuestros relatos no provoquen semejante caos, aunque ¿quién sabe?

CONCURSO DE RELATOS

Lo apropiado habría sido que el tema fuera una invasión extraterrestre. Pero, dado que la extensión es de 900 palabras, he pensado que sería un poco complicado plantear la llegada, la lucha y la resolución, así que como esta es la primera edición de la temporada vamos a ponerlo fácil y que el único requisito del relato sea que aparezca un ser extraterrestre. Cuando digo extraterrestre lo digo literalmente, un ser venido del espacio exterior.
    Por supuesto, también podéis participar con vuestras reseñas de la novela, de alguna de sus adaptaciones o bien con cualquier artículo relacionado con H.G. Wells o el subgénero literario de invasiones extraterrestres.
  Como anunciamos en la presentación de la temporada, a partir de ahora se abre la posibilidad de participar en la modalidad fuera de concurso para aquellos compañeros que sientan la inspiración de H.G. Wells pero quieran simplemente ofrecer su propuesta literaria. En este caso, podréis hacerlo a partir del 16 de octubre.

CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS

Si queréis, podéis utilizar esta imagen en vuestro relato



BASES DE PARTICIPACIÓN: 

Tema: Un relato en el que aparezca un extraterrestre.  
Extensión: Máximo 900 palabras.
Plazo: Del 1 al 15 de octubre de 2021.
Participación: Deberéis publicarlo en vuestro blog y añadir el enlace en los comentarios de esta entrada.
Votación: Los autores participantes deberán votar siete relatos otorgando siete puntos al que más os guste; seis, al segundo; y así sucesivamente. Se enviarán por correo electrónico a [email protected] del 16 al 25 de octubre. No enviar los votos supondrá la descalificación del relato.
Premios: El 31 de octubre de 2021 se celebrará la Gala de Premios anunciando los ganadores. Los tres primeros relatos recibirán un diploma digital acreditativo del mismo. Los diez primeros relatos se incluirán en la antología anual, edición en papel, de El Tintero de Oro.
    Todos los relatos participantes se incluirán en la revista digital EL TINTERO DE ORO MAGAZINE.
    Más información AQUÍ.

RELATOS PARTICIPANTES (Convocatoria abierta del 1/10/21 al 15/10/21)

1INTERROGATORIO de José Casagrande, en su blog MUSEO DE LA CONFUSIÓN
2. MARTE de Marta Navarro, en su blog CUENTOS VAGABUNDOS

RELATOS fUERA DE CONCURSO (Convocatoria abierta del 16/10/21 al 31/10/21)

OTRAS PARTICIPACIONES

¡Saludos tinteros!
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