Lillie Mae exhibía su belleza adolescente en el sureño pueblo de Monroeville, lo hacía como las joyas que esperan en el escaparate a que alguien se fije en ellas y se decida comprarlas para lucirlas en fiestas glamurosas. El tipo que la compró con apenas diecisiete años fue Augustus Arch Persons. Pagó con promesas de un futuro tan brillante y lujoso como la diadema que la coronó como Miss Alabama. Sin embargo, Lillie Mae pronto descubrió que esas promesas eran un cheque sin fondos y que, quizá, tendría que buscarse otro comprador más fiable. Pero algo torció sus planes. Con diecinueve años se quedó impertinentemente embarazada. No permitió que eso arruinara sus aspiraciones. Fue entonces que Augustus hizo lo único reseñable que haría por su hijo en toda su vida: impedir el aborto. El 30 de septiembre de 1924 nacería el único niño de ese matrimonio, aunque no trajo un pan debajo del brazo, sino todos los incordios que Lillie Mae había previsto y que le suponían un lastre para sus sueños de acceder a la alta sociedad. En 1931, Augustus fue encarcelado por un delito de estafa, circunstancia que Lillie Mae no recibió con desagrado, sino como la excusa perfecta para pedirle el divorcio. Libre de esa carga, también se libró de su nombre y desde entonces se llamaría Nina. Y Nina encontró un nuevo comprador. José García Capote, un descendiente de españoles —de Las Palmas de Gran Canaria para ser exactos— que era todo un tiburón de Wall Street y que no solo podría introducirla en los círculos más selectos de Nueva York, sino que también terminaría adoptando a su hijo dándole sus apellidos. Pero la vida de Lillie Mae nunca fue un cuento de hadas y la de Nina tampoco lo sería. La ruina económica volvió a su vida, y entonces ya no tuvo fuerzas para volver a empezar. En 1954 se suicidó con una sobredosis de drogas. Su hijo se enteró de la noticia mientras se encontraba de gira con un musical que había escrito. Ya hacía varios años que no veía a la madre que tantas veces lo abandonó y la noticia de su muerte quizá apaciguó su resentimiento. Quizá era el momento de intentar comprenderla, de descubrir qué era para ella más importante que su propio hijo. Que su pequeño Truman.
CONCURSO DE RELATOS XXX EDICIÓN: DESAYUNO EN TIFFANY’S de Truman Capote
Tras unas cuantas biografías creo que podríamos establecer una clasificación según las relaciones que los escritores mantienen con sus padres: o los amaban o los odiaban. Casi diría que el segundo caso es el más habitual y en este grupo podemos incluir a Truman Capote.Motivos no le faltaron, desde luego. Aunque Truman supo encontrar la forma de reconciliarse con su madre años después de su muerte. Precisamente con la novela que este mes homenajeamos: Desayuno en Tiffany’s.
EL NIÑO QUE LLORABA SOLO EN UNA HABITACIÓN DE HOTEL
En este mismo momento puedo ver aquellas habitaciones de San Luis y Nueva Orleans. Fue entonces cuando empezaron mi claustrofobia y mi sentimiento de abandono. Mi madre me encerró con llave, y jamás he logrado salir.Truman CapoteImaginad a un niño de muy corta edad al que sus padres dejan solo en una desconocida habitación de hotel. Intentad visualizar a ese pequeño de dos o tres años dando vueltas por esas cuatro paredes preguntándose cuándo volverán, sintiendo miedo porque está oscureciendo y él está solo. Tal vez penséis que lo lógico es que se ponga a llorar y gritar desesperado, esperando que así alguien acuda en su auxilio. Eso no le sirve, sus padres ya han advertido a los empleados del hotel que no se dejen engañar y no le hagan caso, que solo finge esos gritos para llamar la atención.
Terrible, ¿verdad? Pues vamos a empeorarlo. A altas horas de la madrugada, el pequeño Truman escucha la puerta y se levanta para recibir a sus padres. Pero lo que ve es a un desconocido abrazando y besando a su madre. Luego verá y escuchará más cosas que él no sabe comprender. Entonces regresa a su cama y cierra los ojos, esperando que llegue pronto la mañana.
Creo que con estas pinceladas ya podemos imaginar cómo fueron los primeros siete años de vida de Truman. Un niño solitario, desatendido, tratado como si fuera una mascota con la que se tuviera que cargar. El incordio que su madre preveía y que quiso evitarse con su deseo de abortar. Y es que el matrimonio formado por Lillie Mae y Augustus fue como una sociedad mercantil, en el que cada uno buscaba su propio beneficio hasta el punto de que Augustus llegara a aprovecharse de las infidelidades de su esposa para hacer negocios con sus amantes.
El episodio que puso fin a esta etapa fue igual de grotesco. Parece ser que una noche, mientras pernoctaban en casa de su abuela, esta se despertó por los ruidosos jadeos de un tórrido encuentro de su nieta con un amante. Eso fue demasiado para la buena señora que no solo echó de la casa al amante, sino a su propia nieta obligándola a dejar a Truman con ella hasta que no fuera una mujer y esposa decente. Capote detallaría el momento de la despedida de este modo: «Se puso a hacer el equipaje y, cada poco, salía al porche, donde dormía yo. Llorando, me echaba los brazos al cuello, y me decía que nunca me abandonaría».
Pero lo hizo y el pequeño Truman, con siete años, se quedaría al cuidado de unos tíos lejanos en Monroeville, un pequeño pueblo sureño en el que un niño pequeño, solitario, excéntrico, afeminado, con voz de pito y vestido con ropas finas de ciudad tuvo que aprender a endurecerse.
Mi infancia transcurrió en regiones del país y entre personas que carecían de toda actitud cultural. Lo cual probablemente no fue malo, a la larga. Me endureció desde muy temprano para nadar contra la corriente; en verdad, en algunos aspectos desarrollé los músculos de una verdadera barracuda, especialmente en el arte de lidiar con los enemigos, un arte que no es menos necesario que el de saber apreciar a los amigos.Truman Capote
COMO SOBREVIVIR EN MONROEVILLE
«Fue la soledad lo que me empujó a la creación literaria»Truman CapoteTruman pasaría los siguientes años de su niñez conviviendo con parientes ancianos y bastante maniáticos del orden; asistiendo a colegios que le aburrían y en los que además era ninguneado tanto por los demás alumnos como por los profesores que lo veían como un niño con un evidente retraso intelectual. Como sería, que llegaron a recomendar a su familia que lo llevaran a algún psiquiatra que lo diagnosticara y les recomendara un colegio para niños especiales. La sorpresa llegó cuando al ser sometido a diversas pruebas, no solo se descartó cualquier retraso mental, sino que se confirmó que su coeficiente intelectual rallaba el nivel de un niño superdotado.
Regresé a casa proclamado genio por la ciencia. No sé quién se sintió más abrumado, si mis antiguos maestros, que se negaron a creerlo, o mis parientes, que no quisieron creerlo: todo lo que querían que les dijeran era que yo era un simpático muchachito normal. ¡Ja, ja! Pero, por lo que a mí tocaba, me sentía sumamente complacido: me la pasaba mirándome en los espejos y chupándome los carrillos y diciéndome: "Pues sí, jovencito, tú y Flaubert... o Maupassant o Mansfield o Proust o Chéjov o Wolfe" según quién fuera el ídolo del momento.Truman CapoteY es que Truman era un niño con una perspicacia e inteligencia fuera de lo normal, tanto que solo encontraba interesante tres compañías. La primera, la de Sook Faulk, una prima ya anciana y con cierto deterioro cognitivo que le daba un carácter infantil, con la que pasaba los días haciendo mermeladas, cometas, paseando por el bosque o contándose historias. La segunda compañera de juegos sería una niña de su edad, también extraña y solitaria. Harper Lee, la futura escritora de Matar a un ruiseñor, con la que asistía a los juicios en los que intervenía su padre abogado.
La tercera compañía era, por supuesto, la escritura. Que el pequeño Truman mostrara un terrible desinterés por todo no significaba que no mirara lo que le rodeaba con una agudeza sorprendente que no dudaba en registrar en sus cuadernos. Precisamente, una de las cosas que anotó le serviría para etiquetarle como el escritor censurado más joven de la historia.
Con apenas diez años, se decidió a participar en un concurso de relatos y dibujos organizado por el periódico Mobile Press Register. Parece ser que el premio era un pony o un perro. Truman quería el premio, así que echó mano de sus cuadernos y encontró las anotaciones sobre unos de sus vecinos que, al parecer, se dedicaban a actividades un tanto irregulares y le pareció que eso podría ser interesante. Desde luego que lo fue. El relato comenzó a publicarse en la edición del domingo, firmado con su nombre real: Truman Streckfus Persons. Al darse cuenta de lo que estaba escribiendo y del escándalo que podría provocar, el periódico decidió cortar la continuación.
Esta anécdota me resultó deliciosa y bastante ilustradora de lo especial que era Truman. Él sentía placer escribiendo, narrando encontraba sentido a lo que veía, además de consuelo y de una vía de escape. Su pasión era arrebatadora, llegando a pasar horas y horas imaginando personajes, viviendo las historias que se agolpaban en su mente y que trasladaba de inmediato al papel con una pasión casi enfermiza. Algo que no pasó desapercibido a su profesora de secundaria, Catherine Wood, quien no dudó en apoyar y fomentar su vocación.
Al fin, Truman sintió que hacía algo que merecía el reconocimiento de alguien.
La adolescencia de Truman incluyó el divorcio de sus padres; el posterior nuevo matrimonio de su madre con José García Capote; su adopción por este último y el cambio de sus apellidos; y una vida a salto de mata entre las luces de neón de las grandes ciudades y la luz de los candiles del pueblo sureño. Una etapa que terminó en 1941 cuando ya se asentó definitivamente en Nueva York y comenzara su vida laboral y literaria bajo un nuevo nombre.
Pudo decantarse por Truman García, aunque quizá le pareció más glamouroso Truman Capote.
L’ ENFANT TERRIBLE DE LA NUEVA LITERATURA AMERICANA
Después de publicar lo único que deseo leer o escuchar son elogios. Lo que no lo sea me aburre, y le daré a usted cincuenta dólares si me muestra a un escritor que pueda decir honradamente que las majaderías o las opiniones condescendientes de los críticos le han servido de algo.Truman CapoteTodo el ninguneo que Truman Capote recibió en su infancia se transformó en apoyo cuando inició su carrera como escritor. Con diecisiete años entró en el periódico The New Yorker como chico para todo, incluyendo tareas como la selección de tiras cómicas o recortes de prensa a modo de documentación para los redactores. También se ofreció como lector beta de guiones cinematográficos y hasta le daba tiempo de ganarse unos dólares como bailarín en barcos de recreo.
Por supuesto, también escribía y enviaba sus relatos a distintas revistas que no tardaron en ver su talento. Con dieciocho años ganó el premio O. Henry por su relato Miriam. Sus relatos tuvieron tan buena acogida que la crítica llegó a proclamarlo como heredero de Poe. Quizá su corta edad y apariencia aniñada influyó en este caso para bien, como si despertara en los editores un instinto de protección y tutela del nuevo genio. Y eso que hablamos de editores como Margarita Smith, de la revista Mademoiselle, Mary Louise Aswell, de Harper's Bazaar, o de Robert Linscott, de la editorial Random House.
Tanto entusiasmo por sus letras le animó a embarcarse en su primera novela que tituló Crucero de verano. Sin embargo, dicho proyecto se encalló, mientras su carrera como reportero y articulista de prensa volaba viento en popa gracias a su cada vez más amplia agenda social, que le permitía conocer la sociedad neoyorkina y diseccionarla con un estilo osado y provocador, algo que sus lectores en prensa agradecían. Literariamente continuó con la narrativa breve que le deparó un nuevo reconocimiento en forma de segundo premio O. Henry por su relato Cierra la última puerta.
Tras este premio, su carrera literaria recibiría el empujón definitivo al traerle consigo su primer contrato para escribir una novela. Capote, quizá escarmentado por su primer intento fallido, decidió apostar esta vez sobre seguro: él mismo.
En 1948, publicó Otras voces, otros ámbitos, la historia de un niño de trece años que tras la muerte de su madre es enviado con su padre, al que apenas conoce, y que vive en un imaginario pueblo sureño llamado Noon City. Capote se sirve de su propia vida, deformándola como si fuera soñada. Como diría su biógrafo, Gerald Clarke, «bajo el disfraz de la ficción, Capote narró el angustioso viaje que terminó con el descubrimiento de su identidad como hombre, como homosexual y como artista».
Con esta novela, Capote derribó las puertas del star system de la Literatura norteamericana. Se convirtió en el novio literario de América. Y eso a Capote, que duda cabe, le encantó. No había club, por selecto que fuera, que no lo admitiera como miembro; Broadway y Hollywood se lo rifaban; por no hablar de las fiestas más chics e importantes de la ciudad. Todos querían ser amigos del nuevo genio de la literatura americana.
Toda esa actividad no se redujo geográficamente a Nueva York. Por grande que fuera esa ciudad el mundo lo era más y Capote no se quería perder nada. Pasó épocas en Europa, Marruecos, Rusia…, viajes en los que no solo ampliaba sus experiencias, sino que servían de fuente inspiradora para sus artículos periodísticas y obras literarias como el caso de su tercera novela Se oyen las musas.
Capote había alcanzado la celebridad y el futuro era suyo, pero en 1954 el pasado regresaría a su vida, aunque fuera en forma de adiós. Durante una gira del musical que Capote había escrito y adaptado de su cuento Una casa de flores recibió una terrible noticia.
Su madre se había suicidado.
DESAYUNO CON LILLIE MAE
La vida es una buena obra de teatro con un tercer acto mal escrito.Truman CapoteTruman Capote afirmaba que antes de ponerse a escribir una novela tenía que vaciarse emocionalmente de ella y así encarar su escritura con una cabeza dura, fría y deliberada. Si hacemos caso de ello, Truman mantuvo con la ya difunta Lillie Mae un desayuno de cuatro años. Un reencuentro no con la madre que lo desatendió en su niñez, sino con la joven chica sureña que soñaba con lucir su belleza en la gran Nueva York.
¿Cuántas chicas como ella había conocido Truman en las lujosas fiestas de los clubes más selectos que frecuentaba? Jóvenes venidas de pueblos demasiado pequeños con sueños demasiado grandes, atraídas por el lujo y el oropel de la gran ciudad. ¿Quién podía negarles su derecho a rebelarse contra la vida a la que por origen parecían verse encadenadas? Algunas lo lograban, pero otras desaparecían del mapa un día sin dejar rastro. Y en esos desayunos Capote comprendió a su madre
No solo la perdonó, sino que se vio reflejado en ella. ¿Acaso él mismo hubiera renunciado a ese sueño? ¿Acaso no hubiera hecho lo mismo en sus mismas circunstancias?
Una vez respondió a esas preguntas, Capote cogió lápiz y papel, se tumbó en la cama (siempre escribía tumbado) y escribió la historia de Connie Gustafson, una joven perspicaz e inteligente, pícara y apasionada, tierna y vital que cuando sentía la visita de la tristeza tomaba un taxi y visitaba Tiffany’s.
Como era habitual en Capote, la novela fue escrita con precisión y pulso firme, al menos hasta llegar al final. Parece ser que ahí se atascó. ¿Qué haría Connie, o Lullamae —que era el nombre real del personaje, evidentemente inspirado en Lillie Mae, la madre de Truman—, tras recibir la visita de su marido? Podía regresar con él, aunque también cabía la posibilidad de un suicidio. No, Desayuno en Tiffany’s debía ser una novela de Vida y al final se decantó por lo único posible: seguir volando.
Una vez terminó el segundo borrador, Capote pasó el manuscrito a máquina, en un papel amarillo con el que elaboraba la tercera versión antes de volver a mecanografiar la cuarta, y última, en papel blanco. Todavía quedaría un último y trascendente detalle por pulir. Seguro que los que hayáis visto la película o leído la novela habréis torcido el gesto al leer el nombre de Connie Gustaffson refiriéndome a la protagonista. Y es que el nombre final de ella, Holly Golightly, llegó cuando la novela casi se encontraba en las prensas para ser publicada. Sin duda es algo insólito, ¡cambiar algo tan esencial como el nombre del protagonista una vez terminada la novela! Reconozcamos que fue un acierto. En su traducción al castellano, el nombre sería algo así como Vacaciones a la ligera. Y sin duda Holly no entendía que la vida fuera otra cosa.
Finalmente, la novela se publicó en 1958 no sin algún problema. En principio, Capote tenía firmado el contrato con la editorial Harper’s Bazaar, pero al editor le llegó la queja de un directivo de Tiffany’s que no deseaba que se asociara su marca con esa joven Holly cuya evidente profesión era la de chica de compañía. Así se lo harían saber a Capote, sugiriéndole que omitiera esas referencias, a lo que, como no podía ser de otra forma, Capote se negó llevándose su novela a Random House. Es curioso y chocante pensar que esta marca tan beneficiada a nivel de publicidad por esta historia, novela y película, al principio se mostrara reticente a que la identificaran con ella.
El éxito de la novela fue inmediato, tanto de crítica como de público. Apenas tres años después se estrenaría la adaptación de Blake Edwards y Holly pasaría a la eternidad con el rostro de Audrey Hepburn, pese a que Capote siempre pensó en Marilyn Monroe para ese papel.
Truman Capote, mientras guardaba los borradores, notas y demás material con el que escribió Desayuno en Tiffany’s, leyó en la prensa la noticia del terrible asesinato, a sangre fría, de una familia en un pueblo rural.
Pero esa es otra historia.
CONCURSO DE RELATOS
Podéis participar en este homenaje a Desayuno en Tiffany's de Truman Capote con un relato en el que una joya, alhaja u objeto de bisutería sea fundamental en el argumento. La extensión no podrá superar las 900 palabras.Como ya sabéis existen dos modalidades:
- La modalidad concurso: el plazo es del 1 al 15 de febrero, y una vez finalizado deberéis enviar las correspondientes votaciones de acuerdo con las bases que aparecen más abajo.
- La modalidad fuera de concurso: el plazo es del 16 al 26 de febrero, y solo se trata de compartir vuestro relato con el resto de compañeros para su deleite y disfrute.
Si quieres, puedes acompañar tu relato con esta imagen
BASES DE PARTICIPACIÓN CONCURSO DE RELATOS:
Tema: Un relato en el que una joya, alhaja u objeto de bisutería sea fundamental en el argumento.Extensión: Máximo 900 palabras.
Plazo: Del 1 al 15 de febrero de 2022.
Participación: Abierta a todo el mundo, salvo los tres autores ganadores de la anterior edición. Eso sí, deberéis contar con un blog donde publicarlo y añadir el enlace en los comentarios de esta entrada.
Votación: Los autores participantes deberán votar siete relatos otorgando siete puntos al que más os guste; seis, al segundo; y así sucesivamente. Se enviarán por correo electrónico a [email protected] del 16 al 25 de febrero. No enviar los votos supondrá la descalificación del relato.
Premios: El 28 de febrero de 2022 se celebrará la Gala de Premios anunciando los ganadores. Los tres primeros relatos recibirán un diploma digital acreditativo del mismo.
Todos los relatos participantes se incluirán en el ebook digital ESCRIBIENDO A HOMBROS DE GIGANTES
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