Revista Literatura

CONCURSO DE RELATOS XXXI Ed. EL HALCÓN MALTÉS de DASHIELL HAMMETT

Publicado el 03 abril 2022 por David Rubio Sánchez
CONCURSO DE RELATOS XXXI Ed. EL HALCÓN MALTÉS de DASHIELL HAMMETT
¡Damas y caballeros, bienvenidos a una nueva edición del concurso de relatos de El Tintero de Oro! Habrán comprobado que este mes hemos comenzado con cierto retraso, el motivo es que ¡han robado nuestro tintero de oro!     Durante dos días he estado buscándolo por todas partes, pero ha sido inútil. Finalmente, he acudido al despacho de un detective llamado Sam Spade quien, por el módico precio de sesenta dólares más gastos, se ha comprometido a encontrarlo. Viendo mi desesperación —¡cómo iniciar la edición sin nuestro tintero dorado!—, ha tenido a bien prestarme la figura de un halcón maltés para colocarla en su lugar en la cabecera.    Dice que está hecha del material con el que se forjan los sueños.

CONCURSO DE RELATOS XXXI EDICIÓN: EL HALCÓN MALTÉS de Dashiell Hammett

Está temporada estamos homenajeando no solo a grandes escritores, sino a fundadores de nuevos géneros literarios. H.G. Wells lo fue de la ciencia ficción moderna; Dickens, del cuento de Navidad; Capote de la Non fiction novel… ¿Y Hammett? Bueno, digamos simplemente que es el fundador del género más publicado en papel o rodado en celuloide en el s. XX. Antes de él existía la novela enigma en la que un detective elegante y superlisto descubría al delincuente gracias a la razón. Con Hammett se inicia la novela negra tal y como la conocemos, la novela que a la trama criminal se añade la realidad de la calle y la denuncia social. El detective privado, después de Hammett, no solo usará la razón, también se servirá de los puños y las pistolas. Además de su particular visión de la vida.

EL JOVEN INSATISFECHO Y DESNORTADO

Llamándote Samuel Dashiell Hammett parecería que estás predestinado a convertirte en escritor de novela negra. Y es que hay nombres que casi anticipan lo que la persona será en el futuro, aunque en el caso de Hammett el Destino fue realmente juguetón.    Porque desde luego que no hubiera sido una buena apuesta pensar que el niño nacido un 27 de mayo de 1894 en una granja tabaquera de Baltimore se convertiría en uno de los mejores escritores del s. XX y fundador de la novela negra moderna. No había en su familia ninguna relación con la Literatura, aunque eso no quiere decir que Hammett no heredara de sus padres unos rasgos que desde luego lo llevaran a ella, aunque eso sí: dando un enorme rodeo.    De su padre, Richard Thomas Hammett heredó su gusto por lucir un porte y aspecto distinguido algo que combinaba bien con su debilidad por las mujeres, pero también la dependencia por el alcohol, algo que también maridaba con su incapacidad de mantener un puesto de trabajo. De su madre, Annie Bond Dashiell adquirió ciertas ínfulas existenciales que la hacían fabular sobre el origen de su apellido con los hugonotes galos Dashiell provendría del apellido francés De Schiells, lo que llevaría al joven Hammett a pasarse la infancia oyendo hablar de castillos y caballeros medievales que entroncaban a su familia materna con los Caballeros de Malta.    Al matrimonio Hammett siempre le faltaba dinero, lo que llevó a que Dashiell solo estuviera escolarizado hasta secundaria para comenzar a aportar dinero a las arcas familiares. Con catorce años inició un maratón de trabajos variopintos que iban desde mensajero, repartidor de periódicos, estibador, operador de máquina, operador de bolsa o publicista. Ni qué decir que ese vaivén de trabajos tenía más que ver con su desidia y falta de interés que por una ambición laboral. Y es que si su pasión inconfesable eran el alcohol y las mujeres, la confesable era la lectura. Siempre afirmó que su universidad fue la biblioteca pública donde leía de todo, y cuando digo de todo, era de todo. Filosofía, literatura clásica, novelas baratas y hasta manuales técnicos sobre cualquier oficio.
“Me convertí en el empleado insatisfactorio e insatisfecho de diversas compañías ferroviarias, corredores de bolsa, fabricantes de máquinas, de conservas y demás. Por lo general, me despedían.”
   Así era nuestro Sam al llegar al año 1915: Donjuán, borrachín, gandul, pero también con la suficiente cultura y desenvoltura social que le hacían un buen candidato para la oferta laboral que apareció en un anuncio y que rezaba más o menos así:
SE BUSCA: Vendedor animado y con experiencia para ocuparse de una buena línea; sueldo y comisión. Excelente oportunidad para el hombre adecuado para entrar en contacto con una empresa de primer orden.
    No, no se trataba de una editorial ni de lejos nada parecido. Pero sin duda ese anuncio supuso el primer giro azaroso que lo llevaría a la Literatura.
    Un giro realmente inesperado.

EL AGENTE OPERATIVO HAMMETT

Me gustaba ser detective, era mejor que cualquier otra cosa que hubiera hecho.Dashiell Hammett

Aunque fuera un recién veinteañero, Hammett debió intuir que la misteriosa oferta de trabajo se trataba de algo realmente gordo cuando lo citaron en una suite de la monumental torre de oficinas de Continental Trust Company, en la que en cada una de sus dieciséis plantas aparecían, como si las protegieran, pequeñas estatuas de piedra con forma de halcón.    Y es que esa era la forma en la que la mítica Agencia Nacional de Detectives Pinkerton reclutaba a sus agentes operativos. Con anuncios vagos en los que, más allá de títulos académicos, resaltaban las cualidades que buscaban, cualidades que Hammett reunía sobradamente. A su corta edad, su variopinta actividad laboral le había enseñado a moverse por el mundo con desparpajo y la cultura que había adquirido con su lectura frenética le había otorgado la apariencia de un tipo con criterio que podía actuar de manera sensata, serena y discreta.    A diferencia de los otros trabajos, este si le motivó, pese a que no era un trabajo fácil y se precisaba una dedicación de 24 horas, siete días a la semana, tal y como afirmaba su fundador, Allan Pinkerton: “El ojo del detective no debe dormir nunca”. En esa profesión, aprendería a observar el comportamiento humano y que nadie, absolutamente nadie, estaba libre de pecado.    Parece ser que eran dos las tareas que se le daban especialmente bien. Una era la de seguimiento del objetivo, cuyo secreto resumió del siguiente modo: “Mantente detrás del perseguido siempre que puedas; nunca intentes esconderte; compórtate con naturalidad, pase lo que pase; y nunca lo mires a los ojos”. La otra tarea en la que destacó sí que podríamos decir que supuso un primer paso hacia la Literatura.    Para un detective Pinkerton lo primero, por encima de cualquier otra cosa, era el cliente. Y al cliente había que informarle del resultado del trabajo realizado. Esto se hacía, y se hace, con los llamados informes operativos. En ellos se mostraba el resultado de la investigación de manera precisa y directa, dejando muy claro el “quién, qué, cuándo y dónde” y, además, debía adaptarse al nivel de comprensión lectora que pudiera tener el cliente.
CONCURSO DE RELATOS XXXI Ed. EL HALCÓN MALTÉS de DASHIELL HAMMETT
    Esta primera etapa como detective concluyó un 24 de junio de 1918, fecha en la que ingresó en el ejército estadounidense con motivo de la I Guerra Mundial. No llegó a pisar un campo de batalla y se pasó buena parte de los cinco meses que faltaban para que terminara el conflicto bélico ingresado en el hospital. Primero por un accidente con la ambulancia en la que trasladaba a los soldados a los hospitales de campaña; después, por algo que estos mismos soldados trajeron de Europa. Algo demasiado pequeño para poder ser abatido con balas.    Además de la Gran Guerra, hace cien años la Humanidad padeció la pandemia de la llamada gripe española. Una enfermedad terrible que mató a más de cincuenta millones de personas en el mundo. Se calcula que murieron más soldados por el virus que por la propia guerra. Hammett la contrajo en alguno de sus servicios de ambulancia. Se debatió durante veinte días entre la vida y la muerte. Salvó la vida, pero la gripe le dejaría una secuela de por vida en forma de tuberculosis
    Tras licenciarse regresó a la Pinkerton, en una de sus sucursales de San Francisco, durante un par de años más, con jornadas a tiempo parcial, hasta que finalmente tuvo que abandonarlo por razones de salud.
    La tuberculosis terminó con su carrera de detective, pero a cambio le permitió conocer a una enfermera llamada Josephine, Jose, Dolan que se convertiría en su esposa y madre de sus dos hijas. También le dirigió hacia una de las pocas actividades laborales que sí podía realizar.
    Una en la que su arma reglamentaria sería una máquina de escribir Underwood de color negro.

LO QUE LA TUBERCULOSIS TE DA, LA TUBERCULOSIS TE LO QUITA, Y VICEVERSA

Normalmente, cada año supone un punto y seguido en la vida de cada cual. Pero los hay que son verdaderos punto y aparte; y otros en los que los cambios son de tal envergadura que casi podríamos hablar de un nuevo capítulo o hasta una nueva novela en la historia de cada persona.    1922 fue uno de esos años para Dashiell Hammett.  Su estado de salud le había hecho abandonar su trabajo como detective. Y no solo eso. Por recomendación de los médicos tuvo que comenzar a vivir de manera “confinada” en su propio hogar para no contagiar la tuberculosis a su hija pequeña. La tuberculosis le hizo conocer a su esposa, pero pronto comenzó a separarla de ella. Por supuesto, también estaba la cuestión económica, aunque esta fue paliada en parte gracias a un préstamo de su padre.    ¿A qué podía dedicarse un tipo como con una salud tan precaria? Pensó entonces en tareas administrativas y para ello se apuntó a unas clases de secretariado en la Escuela Munson de Sutter Street, donde aprendió taquigrafía y mecanografía, con la que sacar partido a la Underwood de color negro que se había comprado y con la que empezó a trastear sin mayores pretensiones sus primeros textos.    Su nuevo lugar de trabajo era la mesa de la cocina de su casa y la biblioteca, y en ellos nacieron sus primeros escritos. Eran variados y dispares. Relatos breves, textos de humor, poemas, esbozos de personajes… De entre esa dispersión literaria nació el borrador de su primer relato policiaco: La mujer del barbero. Si bien, no fue ese su primer texto publicado.    En junio envió un texto de humor de menos de cien palabras titulado Ahí te quedas a un editor al que le debió hacer gracia tanto el texto como la coincidencia de que ambos hubieran estudiado en la Politécnica de Baltimore. El editor se llamaba H.L. Mencken y la revista donde se publicaría era la prestigiosa The Smart Set. Con la venta del texto, Hammett regaló a su familia una cena a domicilio, todo un lujo en sus circunstancias, también le dio un contacto con el mundo editorial. Un mundo en el que los contactos lo son todo; pero, sobre todo, le dio la confianza para seguir escribiendo.    Ese año 1922 terminaría con la publicación de su primer relato policiaco en una revista por entonces poco relevante, un pulp en el que se publicaba literatura de consumo rápido con el que entretener los trayectos en transporte público o los minutos de la sala de espera. La revista fundada por su compañero de colegio y ahora editor en 1920 se llamaba The Black Mask. El relato se titulaba El camino de vuelta a casa que apareció junto a otras historias de vaqueros, romances, terror y aventuras. La firmó con el pseudónimo de Peter Collison, lo que ya nos hace ver que para ese momento ya hacía planes ambiciosos en el mundo de la escritura.    Y es que como tantos otros grandísimos autores de género, como Patricia Highsmith o Ray Bradbury, consideraba esta clase de publicaciones como algo poco digno y quería preservar su verdadero nombre para obras de mayor calado literario. Pero Hammett, que no era tonto y además necesitaba la pasta,  se dio cuenta de que buena culpa de que se publicara ese relato la tenía que lo hubiera presentado como un relato inspirado en un caso real de investigación de su época como detective en la Agencia Pinkerton y eso le daba a la historia un plus irresistible para los editores de la revista.    Hammett comprendió que su futuro literario inmediato estaba teñido de negro y sus letras escritas en rojo carmesí.

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Algunas cosas que solo un detective como fue Hammett podía saber


El Agente de la Continental

La lectura de una novela negrocriminal no es lo mismo para el común de los mortales que para un policía, forense, juez o incluso un delincuente. Por mucho trabajo de documentación que realice un escritor de ficción, no es lo mismo vivir la experiencia que conocerla de oídas. No es lo mismo escribir sobre un tipo al que encañonan con una pistola, que sentir lo que es ser abordado a punta de pistola. Hammett reunía las dos cosas y  supo ver pronto el beneficio de tal circunstancia.    Había leído muchas novelas detectives y su valoración era nefasta, tanto de las clásicas novelas enigma de Conan Doyle como los relatos de acción detectivesca que publicaba The Black Mask. Los consideraba poco realistas y exagerados, además de utilizar un lenguaje poco convincente. También se dio cuenta de otra cosa: los relatos protagonizados por un mismo personaje vendían más.    Así que en su siguiente relato decidió crear el suyo. Un detective del que nunca sabremos su nombre ni su pasado. Un tipo corpulento, de unos cuarenta años, espabilado, de una moral incorruptible y una ética laboral que ponía a su cliente por encima de todo, aunque en ocasiones el cliente fuera alguien aborrecible. Este personaje aparecería en 26 relatos, 2 novelettes y 2 novelas. Damas y caballeros, con ustedes El Agente de la Continental.    El debut del primer detective de novela negra moderna se produjo en octubre de 1923 con el relato Incendio Provocado. Narrado en primera persona y con un estilo parecido al que Hammett empleaba en sus informes operativos para la Pinkerton. Volcó en él toda su experiencia como detective para hacernos ver lo tedioso que podía ser el seguimiento a un sospechoso, describiendo meticulosamente cada uno de sus actos de investigación y formando historias inspiradas en situaciones reales que él había vivido.    Además, como una especie de juego o quizá para dar mayor verosimilitud, incorporó nombres reales de personajes o entidades, aunque, eso sí, evitando que los mencionados pudieran sentirse aludidos. El propio agente que había creado trabajaba para la Agencia de Detectives Continental, en referencia al Edificio Continental Trust Company en el que hizo la entrevista de trabajo para la Pinkerton.    Hammett, aunque también es verdad que solía exagerar las batallitas, envolvió sus relatos de una aureola de autenticidad, recalcando que él había vivido esas situaciones en primera persona, aunque en realidad solo fuera de oídas. El filón de su pasado de detective como incentivo de venta fue tal que publicaría en la revista The Smart Set, ya con su verdadero nombre, una recopilación de 29 anécdotas reales de detectives titulada De las memorias de un detective privado.    Lo cierto es que la serie de relatos del Agente de la Continental marcó el rumbo de la novela negra moderna y fue el inicio de personajes y situaciones que se convertirían en clichés, como es el caso de la Femme Fatalle, que introdujo en el relato La chica de los ojos de plata; los usos de las huellas dactilares o el propio aspecto de un detective con sombrero y gabardina.    El éxito de sus relatos era considerable, pero no le sacaban de pobre. Sus ingresos mensuales no superaban los 50 dólares y, además, en 1925 los médicos le indicaron que su tuberculosis se había agravado y vuelto más contagiosa, por lo que debía evitar el contacto con su familia para proteger a sus hijas pequeñas. Abandonó el piso familiar, alquilando otro en el mismo edificio, con lo que aumentaban los gastos. Además, el éxito de sus relatos había encumbrado a la revista The Black Mask, lo que paradójicamente consiguió que la misma contratara a más autores de género negro, lo que aumentaba la competencia. Y ya no hablábamos de escritores cualquiera, sino de tipos como Raymond Chandler o Earley Stanley Gardner, el creador de Perry Mason.    En 1926 Hammett necesitaba más dinero y pensaba, con razón, que lo merecía. Así que pidió un aumento de sueldo al editor de la revista Phil Cody que este le negó con, al parecer, unos modos un tanto arrogantes.    Demasiado arrogantes para alguien como Hammett, que cogió la puerta y dejó la revista.

Un paso atrás

Dicen que los pasos atrás en ocasiones no son un retroceso, sino una manera de tomar impulso. Hammett es un buen ejemplo.    Tras dejar la revista se interesó por el mundo de la publicidad y para ello se preparó en su universidad particular: la biblioteca pública. Leyó cuanta obra sobre la materia descansara en los estantes. Necesitaba trabajo y quiso la fortuna que una joyería muy popular de San Francisco necesitara un publicista para la redacción de anuncios. Aunque no mediara anillo de por medio, la relación entre Hammett y el dueño de la joyería, Albert Samuels, bien pudiera resumirse con el eslogan de la misma “la casa de las alianzas de bodas afortunadas”. Más allá del aprecio personal que se profesaron, el ambiente laboral de esa joyería era festivo, cosmopolita y elegante, un lugar en el que Hammett encajaba como un guante. No solo septuplicó su sueldo, sino que al contrario que otros escritores, el mundo publicitario le cautivó al punto de escribir un ensayo titulado La publicidad es literatura.    Sin embargo, el trabajo también le trajo algo más. Los compañeros acostumbraban a irse de copas tras la jornada laboral, algo muy del gusto de Hammett y, ahora, además contaba con dinero para ello. Las horas de trabajo añadidas a las de diversión hicieron que su tuberculosis se agravara al punto de que en cierta ocasión lo encontraran tirado en el suelo de su oficina en medio de un charco de sangre de sus pulmones. Nuevamente la enfermedad trastocó sus planes y tuvo que dejar no solo su trabajo. Su matrimonio hizo aguas definitivamente. Vivir de forma separada ya había enfriado su relación, pero además Josephine ya se había hartado de sus infidelidades que su nueva vida había convertido en una costumbre. La última con una compañera de trabajo, pelirroja pero de piel perfecta, llamada Peggy O'Toole.    Tras esa nueva recaída, Hammett se quedó solo en su pequeño apartamento en el que tuvo que disponer las sillas de una manera que pudieran servirle de apoyo para poder moverse o ir al baño. Solo le quedaba su Underwood negra y las historias que iba escribiendo sin la certeza de que pudieran ser publicadas algún día.

La materia con la que se forjan los sueños

—Umm..., pesa mucho. ¿De qué está hecho?
—Del material con el que se forjan los sueños.

Así termina la mítica adaptación cinematográfica de 1940. dirigida por John Huston. Una de las frases finales más icónicas de la historia del cine que no aparece en la novela original, algo paradójico si tenemos en cuenta que la película transcribe casi literalmente todos sus diálogos. Fue una aportación de última hora de Humphrey Bogart, sin duda realmente afortunada.    Catorce años atrás, los sueños eran lo único que le quedaba a Dashiell Hammett. Enfermo, solo y sin trabajo, solo lo mantenían vivo las historias que seguía escribiendo en su Underwood negra. Pero como hemos mencionado, el Destino fue especialmente juguetón con él.    Su salida de The Black Mask provocó una caída de ventas espectacular que se llevó por delante al editor que le negó el aumento de sueldo. Lo sustituyó Joseph Shaw, un avispado editor que se puso como primer objetivo recuperar a su escritor estrella. No solo le ofreció un aumento de sueldo y trescientos dólares de atrasos. También le ofreció la posibilidad de textos más largos y hasta iniciar novelas por entregas.    Esta nueva etapa que se iniciaba solo puede calificarse como prodigiosa. El Agente de la Continental regresó con dos novelettes publicadas en 1927: El gran atraco y 106 mil dólares ensangrentados. Bien podrían haber sido su primera novela, dado que una era continuación de la otra. Pero ese privilegio le correspondería a otra en la que la violencia y la acción entraran en ebullición en cada párrafo, como le pidió su nuevo mejor amigo y editor. Para ello necesitaba llevar a su agente a un lugar apropiado y desde luego supo cual era: Personville o como la llamaban sus habitantes, Poisonville (Ciudad del veneno).    Esta ciudad ficticia estaba inspirada en las ciudades mineras de Butte y Anaconda, ciudades a las que Hammett conocía como detective de la Pinkerton y a las que llegó con el encargo de reventar las huelgas de mineros, algo de lo que no se sentía orgulloso, pero que le hizo espectador de primera mano de la violencia que podía alcanzarse en una sociedad corrupta. En noviembre de 1927 comenzó a publicarse por entregas La depuración de Poisonville en Black Mask. La acogida exitosa le animaría a enviar la obra completa al Departamento editorial de Alfred A. Knopf, en Nueva York, con una carta de presentación bastante humilde: "Les presento una novela detectivesca de acción para que la consideren. Si no estiman oportuno publicarla, devuélvanmela por correo exprés, a cobro revertido". Eso sí, no se olvidó en la misma que estaba basada en su experiencia como detective de la Pinkerton.    No parece que el señor Knopf la leyera, pero sí lo hizo quien de verdad cortaba el bacalao en la editorial, su esposa Blanche Knopf, una aficionada empedernida de este tipo de historias. De la novela le gustó todo, a excepción del título y un exceso de cadáveres y explosiones con dinamita en la parte central. Hammett le respondió cambiando el título por Cosecha roja y eliminó una decena de cadáveres, además de un par de explosiones. También le dijo que tenía en mente otros proyectos.
    Cosecha Roja se publicaría en enero de 1929. Con ella se fundó el Hard Boiled, la novela negra en la que la denuncia social, la acción y la caracterización de los personajes primaban sobre el juego intelectual de averiguar quién era el asesino. En julio de ese mismo año se publicaría La maldición de los Dain, la última aventura protagonizada por el Agente de la Continental.
    Un par de meses después, Hammett enviaría una tercera novela a Blanche Knopf, según sus palabras era lo mejor que había escrito hasta entonces, con un nuevo detective con el aspecto de un satanás rubio.
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EL SATANÁS RUBIO

    Con la aparición de Sam Spade en una novela titulada El Halcón Maltés, los detectives de ficción anteriores ha quedado a la altura del barro.
Gilbert Seldes, The New York Graphic, febrero 1930
La vida volvía a sonreír a Dashiell Hammett. No solo su carrera literaria iba viento en popa, sino que su salud había mejorado lo suficiente para volver a tener vida social e iniciar una relación con una escritora llamada Nell Martin. Con ella abandonaría definitivamente San Francisco para instalarse en Nueva York, cerca de sus editores y acorde con su nuevo estatus tras el pelotazo que la editora Blanche Knopf aventuraba que sería El Halcón Maltés.    Y es que la señora Knopf tuvo buena culpa de que Hammett se animara a crear un nuevo detective. Su intención, al parecer, era escribir una especie de experimento que consistía en un flujo de conciencia en el que el lector y el detective fueran descubriendo las pistas a la par. La señora Knopf, experta editora, le quitó de la cabeza los flujos de conciencia y le invitó a escribir algo que pudiera leerse y que, además, pudiera filmarse para la gran pantalla en un momento en el que Hollywood empezaba a interesarse en su trabajo.
    Para su nueva novela, pensó que debía jubilar al Agente de la Continental dado que era un personaje ya trillado, con demasiado pasado. Además, si quería una historia filmable, lo primero era dar un nombre a su detective. Un nombre y una personalidad única. Una como la del propio autor.    A Sam Spade, no solo lo bautizó con su propio nombre de pila, también le hizo vivir en el mismo apartamento en el que vivía Hammett en el 891 de Post Street, le dio un despacho como el que el tuvo en la Pinkerton, una secretaria con el nombre de su prima preferida, un amigo policía llamado como un amigo de su colegio, una femme fatale, inspirada en Peggy O'Toole, la compañera de la joyería con la que mantuvo una relación y, por supuesto, un halcón.
    ¿Y por qué un halcón? Bueno, en una novela tan nutrida de la propia vida de Hammett, una que aspiraba a iniciar una nueva época literaria, sin duda que recordó su primera entrevista con la Pinkerton en el edificio Continental. El edificio en cuyas plantas se erigían la figura de un halcón de piedra. Un pájaro del que había escuchado de labios de su madre la historia en la que los caballeros de la Orden de Malta enviaban anualmente al rey de España Carlos I como tributo simbólico por la cesión de la isla de Malta.    Por supuesto, también le dio su propia personalidad. La de una persona tenaz, dura y realista, mujeriego, fumador y bebedor. Provocador e irónico hasta lograr desquiciar a cualquiera. Pero también con un sentido de la justicia que lo entroncaba con el ser humano. Como el de un escritor que, consciente de haber escrito una obra maestra, y pese a mantener una relación con otra mujer, no dudó en dedicar su mejor novela a quien estuvo con él en los años más duros de su vida: su esposa, Josephine.
    Las siete ediciones en un mismo año son el mejor dato para comprender el éxito de la novela. Hollywood se hizo de inmediato con los derechos para su adaptación cinematográfica que daría lugar a, nada menos, que tres películas en una década. La primera en 1931, de la mano del director Roy del Ruth, con Ricardo Cortez como Sam Spade; en 1936, titulada Satan Met a Lady, con Bette Davis en el papel de la femme fatalle Brigid O'Shaughnessy; y, por supuesto, la de 1941, dirigida por John Huston y con la que Bogart sería para siempre el rostro de Sam Spade.    Sam Spade ha pasado a la historia del género negrocriminal con solo una novela y apenas cuatro relatos. Hammett escribiría en los siguientes dos años La llave de cristal y El hombre delgado... y ahí se paró su creatividad. Con la vida más que resuelta, Hammett sucumbió a una vida de excesos que agravarían su enfermedad alejándolo de la escritura y acercándolo a la política.
    Pero eso forma parte de otra historia.
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CONCURSO DE RELATOS

Podéis participar en este homenaje a El Halcón Maltés de Dashiell Hammett con un relato en el que el protagonista sea un detective privado. La extensión no podrá superar las 900 palabras.
    Como ya sabéis existen dos modalidades:
  • La modalidad concurso: el plazo es del 3 al 17 de abril, y una vez finalizado deberéis enviar las correspondientes votaciones de acuerdo con las bases que aparecen más abajo.
  • La modalidad fuera de concurso: el plazo es del 18 al 28 de abril, y solo se trata de compartir vuestro relato con el resto de compañeros para su deleite y disfrute.
    Por supuesto, también podéis participar con vuestras reseñas de la novela, del autor o de la celebérrima adaptación cinematográfica dirigida por John Huston y protagonizada por Humphrey Bogart, Mary Astor y Peter Lorre. Podréis hacerlo a lo largo de todo el mes de abril.

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Si queréis, podéis acompañar vuestro relato con esta imagen


BASES DE PARTICIPACIÓN CONCURSO DE RELATOS: 

Tema: Un relato protagonizado por un detective privado. 
Extensión: Máximo 900 palabras.
Plazo: Del 3 al 17 de abril de 2022.
Participación: Abierta a todo el mundo, salvo los tres autores ganadores de la anterior edición. Eso sí, deberéis contar con un blog donde publicarlo y añadir el enlace en los comentarios de esta entrada.
Votación: Los autores participantes deberán votar siete relatos otorgando siete puntos al que más os guste; seis, al segundo; y así sucesivamente. Se enviarán por correo electrónico a [email protected] del 18 al 28 de abril. No enviar los votos supondrá la descalificación del relato.
Premios: El 30 de abril de 2022 se celebrará la Gala de Premios anunciando los ganadores. Los tres primeros relatos recibirán un diploma digital acreditativo del mismo. 
    Todos los relatos participantes se incluirán en el ebook digital ESCRIBIENDO A HOMBROS DE GIGANTES
    Más información AQUÍ.

RELATOS PARTICIPANTES (Convocatoria abierta del 3 al 17 de abril de 2022)

1. ...

RELATOS fuera de concurso (del 18 al 29 de abril de 2022)

1. ...

otras participaciones (hasta el 29 de abril)

1. ...
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¡Saludos tinteros!

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