[Reproduzco una de las notas de prensa de las actividades desarrolladas hoy en la Feria del Libro de Madrid]
Los periodistas Juan Luis Cebrián e Iñaki Gabilondo han dialogado esta tarde sobre los temas fundamentales del periodismo, con motivo de la publicación de El pianista en el burdel, de Cebrián, publicado por Galaxia Gutenberg. El acto, celebrado en el Pabellón Fundación Círculo de Lectores, ha sido presentado por el pensador francés Sami NaÏr.
Gabilondo ha comenzado el diálogo con Cebrián refiriéndose a éste como la “gran referencia para los periodistas”. De hecho, ha dicho, “muchos miramos a Juan Luis esperando que nos ilumine el camino, en este momento en el que no sabemos exactamente hacia dónde vamos”.
En un momento crucial para la profesión y la empresa periodística concebidos a la usanza tradicional, Cebrián propone en el libro una colección de ensayos sobre diversos aspectos del oficio, al que ha dedicado toda su vida, aliñados con anécdotas personales. Según Cebrián, “saber qué va a ocurrir no es función del periodista; un periodista debe contar qué ha pasado y ayudar a comprender esos hechos. El periodista es un contador de historias”.
¿Seguirá existiendo el periodismo tal y como lo concebimos? ¿Qué es ser periodista? ¿Desaparecerá el diario en papel? ¿Cómo competir con las nuevas tecnologías en un mercado global? Estas y otras cuestiones han abordado Cebrián y Gabilondo esta tarde en la Feria del Libro. En la obra, se recoge la tesis de que el periodismo, entendido como arte, como oficio, no debe limitarse a reflejar la realidad, sino ayudar a crear a partir de unos principios básicos una sinfonía que compartirá con el público. “No es un libro de tesis –ha dicho Cebrián—es un libro de relatos en el que subyace una tesis: los periódicos y los medios de comunicación, como los hemos conocido y los conocemos, son uno de los pilares fundamentales de la democracia representativa. Según muchos, más importantes que los partidos políticos”. No obstante, ya no son los formadores de la opinión pública. Ahora está cambiando el paradigma debido a la globalización y las nuevas tecnologías. “Ahora somos menos importantes”, ha señalado Cebrián, que ha continuado diciendo: “Hoy la gente mira las noticias en Google News, y, ¿saben cuántos periodistas trabajan en Google News?, pues ninguno”. Según Cebrián, el problema es que los periodistas “vivimos como si esto no pasara, no queremos darnos cuenta de que la gente se informa a través de otros sistemas”. Este paso de la democracia representativa a la democracia participativa es la que debe inquietarnos, en palabras de Cebrián, “puesto que la primera requiere de una mediación, los medios de comunicación, por ejemplo, y sin embargo en la participativa todo el mundo puede informar, crear su propio medio, sin necesidad de mediadores”.
Sobre la empresa periodística, el escritor ha subrayado que cerrarán muchos diarios, “sólo en Estados Unidos han desaparecido ya cien periódicos”. El mundo está cambiando y con él las costumbres de los lectores “que cambian más rápido que los periódicos”. El lector de diarios tiene tendencia a pensar que su periódico, “aquel con el que se identifica”, le pertenece, “forma parte de su propiedad intelectual y de su forma de vida”. Frente a ese espacio privado y casi sagrado aparece la Red, “un lugar público compartido por todo el mundo, donde cambian los parámetros que han regido hasta ahora la empresa periodística: El mundo digital es una economía de demanda, la información es un bien mostrenco”. Para el autor de El pianista en el burdel, “esto nos obliga a los periodistas a una actitud de humildad, a algo que no estábamos acostumbrados”.
Iñaki Gabilondo ha preguntado sobre cuál será entonces el papel de los periodistas en ese mundo de conocimiento globalizado. Para Cebrián la tarea principal será la de ayudar a los ciudadanos a comprender mejor ese espacio, “tarea a la que deberían dedicarse también los partidos políticos, sindicatos, instituciones y curas de todas las religiones”. Ante este mundo que ya no se organiza como antes, sino de forma muy distinta, Cebrián concluye diciendo: “No estamos condenados a desaparecer, pero sí a cambiar”.