Confieso que me da miedo pensar que moriré un día,
que llevo mal las tormentas interiores,
los fracasos y las máscaras.
Que me pesa la armadura,
que se me oxidaría el alma
si no intentara hallar respuestas,
si no quisiera enamorarme.
Confieso que no me cuesta querer,
que no me cuesta reír,
que no me cuesta soñar.
Confieso que me es duro olvidar,
que más duro me es no sentir,
que más difícil es pararme.
Confieso que no quiero calma,
que no quiero armas de doble filo,
que ya las mantas no me son necesarias,
que no tengo miedo,
que solo a mí temo.
Confieso que amo profundamente
todo lo que me rodea
y que no quiero dejar de intentar cada día.
Confieso que tengo piel
y quiero sentir,
que tengo manos
y quiero tocar,
que tengo una hoguera
y quiero quemar,
que tengo caderas
y quiero mecer mi vida en ellas.