El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso. Como si fuese culpa mía no haber vuelto a casa de Esther. Desde entonces se obceca continuamente en dirigirse hacia allí. Patalea, se aferra a las baldosas y, al final, acabo sentado en la acera intentando hacerle entrar en razón.
Ayer no pude aguantarlo más. Le dejé hacer. Pensaba que ella se enfadaría al encontrarme sin embargo se abalanzó sobre mí y me besó desenfrenadamente, mientras su tacón hacía añicos mi empeine izquierdo.
Ahora no sé qué hacer. Mi pie no quiere volver a verla, pero mis labios se niegan a hablar si no es en su presencia.NiñoCactus
Dibujo del soñador Juan Luis López