Revista Literatura

Consejos que doy, que para mí no tengo

Publicado el 20 marzo 2014 por Mbbp

 

CONSEJOS DOY, QUE PARA MÍ NO TENGO… (y II)

Sigue…

Hace unos días mi querida hija casi quinceañera me comentó que tenía un problema con un amigo suyo. Estaba preocupada y necesitaba comentarme su problema y que yo la escuchara. Seguramente, como suele pasar, no deseaba que yo le diera la solución, sino que simplemente la escuchara. Ella sabe que, aunque opino, no suelo dar consejos, sino que le planteo una manera de enfocar los temas, para que ella lo haga a su manera. Creo que nadie tiene la llave de nuestros problemas, pues nadie conoce cómo los vivimos interiormente y cómo nos afectan en la realidad…

Como he comentado antes, la realidad de cada uno es singular y, por tanto, es difícil que alguien desde fuera y en otra realidad pueda aconsejarnos. Normalmente cuando uno aconseja algo a álguien lo hace desde su propia experiencia o perspectiva del tema, sin muchas veces intentar ponerse en la piel del otro, es decir, sin empatizar de verdad. Así, demasiadas veces los comentarios, críticas y consejos se basan en una realidad ajena a nosotros, por tanto, no nos ayudarán ni disiparán nuestras posibles dudas…

Como decía antes, aceptar nuestra realidad personal no es siempre fácil… y los problemas que tenemos habitualmente no son más que su claro síntoma! ¿Cuántas veces los problemas -y el sufrimiento que traen consigo- son causados por no aceptar una realidad evidente, aunque la neguemos o intentemos escapar de ella? ¿Tendríamos problemas o sufriríamos si aceptaramos y viviéramos la realidad tal y como viene, sin expectativas ni demandas?

Vivir la vida tal y como es y llega es la única forma de no sufrir! Por ello, ayudar a las personas a descubrir y vivir su propia realidad es una buena misión, aunque debemos tener en cuenta que no todos y en todo momento pueden o quieren aceptar su propia realidad, sobre todo cuando esa realidad incomoda o se aleja demasiado de su propia idea de ella!

Normalmente es más fácil ver la realidad del otro, que la propia. O eso creemos, al menos. Pero la verdad es que demasiadas veces somos tan ciegos ante nuestra propia realidad, como con la del otro… aunque le demos consejos sobre ella. Si cada uno se preocupara de reconocer su realidad personal -la consciente y la inconsciente- en vez de mirar y juzgar la de los demás, en el mundo habría menos problemas y malentendidos. Quizás así descubriríamos que el otro no es más que un reflejo nuestro…y lo que consideramos su realidad no es la suya, sino la nuestra reflejada. Y se refleja para que la podamos aceptar o cambiar. Eso hace que las relaciones con los demás sea la mejor oportunidad -¿o la única?- para conocerse a uno mismo. Y si, además, amamos de verdad al otro, eso nos hará respetar y aceptar su propia realidad… y compartir la nuestra! ¿No es ese el verdadero encuentro entre las personas y de sus respectivas realidades para compartirlas y así enriquecerse mutuamente? ¿No deberían ser así todas las relaciones humanas?

 


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