Hoy tuve un singular buen momento por la mañana, a causa de un precioso gesto amable.
Si bien hacía rato no disfrutaba una amabilidad del tipo, lo singular estuvo en su efecto: me acomodó las faltas.- Las convirtió en cosas o situaciones que no están, de un modo en el que no están en algo. ¡Y ahí estaba yo, siendo el territorio del algo!
Las faltas habían estado ocupando más y más espacio, hasta ocuparme. Ahora sé que no me encontraba. No estaba buscándome, pero de pronto, me vi. Creo que había estado recordándome con nostalgia, pero ni así me daba cuenta de que no estaba.
El caso es que eso -no el gesto amable, sino notarme- me hizo feliz. No me sentí feliz justo en ese momento: volví a la condición de felicidad. Lo noté y entonces me sentí feliz. Nada apabullante, pero ha durado todo el día; cuando se vaya el sentimiento, quedará la condición.
Silvia Parque