CONSTRUIR UNA LUZ (V): El paseo

Publicado el 22 abril 2014 por Cefiro

Construir una luz es una traslación también. Un cambio de coordenadas. Un salto o al menos unos pasos. Una de las recomendaciones sin excusa para toda embarazada y que se hace extensible irremediablemente para sus parejas, sentimentales o no, es la de andar. El paseo. El ejercicio suave ayuda a descargar la trabajada circulación de la premamá tanto como la embotada cabeza del prepapá, así que cada día a eso de las tantas salimos a caminar. A veces lo hacemos por la ciudad. Otras por las urbanizaciones circundantes y otras, las mejores y más felices cuando el tiempo y la hora lo permiten, por el campo. Por la ciudad el tráfico, el ruido, la polución, la gente y las estrechas aceras son impedimentos suficientes como para desistir de la vía. Por las urbanizaciones esos factores no se dan, los espacios son amplios, el tráfico es llevadero, aunque la tranquilidad es casi exasperante; sólo hay un peligro: los perros. Sí, el gran problema reside en los canes que los de los chalets tienen tras las verjas y que muchos sólo son visitados los fines de semana. Así, mientras paseas, de pronto saltan sobre la valla enfurecidos ladrando. Yo soy muy pacífico pero el día que despierten a mi niño, ése día, probablemente me haga con una escopeta y los mate a todos. Uno por uno aunque ellos no tengan toda la culpa y sí sus amos. Ah, ese será mi último paseo probablemente por las jodidas urbanizaciones pero qué a gusto me voy a quedar. Qué tranquilas pasearán las parejas al anochecer, qué tranquilos los viejitos y los niños, hasta los ladrones cuando se adentre la noche lo agradecerán. Sin un puto ladrido más… bueno, y luego queda la que sin duda es la mejor opción, la del campo. Una gozada. Los caminos de tierra, las veredas, los muretes, la fauna y la flora, cruzar el río y subir por las cuevas de Adolfo hasta Otura. Que algún aldeano te ofrezca unas alcachofas. Un puñado de habas y un trozo de salaílla. Admirar la velocidad de crecimiento de las incipientes brevas que ya lucen. Respirar aire normal, de concentraciones normales, joder, oír el falso silencio del campo. Escribir en un árbol un cuarteto de arte mayor y ánimo embaucador del tipo: “Cuantos más mundos descubre la ciencia / más sólo permanezco en este punto / cuantos más mundos descubre la ciencia / más fastuoso me parece estar juntos.” Y que me beses.