Revista Literatura

"Consummatum est" (Versos, canciones y trocitos de carne #3), de César Pérez Gellida: un cierre perfecto para una trilogía demoledora

Publicado el 17 abril 2014 por Lidiacasado

Ficha técnica: 

Título: Consummatum est        Autor: César Pérez Gellida          Editorial: Suma de letras   Género: novela negra, thriller   Páginas: 680  Publicación:  26/3/2014   ISBN: 9788483656402

Sinopsis (editorial):

 La pequeña localidad islandesa de Grindavik amanece con todos los miembros de una familia bru­talmente asesinados. En uno de los países del mundo con menor tasa de homicidios por habitante, el comi­sario de la Brigada de Homicidios de Reykjavik, Ólafur Olafsson, se enfrenta al caso más escabroso que ha visto justo en el ocaso de su carrera profesional. Pero muy pronto todas las pistas empiezan a apuntar hacia un sofisticado asesino en serie, Augusto Ledesma, que durante varios años ha ido componiendo una siniestra poética de versos regados de sangre a lo largo y ancho de Europa.

 ¡Qué difícil tiene que ser cerrar una trilogía como esta! ¿Cómo atar los cabos, finiquitar la historia, conseguir que los giros y las volteretas (¡y los triples saltos mortales!) que hemos ido encontrando a lo largo de los tres libros cuadren y sean coherentes hasta formar un todo con sentido? Y todo ello sin perder la perspectiva de que en esta tercera entrega no hay solo que cerrar, también hay que contar, hay que sorprender, hay que emocionar, hay que poner los pelos de punta, hay que mantener al lector pegado a sus páginas. Desconozco si hay una receta mágica para lograrlo pero, desde luego, César Pérez Gellida lo ha conseguido.
   Como ya me ocurriera con Memento mori y con Dies irae, me cuesta hacer esta reseña, sobre todo, porque no quiero desvelar nada a quien aún tiene por delante páginas y páginas por disfrutar. Intentaré hacer una valoración global, sin meterme mucho en detalles, porque si me pongo a escarbar seguro que algo se me escapa.
   Quizá lo primero que haya que decir es que he tenido la sensación, mientras leía, de que en esta tercera entrega hay más acción que en el resto. No hay tanta información sobre asuntos ajenos a la trama como en las dos anteriores. Tal vez la razón esté en Lopategui o quizá sea un aumento consciente del ritmo narrativo por parte del autor. Sea como fuere, he tenido la impresión de andar de acá para allá todo el tiempo, a la caza de un escurridizo Augusto Ledesma que llega a límites insospechados para no ser descubierto. Y ese ir de acá para allá me ha tenido, efectivamente, pegada a las páginas de Consummatum est y ha hecho que lo devore, sobre todo la última parte.
   Y esa, precisamente, es la parte que más me ha gustado de la novela. Creo que el duelo final (y esto no es descubrir nada: en toda novela de persecución hay un momento de enfrentamiento entre el héroe y su némesis, si no... ¡menuda gracia! Un enfrentamiento que puede ser dialéctico, a punta de pistola, en forma de detención o de duelo de espadas... no voy a decir cuál o cuáles de ellos ocurren aquí) es adecuado a la trama, interesante para el lector y un perfecto broche final con una gran dosis de realismo.
   Pérez Gellida mantiene las características de la trilogía (la banda sonora, el cambio de escenarios, las referencias literarias y los juegos metaliterarios, los giros de guión inesperados...) pero introduce aquí, como novedad, un equipo de investigadores internacionales para tratar de dar caza a Augusto. Da cabida, así, a nuevos personajes (como Ólafur Olafsson) y más peso a otros ya conocidos (como Gracia Galo) que añade riqueza a la obra: ya no tenemos al pobre Ramiro Sancho persiguiendo a Augusto por los confines del mundo, casi casi como una locura personal, sino que la investigación dispone de un equipo bien constituido del que se aprovecha muy bien el autor para ofrecer al lector variedad de personalidades, mucha singularidad en alguna de ellas y hasta un toque de romanticismo. Y un mayor equilibrio entre hombres y mujeres y entre los objetivos de cada uno de sus miembros.
   Por eso, creo que, para mí, Memento mori y Consummatum est son las mejores entregas de la trilogía, más parecidas entre sí, más coherentes con la trama y más centradas en la intriga principal. Lo cual no quiere decir, obviamente, que no me gustara Dies irae. Pero creo que Pérez Gellida vuelve al origen de la saga, no solo geográficamente, sino también respecto al sentido y el fin último de la obra.
   Acabados los versos, las canciones seguirán sonando. No puedo decir que vaya a echar de menos los trocitos de carne pero sí a quienes intentaron que fueran los menos posibles. Sobre todo, a una Erika que cobra cada más peso en la trama y a un Ramiro Sancho al que su encontronazo con Augusto Ledesma ha cambiado y no solo en un sentido negativo. Dice Pérez Gellida en la nota final de este tercer libro (por cierto, mil gracias, César: ¡es la primera vez que aparezco en los agradecimientos de un libro!) que el hecho de haber acabado la trilogía no significa que sus personajes hayan muerto. Que quizá podamos encontrarnos con ellos en otras páginas, en otras historias. Ojalá sea así, porque creo que todos ellos podrían dar mucho juego. Son grandes personajes con un gran desarrollo pero todavía podían dar más de sí, porque son tan complejos como el propio argumento que sostiene esta trilogía. Me encantaría volver a coincidir con Sancho, con Gracia, con Olafsson o con Erika en algún otro momento de mi vida. Y fíjate que hasta no me importaría seguir indagando en el legado de Augusto, ese ser herido que vivía, a partes iguales, de sus versos, las canciones y los trocitos de carne de otros, su ego y el dolor ajeno.   Nos seguimos leyendo.

   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  • Reto100 libros: 36/100
  • Reto Negra y Criminal: 9/15 
  • Reto Encuentra al personaje: 12/12

   Y en Consummatum est he encontrado al último personaje que me falta para superar el Reto Encuentra el Personaje: un personaje con rastas. Se trata de un testigo del que se habla así:

   El martes se presentó en comisaría un tipo que declaró haber visto a la víctima sobre las cinco de la tarde en un bar llamado La Española Cuando Besa en compañía de alguien de unos treinta y cinco años. Añadió que no se acercó a saludar porque andaba con algo de prisa y las conversaciones con Marta no eran precisamente breves. En cuanto el inspector se enteró de aquello, estuvo a punto de cursar una orden de detención contra el testigo recordando el episodio de Gregorio Samsa. Sin embargo, Áxel, que se encargó de tomarle declaración, le hizo cambiar de opinión argumentando que dicho testigo podría haberse cambiado el color de los ojos, hacerse la cirugía e, incluso, dejarse rastas, pero que veía harto complicado menguar quince centímetros (página 426).

 


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