Revista Literatura

Continentes

Publicado el 13 julio 2011 por Gasolinero

Esta mañana gracias a una cita he estado un rato en un bar del estilo de los que, en otros tiempos, me servían de compulsivos abrevaderos donde, espirituosos mediante, calmar mi eterna y madrugadora sed.

El local se llama, tal vez pretenciósamente, como aquella joven fenicia, hija de Agénor y Telefasa, raptada y violada por Zeus transfigurado en toro blanco y llevada a Creta, donde dio a luz a Minos entre otros. O sin pretensiones, como el continente que nos cobija: Europa.

Aunque de todas formas me parece excesivo para el ventorro que se esconde tras ese nombre.

La inmensa camarera eslava me pregunta con la mirada lo que voy a tomar. Un cortado. Me lo pone acompañado de una Napolitana de la afamada casa Cuétara, posiblemente una de las mejores galletas del mundo; este detalle me satisface interiormente. La barra tiene forma de ele mayúscula, estoy sentado en la parte corta, frente a mi hay un señor pelirrojo y con gafas, leyendo El Mundo. Está con otros tres, por sus maneras y dicción se nota que es el listo de la cuadrilla, tiene una copa delante del periódico, los otros también trasiegan coñac servido en esos recipientes.

Detrás de mí en una televisión con pantalla de plasma, informan que el toro Resultón de la ganadería de El Pilar, ha sembrado el pánico en el recién acabado encierro, al separarse de la manada y hacer solo el recorrido desde la calle Estafeta hasta la plaza de toros, «dejando muchísimos sustos, embestidas y empujones». El del diario se recierne en la banqueta al pasar las hojas, las vuelve mojándose en saliva, previamente, el dedo gordo de la mano izquierda ¿Acabará con la lengua negra metido en una tinaja de sangre para morcillas? Lee con fruición, o eso parece, y a la vez atiende a la conversación. De vez en cuando comenta en voz alta las noticias.

—¡No nos salva del rescate ni San Tatá! —dice a voz en grito— Hay que joderse que dañino se ve que es el bono alemán.

—Ya te digo. —asegura un compañero.

Mi citado se retrasa y en la tele, los presentadores vestidos de pamplonica dan paso a las noticias.

—Pues ya no vierte el pantano —avisa uno que no había hablado.

—Ha bajado dos metros, o más. —dice el que parece más formal— Estuve el domingo.

—Eso es mentira, dos metros no puede haber bajado. —sentencia el lector con voz engolada.

—Puede que lleves razón —replica el que parece más formal, dejando claro quien manda en la cuadrilla— a lo mejor dos metros es mucho.

—Cuando acaben los riegos recupera el nivel. —dice otro.

Entra un tipo gordo, lleva un bañador blanco con florecillas negras, camisa oscura y zapatillas de la marca Campagnolo. Tiene las piernas afeitadas. Deduzco que es ciclista, o al menos lo intenta, pide una copa de orujo de hierbas y se mete en la conversación; servidor sigue esperando.

Establecen un paralelismo entre la crisis que nos atenaza y la gran cantidad de parcelas que hay hogaño sembradas de patatas. Esos tubérculos son alimento de épocas de hambre, revela el listo, nos esperan malos tiempos, deduce.

—Pues yo no he visto tantas suertes de patatas como decís cuando voy por ahí con la bici. —dice el supuesto ciclista.

—Tú que vas a ver, si desde aquí te vas a tu casa a dormirla. —le arrea el lider de facto.

—Algunas veces salgo. —replica, aunque poco, el globero.

Salen a la calle a fumar, incluido el de la bicicleta, dejándome a medias. Afortunadamente llega mi citado y nos vamos.

www.youtube.com/watch?v=IX_0UMj_yYE


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