La onda expansiva, por Raúl Rentero
Nunca está de más, aunque sea a modo de improcedente excusa, traer un poco de la “otra” cultura a la magna aula catedrática del fútbol omnisciente. De modo que perdonarán tan solemne prólogo en pos de un conocimiento, que no ocupa lugar y siempre puede traerse a colación en alguna tertulia inesperada. Existe un cuadro, perteneciente a un retablo de la catedral de Ciudad Rodrigo (Salamanca), que siempre me ha provocado fascinación. Se titula “Cahos” y en él puede contemplarse al Dios de los Cristianos en pleno acto “creador” al principio de los tiempos. Ese Dios imaginado pintado en el siglo XV responde a los parámetros “seudo-oficiales” de la iconografía cristiana: un venerable anciano, de luenga barba blanca, cual rey medieval que parece dar la bendición con el dedo índice en alto. El cuadro está dividido en varios círculos concéntricos donde se abarullan ángeles a mansalva, y bajo todos ellos, el objetivo de la Creación, que no es otro que ordenar el Caos, representado, caso curioso, por otro anciano semejante a Dios que semeja a Kronos, la divinidad del tiempo, con una clepsidra medieval en la mano.
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Semejante exposición visual tiene algo de inquietante, de trascendente, y pretende, a mi juicio, sembrar en el espectador una moraleja, sencilla pero de sentido profundo: para crear es necesario controlar el tiempo, y controlar el tiempo es poner orden en el caos. Visto el partido del Málaga C.F. contra el Rácing de Santander, me vino a la memoria este fresco del siglo XV que nunca logré olvidar. Y es que el Málaga por fin se puso recio, apoyado por la conjunción de los círculos concéntricos de su propia creación (que tarde o temprano había de darse), los ángeles (antaño demonios) afilaron las espadas por fin y el caos, otrora fatigoso compañero de viaje, se convirtió en orden. La medular del equipo malagueño funcionó: Recio (merecido contrato profesional) se está convirtiendo en el inestimable Cazorla que Pellegrini necesita, Duda dejó su apocalíptico nombre para otros momentos y hasta Sandro Silva se unió al buen criterio general. Lo demás, se entiende, lo aporta la calidad, indudable (aunque demasiado intermitente) en Eliseu, o Rondón, pieza esencial de esta clepsidra.
Todo es mente, decía otro filósofo de la vieja Grecia. El fútbol es un estado mental y nada mejor para demostrarlo que la experiencia de la Rosaleda. Porque el partido comenzó sumido en el caos más absoluto y justo es decir, para descarga del rival (cuyo entrenador, Miguel Ángel Portugal, pende de un hilo cada vez más fino), que si el inoperante Rosenberg llega a “enchufar” alguna de las claras ocasiones de que dispuso frente al meta Rubén, otra alondra hubiera cantado en la pajarera. Por ahí pudiera fraguarse la primera crítica a la estructura: jamás deberá el Málaga fiarse nuevamente a una carámbola como la del primer gol. Gol espectacular de Eliseu, sí, ensartado a volea desde la frontal a saque de un córner. Y digo lo de carámbola justamente por lo contrario a la definición: aún no se pueden explicar en Santander como el disparo del brasileño pudo colarse entre el bosque de piernas defensivas sin que nadie desviase el esférico. Golpe de suerte añorado, insisto, que quitó fantasmas y demonios del estado mental del Málaga. Luego apareció Recio, que agradeció el contrato firmado con una diana soberbia.
Todo es mente, insisto, y añado de mi cuño: todo es justicia. Pues cuando en semanas anteriores los goles rivales llegaban a pares separados por escasos minutos, ahora la enmienda se puso de lado boquerón. En dos minutos, se pasó del 2-1 al 4-1, conexión Eliseu-Rondón mediante, para solaz de la atribulada afición blanquiazul que pudo disfrutar del bocadillo tranquilamente sin riesgo de indigestiones. En medio el denostado Rosenberg había conseguido el tanto que menos falta le hacía a su equipo, inoperante, el Racing (no sólo el delantero sueco) en sus partidos a domicilio.
Lo dicho. Parece que por fin el creador Pellegrini va consiguiendo poner orden en el caos. Esperemos que no sea una gloria pasajera. Por cierto, a falta de dinero, el retablo del que les hablo, fue vendido por el obispo de Ciudad Rodrigo en 1876 a una entidad privada y ahora mismo puede visitarse en el Museo de Tucson (Arizona). Por suerte al Málaga no le acechan semejantes fantasmas y, dejando tiempo para que el creador termine su obra, seguramente podramos llegar a la tabla 34, la Resurrección Final.
También habría que decir que dicha tabla fue pintada por el maestro Bartolomeu, más conocido, como el “maestro de las caras siniestras”. Espero que no sea premonitorio.