Magazine

Contra el nacionalismo

Publicado el 13 marzo 2010 por Fujur
En Cataluña cada vez es más frecuente jugar con las abstracciones. Hace ya años que se utilizan estratagemas filosófico-surrealistas con el fin de fomentar el ego nacional del pueblo (o de parte de él, mejor dicho), vulnerando el mayor derecho político que se conoce en democracia, poder votar y ser justamente representado. Los Contra el nacionalismomismos diputados que no fueron capaces de reformar una ley electoral (existiendo propuestas donde se defendían límites temporales en los mandatos y listas abiertas) esgrimen derechos ciudadanos como panacea por la que solventar todos, o buena parte, de los problemas de los catalanes.

El pasado miércoles, día 10 de marzo de 2010, se aprobó por el Parlament de Cataluña la “Ley de consultas populares por vía de referéndum”, norma que “autoriza” la convocatoria de un referéndum (se piensa, claro está, en la “independencia de Cataluña”), siempre y cuando, se tenga “el permiso del Estado”. Ni aún soñando la sabiduría de Odiseo (Ulises), los nacionalistas, con “socialistas”, han construido un caballo de Troya (quizá “ruc” mejor, después de todo) en el que pretenden caber ellos solos, sin necesidad de otros partidos, ni de normas. El objetivo no es otro que entrar de lleno en la política española, su feroz enemiga, embaucando y consiguiendo discusiones que buen rédito electoral les reparará, con toda seguridad. Con disfraz y una constitucionalidad rígida (en cuanto a la “forma” se respeta plenamente la Constitución de 1978), la nueva ley nace en un clima de consultas populares por la independencia. Consultas, que por otro lado, han sido de minoritaria participación. ¿Fiesta de la democracia? El nacionalismo es un campo semántico en el que han cabido, especialmente en los últimos tiempos, buena parte de los peores sucesos que ha conocido la especie humana: la trágica desmembración de Yugoslavia o el conflicto árabe-israelí.

“Una alta cultura impregna toda la sociedad, la define y exige ser sostenida por esa forma de sociedad y de organización política. “Ese” es el secreto del nacionalismo”. Ernest Gellner1, teórico esencial del nacionalismo, escribió estas palabras en su obra clave: “Naciones y nacionalismo”, por razones temporales, sin haber sido capaz de poder ver la situación catalana de nuestros días. La “cultura superior” es aquélla que sale de las fuentes “autorizadas”: prensa nacionalista, o afín, canales públicos (controlados por el nacionalismo) y libros, personajes famosos y demás maquinaria que pretenden gobernar los fondos de un “corral” al que aspiran gobernar como “gallos” únicos.

"Para decirlo en pocas palabras, el nacionalismo es una teoría de legitimidad política que prescribe que los límites étnicos no deben contraponerse a los políticos, y especialmente —posibilidad ya formalmente excluida por el principio en su formulación general— que no deben distinguir a los detentadores del poder del resto dentro de un estado dado”. Es así como define Gellner al nacionalismo, considerando que, a diferencia de lo queContra el nacionalismo pretende, se caracteriza por confundir “discurso” y “efectos reales de la acción”2 . Generalmente, el nacionalismo “inventa” naciones, no las resucita, ni mucho menos, reconoce. Los mitos de una “lengua común” y de una “historia común” son falacias abocadas al absurdo.

Empezando por la “historia común”, el nacionalismo requiere, por definición, de una “nación”, búsqueda que tradicionalmente se hace, como ya sucediera con el Romanticismo, en el Medievo. Grave error. El problema nacionalista es, siempre, así opina la ciencia, un problema “moderno”, propio de los estados industrializados. Como bien expresa Jonathan Glover, “historiadores y los científicos sociales tienden a describir a las naciones como productos de los Estados-nación y no lo contrario. Y los Estados-nación, a su vez, se explican recurriendo a su utilidad, bien para los industriales y los capitalistas, bien para los gobernantes coloniales3”. Es decir, bien puede defenderse que el “nacionalismo” intenta un proceso de “construcción nacional” con el orden de perseguir un futuro estado. La “nación catalana” jamás ha existido, es una creación política, abstracta, por parte de un movimiento secundado por una pequeña parte, poderosa, de la burguesía catalana. El correlato económico ha sido obvio a lo largo de los últimos tiempos, fuere con los anteriores “proteccionismos” o las actuales demandas por agravio y déficit fiscal. Con todo, el nacionalismo catalán pudiera llegar a estar en auge. Un control, como el que se tiene, sobre la educación de los niños asegura un porcentaje, nada despreciable, de futuros partidarios. La permeabilidad de los niños para aprender una ideología y una lengua, cuasi como “selladas” en su subconsciente, es increíble. Poco a poco comienzan a verse sus frutos.

No es extraño ver cómo los nuevos jóvenes catalanes hablan un catalán más estándar, próximo a la lengua formal de Pompeu Fabra, que el de sus abuelos catalanoparlantes (en el caso, por nada mayoritario, de que se tengan). Ello no deja de recordarme a la célebre anécdota de que en Italia un porcentaje ínfimo de la población hablaba un italiano estándar antes de la creación del Estado Italiano... La lengua es un instrumento, en el caso de los nacionalistas, con clara finalidad de manipulación política.

Steven Pinker4, quizá el más conocido neurocientífico de nuestros tiempos, defiende que “lengua” y “pensamiento” tienen un origen diferente dentro de nuestro cerebro. Es decir, ambos nacen en lugares diferentes, no estando vinculados el uno al otro. De ser esto cierto, como bien deduce el profesor George Fletcher (poseedor de la cátedra Cardozo de Jurisprudencia en la Facultad de Derecho de Columbia), ello significaría que “el pensamiento opera de forma autónoma respecto de la lengua, lo que implica que la estructura de la lengua es irrelevante respecto de nuestra propensión a pensar de una u otra forma5”. Dicho por mí, el asunto carece de rigurosidad, corroboraContra el nacionalismodo por personalidades de la talla de Pinker o Fletcher, la afirmación “la lengua sólo es un conjunto de ruidos que sirve como instrumento”, empieza a coger fuerza. “Desde mi punto de vista, la única forma auténtica de multiculturalismo es el multiculturalismo lingüístico”, afirma Fletcher.

Se mire por donde se mire, el nacionalismo puede llegar a ser más perverso de lo que muchos creen. Mis ideas no importan, pues pudieran, a priori, llegar a ser fruto de la juventud y la inexperiencia, sin embargo, ¿existen argumentos fáciles por los que poder discutir con las referencias aquí esgrimidas? Incito al desafío, al diálogo, incito a la democracia discursiva. Hablemos, escribamos aquí, o en otro sitio, dejemos las patéticas leyes del nacionalismo a un lado, y tratemos temas empíricos como la electricidad o las carreteras. El nacionalismo es invención, y para ello, sigo prefiriendo muchas novelas.

1Gellner, Naciones y Nacionalismo, Madrid, Alianza Editorial, 2001

2Cruz Revueltas, “Estado y nacionalismo tras Gellner, evaluación de su teoría” en Historia Mexicana, octubre-diciembre año/volumen LIII, número 002, El Colegio de México, México D.F.

3Glover, “Naciones, identidad y conflicto” en La moral del nacionalismo, Barcelona, Gedisa editorial, 2003.

4Pinker, The Language Instinct, 1994

5Fletcher, George, “Razones para la autodefensa lingüística” en La moral del nacionalismo, Barcelona, Gedisa editorial, 2003.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

LOS COMENTARIOS (2)

Por  yubi
publicado el 02 junio a las 01:46
Denunciar

ooo y claro hicieron un excelente trabajo en responderme la pregunta :-D

Por  yubi
publicado el 02 junio a las 01:44
Denunciar

muuuchas gracias por su colaboracion