Conversión.
Su garganta expulsa un agudo chillido. Después, el monito arranca de su costado el dardo impregnado con curare y cae como una piedra al suelo de la sabana. El certero cazador, hinchado de orgullo, se dispone a agarrar su presa. Entonces ve la estampida de jirafas y su sonrisa se convierte en mueca. Su primer pensamiento es que el susto de estas ha sido provocado por el gran pájaro de hierro que volaba hacía poco, pero el terror se adueña de todo su ser cuando en el horizonte ve aparecer al gorila gigante. Cuando se recupera del pasmo, corre endiabladamente. Todavía en el suelo, el mico aprovecha la oportunidad y sube de un salto al gran baobab. Quizá la dosis envenenada no había sido suficiente, aunque a él le viene muy bien y se recupera totalmente. Tras la gran rama ve pasar al gigante. Cuando este desaparece promete que no volverá a burlarse de los adoradores del Gran Kong.
Torcuato González Toval