Es vergonzoso, además de una patochada solemne, el tratamiento mediático que los medios de comunicación están dando a la noticia de la final de la Copa del Rey y su posterior resaca.
Cierto es que una final de estas características siempre despierta una gran expectación, máxime cuando un equipo compacto, sólido y humilde como el Barça se enfrenta a otro cuyo eje central de su actividad se centra en el egocentrismo y la prepotencia. No pasa nada por regresar al inmaculado Nou Camp sin copa, pero con la cabeza bien alta porque el juego que hicieron los blaugranas fue limpio, técnico y, sobre todo, decente. Hartos estamos de copas, circunstancia ésta que otros no pueden abanderar. Y este curriculum es lo que nos impregna de humildad, de compañerismo y de sencillez.
Pero el tema no es que uno gane o pierda esta Copa. El tema que nos ocupa es la desfachatez de determinados medios de comunicación ante esta contienda y su posterior resultado. Parece ser que el Real Madrid nunca había ganado esta Copa. Llevamos tres días que sólo desayunamos la victoria del Real Madrid, y la consiguiente caída de la copa desde lo alto del autobús. ¡Pobre Sergio Ramos! Al parecer, estos días en lo que se destila olor a incienso y torrijas, no sucede ninguna otra noticia en el mundo que no sea la victoria del Real Madrid y la derrota del Barça. Se suceden otras noticias, mucho más actuales, que la victoria de los merengues, pero poderoso caballero es don ladrillo. Patético.
Como también me parece vergonzoso, el hecho de que se manipule y se confunda a la opinión pública. Sí, es cierto que los merengues tienen buenos jugadores (algunos, claro), porque de lo contrario el marqués de Del Bosque no contaría con ellos para vestir ‘la roja’. Pero ello, precisamente ello, tendría que hacerles más humildes y sencillos, cualidades éstas que desconocen.
Ésta es la diferencia de los blaugranas. Con su indumentaria clásica o con ‘la roja’ son humildes, sencillos, y honrados.
Sea como fuere, lo cierto es que estos días en los que los capirotes y las estaciones de penitencia están tan de moda, algunos tendrían que coger sus copas, alejarse de los ladrillos, y realizar su particular estación de penitencia. Hace años escuché a un avezado escritor de literatura infantil y juvenil decir que el escritor debía ser humilde antes que la vida le obligara a ello. Esta misma frase se podría aplicar a algunos jugadores y sus correspondientes próceres que actúan a golpe de ladrillo y de calumnia en las ruedas de prensa.
¡Calumnia, caluminia que algo queda…! Sí, claro. Nos queda la deportividad, la sencillez, la humildad, la fidelidad, y otras miles de virtudes de las que otros, a pesar de su magnanimidad ególatra y nauseabunda, no pueden alardear. Y nosotros, sí. Ésa es lo que da la diferencia.