El corazón se compartimenta.
Mi puño de vitalidad
tiene una sola puerta.
Cuartos, espacios para todo.
En un cajón guardo un tenedor.
Los recuerdos tiernos se mascan mejor
La cazuela en la repisa
no sabe de pedazos.
Ni tampoco del fuego,
ahora frío.
Un grano de sal rasga
la cámara de las risas.
Cerrada algarabía con ventanas.
Habitación salada de mareas y de brisas.
Cuando niño,
latía mi centro
como una lata de tomate.
Armario ropero
cuya piel elástica
abre y cierra, abre y cierra,
viene y se marcha.
Bomba de placeres y angustias.
El que da la vida
también la debe.
La celda que encierra
los cuadernos del alma,
donde la condena se escribe
cada día, cada hora, cada instante.