Corazón tan blanco

Cuando somos pequeños y dibujamos nuestra familia empezamos dibujando lo que nos parece más importante por la izquierda (si eres zurdo al revés) y que suele ser una personita con un YO bien grande encima. Si dibujas a tus padres de la mano es porque te preocupa que la familia siga unida, que si eres chica y tienes un hermano vas a tender a dibujarte a ti con tu papá y a tu hermano con tu mamá (por eso de niño de mamá, niña de papá). Hay más cosas; un niño se sabe que se siente cuidado cuando al dibujar su casa la chimenea tiene mucho humo y las ventanas están tapadas por cortinas. Por el contrario, si dibujas un escorchón en los troncos de los árboles estás simbolizando algo importante que te ocurrió. Esto no lo digo yo, lo dicen los libros de los que se tiene que examinar mi hermana. También dicen más cosas, referentes a Freud, y a la líbido, y a los sueños, pero eso de momento no me lo sé. Lo que creo que tampoco nadie se ha dado cuenta es una cosa que me contó él, y es que los seres humanos, antes o después, dejamos de dibujar corazones. Los garabateamos sin parar a los quince, dieciséis, en apuntes, márgenes de periódico, con tiza, en la pared, en la arena, en cualquier sitio, hasta que un día se acaba. No sé si sale en los libros de mi hermana. Creo que es algo que es mejor no saber.