Hoy tengo tres líneas de pensamiento absurdo:
Hay más hombres daltónicos que mujeres, y creo que no todos tienen la capacidad de ver todos los colores. Ahora entiendo todo.
Mi falta de entusiasmo ante algunas situaciones tan reiteradas como aburridas. Misma gente, mismo discurso, mismo saludo, mismo desenlace.
La intención de refutar que la vida es cíclica. ¿El 11 de enero del 2017 estaba del otro lado de este mismo círculo?
El verano es abrazador, las calles están desiertas. Los que no están guardados en sus cocinas frente al notidiario, están en la playa, tratando de sostener lo que han construido durante el resto del año. ¿Se puede? ¿O ya es muy tarde para recrear todas las charlas que no tuvimos durante el año? Haremos el amor y nos prometeremos que de ahora en más todo será distinto.
Se suceden los atardeceres, una bola de fuego que se apaga en el mar y somos pocos los que la vemos con las pupilas dilatadas de tanto éxtasis. La naturaleza es avasallante y tiene el efecto de una droga, me conmueve y me hace temblar. Quiero más de eso. Hagamos un club de aduladores de atardeceres.
Pero mientras tanto, la ciudad silenciosa, se las arregla para hacer circular la queja y el descontento general. Hago que escucho, asiento con la cabeza, trato de no entornar mis ojos, que no se note mi propio descontento ante el descontento ajeno, busco la llave del piloto automático. Grito desesperadamente sobre el asfalto caliente para ver si despierto de una vez de este letargo. Corazones blindados, recelosos. El mío. La sospecha de que la vuelta de la esquina no llega nunca.
Me pedís entusiasmo. Misma charla del 11 de enero del 2017. Nunca viste los colores, sólo el bulto, la sombra gris desde lejos. Tu corazón daltónico se arrugó, con extrema valentía.
Hay que ser muy valiente para no avanzar.
Miro el círculo. Tal vez no sea el mismo.
Estoy a punto de saltar.
Patricia Lohin
Anuncios &b; &b;