Hace mucho que no escribo algo que merezca la pena, y siento que hoy es un día en el que puedo escribir algo que me convenza, que remueva un poco los corazones de los demás. Mi corazón ya no está frío, ya no hielan las mañanas de invierno, ya no hay tanto silencio. Hoy me preguntaba cómo puede ser, cómo puede ocurrir que notemos las señales que el universo nos envía. Cómo podemos predecir que algo va a ocurrir, la vida no es tan azarosa como pensamos. Las noches hacen que me vuelva nostálgica pero a la vez reconfortada, amada, viva.
Las cosas ocurren y no podemos detener el tiempo, ni los momentos, ni las emociones. Pero sí podemos empezar a afrontar las situaciones como se merecen. Ha pasado el tiempo y yo cada día aprendo más, cambio más, disfruto más. Y aunque haya veces que las situaciones nos superan, siempre habrá un motivo por el que seguir adelante. Siempre.
Entonces fue cuando volví a recordar que en este mundo de insensibles la llama no se apaga, que hay corazones que laten cálidos en un mundo de corazones que no laten, que solo funcionan como máquinas con engranajes, que van al mismo son y que jamás pueden parar. Vuestros corazones son las máquinas más frías y de hierro que he conocido, porque el corazón que late de verdad, el que se acelera, el que se tranquiliza, el que cambia de humor, es el corazón más valioso que existe, y el que más felicidad produce.
Si alguna vez en vuestra vida os encontráis uno así, no lo dejéis escapar, os trasmitirá todo el calor que quizás busquéis para el vuestro. Yo encontré el mío, solo deseo que vosotros empecéis a sentir junto a corazones que quieren sentir.